Capitulo veintitrés

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Cerca

 

El sol estaba en su punto más álgido cuando Galidel avistó por vez primera la legendaria ciudad laberinto: Mazeks.

La joven no pudo evitar contener el aliento ante las magníficas torres de mármol que ascendían hasta el cielo, más altas aún que la muralla de seis metros que rodeaba toda la gran ciudad. Y es que, en cien años, Mazeks había crecido a una velocidad arrolladora, y se decía que sus habitantes ascendían a trescientos mil. Viendo las dimensiones de la ciudad, Gali pensó que posiblemente la cantidad sería incluso mayor.

Al fin, acababa aquel nuevo viaje lleno de peligros.

Suspiró llena de alivio y miró a Kanian. El rostro del príncipe estaba serio y contemplaba la ciudad laberinto con la ansiedad pintada en sus ojos y el cansancio en todo su cuerpo.

Después del ataque de las Erinias, criaturas enviadas por el Dios Cronos, la decisión de llegar cuanto antes a Mazeks fue unánime y, sin detenerse ni un solo minuto, la comitiva había continuado el camino durante la tarde y la noche del día anterior al igual que toda la mañana. Los niños más pequeños, fueron trasladados a los carros y carromatos mientras que todo aquel que pudiera andar o cabalgar, debía seguir el camino sin rechistar.

Nadie lo hizo.

Todos deseaban llegar, de una vez, a un lugar seguro.

Gracias a la intervención de Nïan, que había utilizado su magia para ofrecerle a los heridos unos primeros auxilios, los Activistas no habían tenido que lamentar un gran número de bajas y sólo tuvieron que enterrar a diez guerreros; seis hombres y cuatro mujeres. A la joven no le pasó desapercibido el nuevo brillo de respeto y adoración que asomaba en los ojos de todos los guerreros que habían participado en el combate. Poco a poco, Kanian estaba ganándose la confianza y el respeto de aquellos hombres que soñaban con un mundo libre y gobernado con justicia y harmonía.

 A pesar de estar terriblemente cansada y somnolienta, Gali dibujó en su rostro una leve sonrisa de felicidad. Al menos a uno de los dos las cosas le están saliendo bien – se dijo antes de observar disimuladamente a su hermano.

Desde que se habían puesto en camino, el semblante grave de Giadel no se había esfumado de su hermoso rostro y ella, preocupada por él, no había podido dejar de darle vueltas al incidente que había ocurrido entre él, la sombra y Anil.

Cuando vio que todavía quedaba en pie una de aquellas sombras con la forma de la Erinia que la había creado, Gali, con el corazón en un puño y a punto de estallar, temió de verdad que su hermano iba a morir delante de ella y que no podría hacer nada para evitarlo. Pero, como si de una saeta se tratase, Anil apareció y se interpuso en el camino de la garra fatal salvando así la vida de su hermano menor.    

Aquel acto de sacrificio, se había clavado profundamente en su corazón y, sin ninguna duda, lo había hecho más hondamente en el caso de Gia. Jamás podría agradecerle lo que había hecho por él y a la vez por ella y no se había cansado de darle las gracias diciéndole que, para lo que quisiera, la tendría siempre como amiga. Anil, completamente abrumada por sus muestras de afecto, se había sonrojado y había aceptado encantada su amistad.

Mas, el agradecimiento de Giadel jamás hizo acto de presencia y eso le reveló a Gali que algo había sucedido entre ellos dos; algo que su hermano no le había confiado.

Ella sabía que los dos eran amigos, muy buenos amigos de hecho. Galidel había sido testigo de su cercanía en Queresarda, y también, durante la huida del bosque inexpugnable; por no decir durante el camino a Mazeks. En la mirada de ella, Gali había podido descifrar algo más que amistad y en la mirada de su hermano… En fin; Gia era como un libro cerrado y un experto en ocultar sus auténticos sentimientos si así lo deseaba. En ese aspecto, los dos eran completamente diferentes.

Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora