PARTE XXV

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—Hijo puta —musitó en un hilillo Susana.

Todavía le latían las sienes por el golpe que le había dado aquella bruja de María. Su mente era un revuelo de imágenes pasadas y presentes que intentaban salir de su mente. Debía calmarse. ¿Qué otra cosa le quedaba? Aquel cabrón iba a forzarla y ella no podía hacer nada. Una sensación de angustia le atenazaba la garganta. Siempre había imaginado su primera vez de forma muy diferente. Perfumes, una habitación cálida y una buna música llenando el ambiente. Pero iba a ser muy diferente. Aquel hijo puta la iba a destrozar. ¿Qué hacer? Por los documentales que recordaba de la tele sabía que si se resistía él la destrozaría. Aunque estaba casi segura que no sobreviviría mucho más entre aquellos tres salvajes. Por el contrario, si lo dejaba hacer, su coñito sobreviviría pero ¿A qué precio? ¿Podría mirarse de nuevo ante un espejo?

—No te preocupes te haré un trabajo bonito —gruñó Raúl mientras le guiñaba el ojo

Mierda, mierda. Aquel pensamiento le reconfortó. Tenía que recomponerse. No en vano se había salvado de aquel puto fin del mundo. Aquel cabrón picha chica no podría quitarle su dignidad. Tragó saliva e intentó relajarse —Piensa en un prado verde— se dijo. Pero, sin saber como, la imagen que venía a su mente era continuamente la colinita del escritorio del Windows. Agitó la cabeza y volvió a concentrase. Debía soltar sus nalgas para que no le hiciera daño.

—Ven putita te voy a romper el culo —gritó Raúl le abrió las piernas con bestialidad y la penetró con fuerza.

Un lamento se le escapó. Sintió como la verga de aquel mamón le rompía la blandura de su cuerpo pero se sobrepuso. No debía darle la satisfacción de verla humillada. El tío se agitaba sobre ella y, aunque ella no tenía experiencia, creía que era una mierda de amante. Aquello no podía ser tan asqueroso y mal hecho o, por lo menos se contentó en pensarlo así. Después, desvió la cara hacia un lado y contuvo las ganas de llorar. Allí, al otro extremo de su vista, estaba Mario. La mirada del muchacho estaba vacía aunque estaba fijada en ella. No hablaba pero pudo ver como frotaba con fuerza la cuerda que lo mantenía atado al pasamano. Un grito de angustia parecía pegado al rictus de su mandíbula. Parecía a punto de estallar y, eso, sólo significaría que los salvajes lo matarían en un momento. Al menos debían vivir un poco más se lo debían a la humanidad. Al menos, a la humanidad decente.

—No es nada, de verdad Mario, no es nada —Susana dibujó aquellas palabras hacia él y sirvió para que aquel se detuviera un momento. Sus ojos lloraban arrasados y ella insistió en mover sus labios sin emitir sonido—. No pienses en ello, yo no estoy aquí esto es sólo una carcasa.

Cuando acabó de hablar sin ruido, volvió a mirar hacia aquel cabrón que la estaba forzando. Tenía los ojos salidos y la cara enrojecida, como si el esfuerzo fuera acabar con su mierda de vida. Cerró los ojos y tomó una decisión, Debía acabar con aquello. Levantó las piernas y agarró las de Raúl con fuerza. Al mismo tiempo, le agarró la espalda y le clavó la uñas- Tragando bilis comenzó a suspirar y gritó.

—Fóllame Raúl, fóllame —volvió a gemir y apretó con más fuerzas las nalgas del tipo—. Eres todo un hombre. Jódeme y lléname de ti. Dame el calor de tu polla.

—Pero… ¿qué coño? —Raúl se detuvo—. Estás loca.

—Acábame que me tienes loca amor mío —intentó que sus palabras sonaran apasionadas—. Desde el insti me tienes mojada y por fin lo he conseguido.

—Hija puta… yo —no se creía lo que oía— pero…

—Hazme tuya campeón y luego tómame por detrás —ella misma se sorprendió por lo que decía. Debía haberlo escuchado en alguna peli mala de las que daban los fines de semana.

Por lo menos había conseguido que aquel cabrón dejara de metérsela. Por nada del mundo quería que se corriera dentro. Pronto. él, se aflojó y ella notó como dentro se arrugaba como una pasa –Vaya mierda de hombre-, pensó. Él se levantó, mientras miraba a María y a Pedro que se habían sentado en un extremo y habían comenzado a tocarse, excitados con la violación. Raúl estaba fuera de sí.

—Puta de mierda —le dijo y luego volvió a mirar a sus amigos—…y, vosotros, ¿Qué coño hacéis? Follando mientras me tiro a esta guarra. Sois unos cabrones.

Se movió de forma torpe mientras se subía los pantalones y escondía el pingajo. Buscó a su alrededor y cogió un machete.

—Os voy a joder —de sus labios salía baba blanquecina—. Os estáis riendo y, de mí, no se ríe ni mi puta madre. 

Extraña enfermedadOnde as histórias ganham vida. Descobre agora