Prólogo

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11 años

La comida con los amigos de mis padres se me estaba haciendo muy aburrida. ¡Quería irme a mi casa ya! Hablaban de cosas sin sentido para mí, como la deuda pública o la banca internacional. Estaba cansada, no entendía que diversión encontraban mis padres en sentarse a comer y hablar mucho. Lo que realmente quería yo era explorar nuestra nueva casa: era gigante y tenía mil lugares para esconderse. Mi anterior casa también me gustaba mucho, pero sin duda en la nueva me dejarían tener mascotas. A mi perrito lo llamaría Baghera, como la pantera de mi película favorita.

Me aburría mucho. Esto seguro que estando solo con mi mama no pasaría, ya habríamos acabado y estaríamos comiendo un helado de chocolate en algún parque. Yo quiero mucho a mi padrastro Paul, es muy bueno y me arropa por las noches como mi mamá. También me hace crepes los domingos por la mañana y están más ricos que los que hace mi abuela. Estoy muy contenta de que se haya casado con mi madre, la boda fue muy divertida y habían venido todos mis primos. Paul es mi verdadero padre. Antes, yo era la única del cole que no tenía papi, porque mamá me dijo que había tenido que viajar mucho y no pudo hacerse cargo de mí. Pero no pasa nada, en realidad nos había abandonado, quizá quería mucho a mi madre, pero no me quería a mí.

Mi madre conoció a Paul varios años después, cuando yo tenía 6 años. Eran muy felices y solíamos ir mucho al cine y a comer cosas ricas. También tenía una nueva hermanita, con la que podía jugar al escondite y jugar en la playa. Hubo un problema con la hermana de mi madre, mi tía, que murió no entiendo muy bien por qué, pero mi madre estuvo mucho tiempo triste y tuvieron que aplazar la boda.

Paul es según mamá un empresario de "éxito" que es algo así como famoso y mi madre se dedica a contar los gastos de las empresas (creo) y como era normal, cuando Paul la conoció seguro que se le quedó una cara como la de Hércules al conocer a Megara. Mi madre es la mujer más guapa que conozco. Es alta, con el pelo rojo y muy rizado, algunas pecas como yo, ojos verdes y una preciosa sonrisa. Era muy alegre y contaba muchos chistes. Normal que a Paul le gustase.

Me levanté y salí al inmenso jardín de esa casa, dónde estaban jugando los otros niños (hijos de los amigos de mis padres) con la pelota. No me habían avisado para ir a jugar y me había dado vergüenza ir con ellos. Mi hermanastra Lea no había venido, porque ese fin de semana le tocaba ir con su madre.

Me acerqué a ellos emocionada, por fin me divertiría un rato. Eran unos 8 chicos de más o menos mi edad, eran todos muy guapos. ¿Por qué en mi colegio no puede haber chicos guapos?

-Hola, quiero jugar- dije agitando mis manos para llamar su atención. Pasaron de mí, estaban demasiado concentrados en un juego en el que parecían que les iba la vida. Gritaban, saltaban y no paraban de correr, pero ni por un segundo me miraron. Estuve esperando unos minutos hasta que por un golpe de suerte el balón cayó a mis pies. Uno de ellos se acercó corriendo.
Era el chico más guapo que había visto en mi vida, rubio, de ojos azules...seguro que de mayor saldría en las películas de Disney Channel.

Me quedé allí plantada, ligeramente sonrojada sin saber que decir. Últimamente me ponía más nerviosa de lo normal cuando habían chicos cerca. El chico rubio me miraba para que yo le devolviese el balón:

- ¿Y? ¿Piensas devolverme el balón? -dijo en un tono demasiado brusco para mi gusto.

-Quie-quie-ro-ro ju-gar-tartamudeé, roja hasta la médula.

El chico me miró de arriba a abajo varias veces, provocando que yo me sonrojase aún más si eso era posible.Luego comenzó a reírse:

-¿Tú?¿quieres jugar?-dijo como pudo entre la risa. Yo no le veía el chiste. Asentí con la cabeza levemente ya que era todo lo que me podía permitir-¿sabes correr?

Quiero darte un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora