PARTE VII

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Las horas del día eran las peores. A pesar de la protección que le daba su negra piel, el fulgor del sol era tan terrorífico que no permitía estar ni un segundo fuera de los edificios. Incluso con la protección que le daba su enfermedad, él se escondía en las zonas más sombrías y se echaba ropa por encima pero, aún así, notaba un picor intenso sobre su cuerpo.

Era un terrible pensamiento el que le abordaba de continuo. Que horrible debía haber sido aquel dolor para el resto de las personas que no tenían su enfermedad. Otra vez la puñetera enfermedad. —Exceso de melamina —le había dicho el médico a mamá, cuándo él nació. Sin padre, al que nunca conoció, porque aquel pobre hombre no había estado a la altura, admiraba aún más como su madre había tirado adelante en un mundo complicado, sin ayuda, y con aquel engendro ennegrecido por hijo.

Luego, los médicos, le pusieron nombre a su dolencia: síndrome de híperpigmentación. No es que la enfermedad en sí fuera rara. Había muchas personas con aquellos síntomas, lo que era diferente en él era la extensión de las lesiones y su color oscuro, tanto que no se conocía ningún caso más en la literatura científica -le dijeron-. Cuando el sol decidió pasar página y olvidarse de la humanidad aquella triste enfermedad le había salvado la vida y, al mismo tiempo, había condenado a los que se reían de él pero, también, a los que le ayudaron o se habían apiadado de la joven madre y su extraño retoño. -¡Mierda de sol!-.

Las largas mañanas, que se hacían eternas, las dedicaba a hacer juegos mentales. Así que para variar su rutina abrió un poco la lona que lo cubría y miró con cuidado hacia la calle. El brillo intenso lo llenaba todo y tuvo que entrecerrar los ojos. La luz convertía todo en un paisaje gris de un blanco ceniciento que parecía uniforme. De pronto, algo le llamó la atención. Sólo había sido un destello y se esforzó en volver a encontrar el origen de aquello. ¿Por qué? Qué tenía lo que había visto para que se obligara a volver a buscarlo.

Mientras lo meditaba lo vio de nuevo. Sí, allí estaba. Era algo de color verde que había destacado en un sólo instante fugaz en el blanco gris que lo inundaba todo. Se incorporó y se acercó hasta el desastrado escaparate. Lo hizo hasta que el terrible sol le mordió la piel y tuvo que pararse. Desde allí no veía que había sido lo que había visto. Así que se obligó a retroceder, no sin antes coger un trozo de estante metálico retorcido y lo puso en el suelo en la dirección que creía se encontraba su objetivo. Así podría encontrarlo más tarde.

—¡Dios! —se quejó— Qué día más largo iba a pasar hasta que pudiera investigar su descubrimiento.

Extraña enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora