No es un adiós, es un hasta luego

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POV: Arianne

Jean Pierre Beaumont murió tres días después de nuestra llegada.

Siempre lo recordaré como el chico de sonrisa cálida y voz suave.

Sus últimas palabras fueron:

No estéis tristes, yo no lo estoy, os quiero, me queréis y voy a reunirme con Lorena, llevo tres días sin verla, y nunca había estado tanto tiempo sin ella.
¿Por qué lloráis?
Esto no es un adiós, es simplemente un hasta luego.

No había cumplido 19 años todavía, le quedaban dos meses.

Mucha gente lo quería, eso se demostró el día de su entierro, dónde el cementerio se llenó de trajes negros y lágrimas amargas.

Abracé de costado a la madre de Peterson que lloraba desconsolada por el chico al que consideraba su hijo y por su sobrina política. Su pequeña pelirroja que estaba más en su casa que en la de sus padres.

-Lo siento mucho Alex-susurré intentando no llorar.

-Yo también lo siento, pequeña, ¿dónde está Eric?

Miré a mi alrededor asustada en busca de Eric.

¿Dónde estaba?

Lo vi apoyado en un árbol y caminé hacia él rápidamente, lo más rápido que pude con los tacones negros que me había comprado Lydia.

Justo varios pasos antes de llegar hasta su lado, me asaltó el miedo. ¿Y si no me quería junto a él ahora?

Quizás yo no era lo suficientemente buena para él en estos momentos. Necesitaba alguien que lo tranquilizara y apoyar y yo soy un manojo de nervios.

Ahora mismo, Eric Peterson tenía el corazón roto y yo no podía hacer nada para remediarlo.

No sabía que hacer, me sentía patética, torpe e inútil.

Eric se encontraba recostado contra el árbol, con los ojos cerrados y una expresión pacífica en el rostro.

Que atractivo era, ese traje negro le quedaba...

Abrió los ojos lentamente, enfocándose en mí, sus iris azules eran tan bonitos...me sonrió levemente y yo salí de mis pensamientos, sonrojándome profundamente.

-Hola-dijo cálidamente, aunque estaba cansado y ojeroso. Se le notaba que no había dormido desde hacía tiempo.

La verdad es que en todo este tiempo en París no había estado junto a él.

Lydia me necesitaba más que él, o eso me había dicho.

Quizás estaba más concentrado en no llorar y en consolar a sus amigos franceses que en mí.

No estaba molesta, lo comprendía, quizás yo era demasiado aburrida para él, o no sabía consolar a nadie.

Los pocos minutos que habíamos estado juntos parecían valer oro, al menos para mí, Eric estaba demasiado cansado, se pasaba todo el día en el hospital con Jean.

-Ho-hola, ¿cómo te encuentras?-pregunté torpemente recolocando un mechón rebelde de mi recogido.

Él sonrió sin enseñar los dientes:

-Podría estar mejor la verdad...-miró el cielo y ami se me partió el corazón por enésima vez en estos días-¿Sabes?

Lo miré atenta, observando cada gesto.

-Él me pidió que no estuviese trsite, porque estaría feliz de reencontrarse con Lorena.

Tragué duro balanceándome en mis pies.

Quiero darte un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora