Capitulo cuarenta y dos

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El juego del amor

Todas las niñas, durante la infancia, suelen idear e imaginar al hombre de sus sueños, ese que en el momento más inesperado, llegará, extenderá la mano y te estrechará entre sus brazos para no soltarte jamás.

Pero ella nunca soñó con algo así pues para aquella niña sólo había existido la pérdida y la venganza. El luchar para poder cambiar una situación y una vida insostenibles.

Por eso, ella nunca había jugado con otras niñas ha trenzarse el pelo, ha maquillarse, ha vestirse, ha peinarse... Ella sólo había conocido un único pasatiempo y era el del arte del acero y la lucha cuerpo a cuerpo. ¿Adornarse el cabello? Era mucho más importante evitar que las hojas de sus armas se oxidaran o que perdiesen su filo.  

¿El amor?

Claro que lo conocía; conocía el amor que se tiene la familia, una estrechamente unida por la adversidad y la tristeza aunque también por la confianza y la alegría.

¿Y qué hay del otro amor? ¿Ese que nos consume, nos ahoga, nos hace padecer, sangrar, morir u odiar? 

Ese no lo había conocido hasta que le vio a él por primera vez.

¿Cómo pudo sospechar que ese amor fuera tan diferente y complicado que el otro? ¿Cómo podía ser tan fácil confiar y creer ciegamente en los miembros de tu familia y no a la persona amada? ¿Y esos sentimientos que te carcomían el alma? ¿Celos? Sí, celos ¿desde cuando la quemaban por dentro? ¿Desde cuando eran tan cercanos él y Nadeï? ¿Por qué no soportaba verlos juntos?

Al principio, todo había sido hermoso. Cierto que complicado y lleno de malentendidos, pero gracias a su amor, habían sorteado los obstáculos iniciales para consolidar un hecho: que los dos se amaban con tanta fuerza que algo más allá de los físico los unía invisiblemente.

Un hilo.

El hilo rojo que salía de sus venas para anudarse en las del otro. 

La mismísima unión de los Dioses.

De niña no le importó no enamorarse. De adolescente no le molestó que muchas de las jóvenes de su edad se iniciaran en los temas del amor como no le importó que su hermano investigara sobre aquel complicado e indescifrable sentimiento tanto mortal como divino.

Hasta que conoció a Kanian.

Ahora, a pesar de sus ideales y sus sueños, él había pasado a ser su prioridad, su otra mitad, una razón para seguir día a día y proseguir soñando cosas nuevas; agrandar los sueños anteriores. Pero lo había destruido todo por culpa de la inseguridad. De la falta de fe. ¿Por qué el amor nos hace sentir inseguros, perdidos, temerosos de ser traicionados?

Y lo peor de todo es que ella sabía la verdad desde el principio.

Su corazón y su alma se lo habían gritado, mas Galidel no había querido escuchar. Se había limitado a correr un tenebroso camino sin estrella ni esperanza porque era más fácil huir que creer. Era más sencillo escapar que aceptar una verdad tan ardiente, tan pura, poderosa y peligrosa.

Ella era el más peligroso y mortal punto débil de Nïan.

Ella era la esperanza hecha mujer de todo un reino.

Aquel era el real motivo de su enfado y de sus dudas.

¿Por qué? ¿Por qué le hacía aquello a todos aquellos que lo necesitaban? Y la respuesta era tan sencilla, tan demoledora y estúpida que dolía. Lo había hecho porque la amaba, porque si ella desaparecía de su vida - de su lado - él sería incapaz de volver a alzarse de nuevo. Y lo sabía, era consciente de ello. Gali había estado con Nïan después de que éste lograra huir de su encarcelamiento, una etapa muy cruel en su vida.

Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora