Capitulo ventinueve

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Respirando su voz

Galidel estaba hecha un ovillo en la cama de su abuela cuando ella entró en la estancia.

Ya había pasado dos días desde su discusión con Kanian, un día en que él había regresado completamente fuera de sí y se había encerrado en la cripta de sus padres. Un día desde que ella no había abierto la boca.

Una gigantesca luna brillaba en el firmamento con nubes bajas a su alrededor mientras una ligera brisa le removía el cabello. Le dolía increíblemente la cabeza y los ojos, los cuales le picaban y le irritaban de tanto llorar.

De llorar sin parar.

Sin dormir.

Chisare se acercó a ella y se arrodilló a su lado mientras la joven seguía con la mirada en la luna llena. Su mano gentil le acarició la frente caliente y las mejillas sonrosadas. Gali no se inmutó cuando su abuela le refrescó el rostro con un paño húmedo con esencia de limón.

- Parece que te a bajado un poco la fiebre.

La joven siguió muda mientras la mujer, que había dejado en su mesita auxiliar una bandeja con un tazón de sopa de verduras, un vaso de agua fresca y una pequeña botellita de cristal, tomaba ésta entre sus dedos.

- Es colirio - le explicó -, te irá bien para la irritación.

Gali permaneció impasible mientras su abuela, soltando un hondo suspiro, abría el frasco sin soltar el tapón con el aplicador de vidrio alargado para poder suministrar gotas de colirio en los ojos. Sin parpadear, dejó que la Dama de Gea le pusiera dos gotas en cada globo ocular y no pudo evitar parpadear al sentir la intromisión de las gotas del colirio. 

- Pronto te sentirás mejor - intentó reconfortarla con una sonrisa.

La joven lo dudaba seriamente.

¿Cómo iba a encontrarse mejor si estaba destrozada y hecha un guiñapo? Se sentía tan mal... era como si ella ya no fuera ella misma y la fiebre que la consumía no tenía nada que ver. Todo a su alrededor había perdido el color, el olor, la belleza... Sus sentidos no podían percibir ningún sonido agradable, ningún olor digno para prestarle atención. 

Lo único que podía sentir era dolor.

Sufrimiento acompañado de agonía.

De anhelo por escuchar el sonido de su voz diciéndole que la amaba.

Una nueva lágrima recorrió su piel antes de cerrar los ojos y abrazarse. El dolor sordo de su pecho la estaba matando más de lo que ya estaba. Jamás había sentido un dolor tan sordo y fuerte. Ni siquiera cuando su padre murió en el derrumbe de la cueva, su corazón se partió de ese modo ni los trozos se le clavaban con tanta saña.

El dolor de cabeza aumentó y se mordió el labio inferior para no gritar, guardando su pesar y sufrimiento dentro de su pecho.

Estaba rota; completamente despedazada y una parte de ella era la culpable de ello. Si no hubiera escuchado aquella conversación; si se hubiera limitado a esperar a Kanian en su habitación, nada de eso habría pasado. Y, entonces, en ese momento, él la estaría estrechando entre sus brazos, besándola y susurrándole dulces palabras al oído. Ella reiría y le besaría el masculino mentón antes de que el bajara sus grandes y ardientes manos por su espalda desnuda.

"¡Basta ya!"

¿En qué demonios estaba pensando? ¿Tan fuerte era lo que sentía por Nïan para seguir deseando algo que ya no tenía sentido? Sí, lo era y por ello esa parte de ella que tanto lo amaba deseaba vivir en la inopia que en la cruda realidad. Mientras que la parte racional y dolida de Galidel agradecía el descubrimiento; prefiriendo la verdad la mentira. La sinceridad absoluta al engaño más ruin.

Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)Where stories live. Discover now