Ruth entro en la casa y fue directa a la cocina, donde estaban sus padres riendo.
- Hola. – dijo mientras se adelantaba a besar la mejilla de su padre y después la de su madre.
- Hola, cielo. ¿Qué tal la mañana? – preguntó su padre sonriendo.
- Muy entretenida. – murmuró ella mirando hacia otro lado.
Celia le puso un poco de carne con patatas asadas en un plato y empezaron a comer en silencio. Estaban casi al acabar cuando Celia miró a Ruth, que tenía una mirada más brillante de lo que la tenía desde que había vuelto.
- ¿Quién era ese chico, Ruth? – preguntó su madre con voz dulce.
Ruth la miró sin saber a quién se refería.
- El chico de la puerta, con el que te reías tanto. ¿Quién es?- preguntó de nuevo.
- Ah, es un amigo. ¿Por qué? – preguntó sin darle importancia.
- Te mira de otro modo, hija. ¿Seguro que sois amigos? – preguntó mirándola inquisitiva.
- Pues te equivocas, es solo un amigo. – contestó dándose la vuelta y yendo al frigorífico.
Del frigorífico sacó una botella de zumo de melocotón y cogiendo un vaso del armario, se puso un poco y lo guardó de nuevo.
- ¿Y con Iván? ¿Qué tal estas con él? – preguntó su madre bajito. – Desde que has venido no has hablado de él en absoluto y eso es raro en ti.
- Hemos roto. – contestó secamente.
- ¿Qué ha pasado, cariño? Estabais muy bien antes de iros a la universidad. ¡Incluso elegisteis la misma para estar juntos! No lo entiendo. – exclamó su madre preocupada.
- No elegimos, tú elegiste por mí. – la corrigió mirándola seria. – Y lo que pasa con él, mamá, es que a él… ¿Cómo decirlo? – se quedó pensando unos segundos y añadió: - Veras, a Iván no le importó mucho que estuviéramos juntos cuando llegamos a la universidad. La primera semana todo fue normal, como cuando estábamos en el instituto, la segunda semana empezó a estar distante… y de ahí pasó a liarse con toda clase de falda que se le cruzara. Lo pillé poniéndome lo cuernos y lo dejé. Fin de la historia. – la miró a los ojos y dijo duramente: - ¿Entiendes ahora porque te decía que quería dejarlo?
- Algo harías para que él se comportara así, hija. – dijo su madre mirando hacia otro lado.
- Me he enterado también de que en el instituto también hacia lo mismo, mamá. No voy a seguir con un chico así.
Ruth cogió el vaso de encima de la encimera y se sentó en la silla que había junto a su padre, que no decía nada, solo las observaba.
- Es un buen chico, Ruth, te conviene. – respondió su madre mirándola a los ojos.
- No me importa si me conviene o no. No voy a estar con él. – contestó Ruth enfadada.
Celia siempre había insistido en que fueran novios, ella y la madre de él, desde pequeños los habían medio comprometido. Habían pasado los años y todavía seguía con eso…
- Cuando vuelvas allí quiero que hables con él y lo arregles todo, Ruth.
- ¿Y si no lo hago que vas a hacer, mamá? – preguntó Ruth recostándose un poco en su silla y mirándola desafiante.