tres; Talitha

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Sábado

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Sábado

Observo con picardía a mi hermano, alias mi mejor amigo que ve con ternura a una chica que se ha manchado con el helado sus manos. Él no se ha percatado de mi acosadora mirada por lo que decido aclarar mi garganta, me acerco para chocar hombro con hombro, así que se gira para verme e inmediatamente sus mejillas se tornan un color rojo.

—¿Qué? —murmura en voz baja, con esperanza de que aquella linda pelirroja no nos escuchara, aunque era tan absurdo ya que se encontraba a unos cuantos metros lejos de nosotros.

—Ve a ofrecerle una servilleta. —Sacudo mi mano para tenderle una servilleta, Tyron ladea su cabeza de lado a lado para negarse, como me lo esperaba ya que es demasiado tímido—. Entonces vamos —mi voz suena amenazante, tomo la muñeca de mi hermano para estirarlo hasta estar cerca de la chica.

Mi hermano necesita un pequeño empujón porque él no se animaría a hablarle a aquella chica, sé que en el fondo lo desea, porque él es más alto y fuerte que yo y puede evitar que lo mueva. Pero puedo obligarlo a caminar, aunque sea despacio y en verdad me cuesta un poco. 

—Hola —saludo mientras vuelvo a extender la servilleta en dirección a ella.

Ella lo toma mientras me brinda una sonrisa en forma de agradecimiento. Limpia la comisura de sus labios seguida de sus manos para finalmente dejar la servilleta de lado.

—Perdón, soy un desastre cuando como, muchas gracias por tenderme la mano. La mayoría de la gente prefiere hacerse de la vista gorda.

—Para eso estamos, ¿cómo te llamas? —intento hacer una plática, mi hermano aún se mantiene callado y me dan unas ganas increíbles de darme con la pared.

—Soy Amalia, ¿ustedes?

—Yo soy Talitha, y mi hermano es Tyron. —Indico a mi hermano, solo puede regalar una tímida sonrisa.

—De pura casualidad; ¿ustedes son gemelos? Se parecen un montón, pero no como hermanos así de diferente edad —declara, los colores de su piel empiezan a tornarse rojos, porque se dio cuenta que sonaba absurdo lo que decía.

Pero, ¿quién somos nosotros para juzgar?

Tomo asiento en una de las sillas que se encuentran vacías, mi hermano imita mi acción. Yo espero a que el conteste. Dios escucha mis plegarias, ya que lo veo abrir sus labios para informarle. Así nace un tema de conversación entre los dos chicos, yo me siento un poco excluida, pero como fanática compulsiva de las historias romántica solo los escucho. Así que me pongo revisar mi celular, aunque no estaba atenta a este, pero no quería ser tan obvia.

—Ty, tengo que ir al trabajo —interrumpo cuando me doy cuenta de que solo falta quince minutos para que mi turno empiece.

Tyron hace una mueca de desacuerdo que estoy tan segura de que Amalia se puede dar cuenta. Mi hermano va a abrir nuevamente su boca cuando la compañera lo prorrumpe.

—Vengo en auto ¿gusta que los lleve? Es lo que quiero hacer luego de salvarme del maligno helado que me ha dejado toda manchada.

Antes de que yo pudiera siquiera responder, mi hermano asiente con la cabeza. Puedo notar como Amalia sonríe satisfecha a lo que acaba de obtener.

Dejamos la mesa junto del local para salir del centro comercial. Llegamos al estacionamiento y abordamos a su automóvil de segunda mano. Es muy lindo, la verdad, me gustaría tener uno sin importar que alguien más lo haya usado. Le doy la dirección de la pizzería, segundos después me halaga ya que ha ido un par de veces y está completamente satisfecha con el servicio que ofrecemos.

Cuando estamos en frente de la pizzería, le doy las gracias, porque se ha tomado la molestia en traerme. Me pide el número de teléfono, así que se lo doy sin reprochar nada. Le pregunto a Tyron que si se va a quedar conmigo o se va ir con ella. Inesperadamente se va a quedar con la chica, creo que el apocalipsis zombie va a llegar pronto.

Entro a la pizzería, saludo a mi amigo Louis que está limpiando una mesa de la esquina.

—¿Cómo se ha encontrado el día de hoy?

—Pues como sabes, los sábados están saturados. No tarda tanto en llegar la gente y para ti, tu pedido a domicilio —responde, deteniéndose unos segundos para mirar mi cara y limpiarse la frente brillosa con el dorso de la mano.

Palmeo su espalda amistosamente para informarle que me iba a ir con mi otra compañera Jenna para contarle el chisme de mi hermano. Ella siempre ha creído que es gay, porque es muy cohibido. Confieso que también tuve mis dudas, pero lo único que me interesa es la felicidad de mi hermano, el resto es un bonus.

Jenna escucha atentamente toda la historia entre Amalia y él, pedimos a Dios que por favor salieran, que dejara de cuidarme tanto, y que tuviera su propia vida. También gritamos con voz chillona, debo de admitir que de igual manera damos brinquitos de vez en cuando.

—Oye, me parece extraño. —La morocha frunce el entrecejo confundida, sus cejas pobladas y oscuras sin depilar son maravillosas.  Yo realmente no sé a lo que se refiere por lo que chasqueo la lengua en busca de más información—. Que la casa de siempre ha dejado de pedir desde hace un par de semanas ¿estará mal o algo? —Acaricia su barbilla mientras frunce su entrecejo.

Agacho mi mirada para jugar con los dedos de mis manos, evidentemente nerviosa. Toco mi melena oscura y cortita para evitarla.

—¿Qué ocultas? —pregunta con diversión, encojo mis hombros sin poder sostenerle la mirada —. Talitha Leets, eres la peor mentirosa que jamás he conocido ¿qué es lo que ocultas?

—Está bien, te diré la situación, pero por el amor de Dios, no le vayas a decir a nadie.

Jenna sonríe con un extraño gesto, asiente con la cabeza, esperando a que cuente la historia.

—La otra vez que fui, más bien la última vez, pues llegué quince minutos tarde. No me abrió la puerta una de las muchachas sino el jefe, pero se portó muy grosero y lo dejé con la boca abierta ¡me trató muy mal, se cree superior! Yo no me iba a dejar por él. —Cruzó mis brazos con indignación sobre mis inexistentes pechos.

—¿Qué te dijo?

—Que la pizza era gratis porque llegué tarde.

Jenna se río.

—Pero tiene razón. —Muerde su labio inferior para aguantarse las carcajadas.

—¡Pero es millonario! ¿qué le costaba darme doce dólares? —replico, soltando un bufido.

—Doce dólares —responde, ahora sí carcajeándose como si no hubiera un mañana.

¿Qué le pasa a Jenna, es que acaso está a favor de ese hombre?

Mi pizzera es una idiotaWhere stories live. Discover now