Capitulo 10

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Ruth caminó hacia el final de la calle y cuando iba a doblar la esquina, se chocó contra Álvaro, que la cogió por la cintura para que no se cayera y dijo con una sonrisa:

-          Hola, señorita patosa.

-          Hola, soldado torpe. – contestó ruborizada.

-          ¿Por qué siempre tenemos que encontrarnos así? – preguntó mirándola a los ojos.

-          No tengo ni idea. – susurró perdida en sus ojos.

Álvaro sonrió y la soltó poco a poco, haciendo un gesto con la mano que indicaba que empezaran a caminar por la calle.

-          ¿A dónde vamos? – preguntó Ruth segundos después de estar caminando.

-          A un sitio que te gustará. – contestó misterioso con una sonrisa.

-          Bueno, mientras que vuelva temprano a casa… - dijo Ruth mirándolo de reojo.

-          ¿Has tenido problemas por volver tan tarde? – preguntó preocupado.

-          Me han castigado. – contestó Ruth riéndose. – Y me he escapado… Bueno, escaparme no, mi padre me ha dejado salir.

-          ¿Todavía te castigan? – preguntó incrédulo intentando no reírse.

-          Sí, pero no cumplo el castigo, mi madre me mata cuando vea que no estoy en casa… - dijo riendo a carcajadas.

-          Te llevaré a casa temprano, no queremos que mueras, ¿verdad? – preguntó mirándola con una sonrisa.

-          Estaría mal morir sin haber vivido un poco, ¿no crees? – sonrió ella.

-          En ese caso, prometido. Te dejaré en casa temprano. – dijo mirándola.

Caminaron calle abajo hasta llegar al parque, el cual cruzaron, siguieron caminando hasta llegar a la casa de él.

-          Dijiste que querías conocer a Shasha, ¿no? – preguntó mirándola antes de llegar a la puerta.

-          Sí, me encantaría conocerla. – dijo con una sonrisa nerviosa.

Álvaro la cogió de la mano y la llevó hasta la puerta de la casa, donde se paró a sacar las llaves de su bolsillo y abrió. Iba a entrar con ella de la mano, cuando Ruth se quedó parada en el marco de la puerta.

-          Espera, ¿está tu padre? – preguntó nerviosa.

-          No, está en casa de mi tía. – contestó con una sonrisa.

Ruth suspiró alivia y se dejó arrastras por él hacia dentro.

Lo que parecía una casa, no lo era. Era un gran salón con una cocina enorme que se comunicaba a este por una barra americana. Tenían un sofá de seis plazas color azul pegado a la pared blanca, enfrente de este, tenían una mesita baja con varias piezas de decoración y a la derecha tenían un armario grande, donde tenían varias fotos, una vitrina con vasos y una televisión pequeña.

Álvaro la llevó hasta una puerta marrón con una mosquitera, la abrió y la hizo pasar primero. Ruth salió a un patio bastante hermoso, no por lo grande, sino por la cantidad de flores que tenían en él. Tenían de todas las clases prácticamente, rosas de todos los colores, gladiolos de todos los tamaños formas y colores, lirios, orquídeas, tulipanes, godesias… Todo tipo de flores, las que buscaras, estaban allí, era como entrar a una floristería.

Cartas... [Sin editar por completo]  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora