veintitrés: Talitha

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Viernes

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Viernes


Abro la puerta de mi casa y lo primero que huelo es a pastelitos recién horneados. Descuelgo la mochila de mi hombro para dejarla en el sillón. Los ladridos de mis perros atraen mi atención. Están en el patio rascando el cristal para dejarlos entrar, aunque los ignoro un poco.

—Tyron, ¿por qué estás horneando pasteles tan temprano? —inquiero, acercándome a la mesa donde hay un betún de chocolate, no puedo resistirme y meto un dedo para darle una probadita.

—Los viernes yo salgo temprano de clases, pero la señora Caroline adelantó hoy su club de lectura y me pidió los pasteles —explicó, sacando una charola del horno—. Ni se te ocurra volver a meter el dedo que te lo corto —advirtió, achicando sus ojos.

Alzo ambos brazos como rendición, aceptando su amenaza. Me encojo de hombros, buscando una servilleta para limpiar el resto de mis babas, aunque al no encontrarla, decido limpiarme con el pantalón de mezclilla que estoy usando.

—¿Y vas a irte en camión o vas a pedir un taxi? —pregunto con curiosidad, fijando mis ojos en la manera en que agarra una manga pastelera para decorar el pastel.

—No, me parece que va a venir el chofer por mí ¿Tú qué vas a hacer? —Deja de decorar un segundo para verme.

—Voy a ir con Jeremy, últimamente está muy inquieto y la verdad no sé. Tiene delirios de ser un empresario exitoso, ya no es Batman. —Aprieto el puente de mi nariz con fuerza, tratando de tranquilizarme—. Las enfermeras me están pidiendo si puedo ir a visitarlo más seguido, las risas es la mejor medicina —explico, notando como mi hermano vuelve a retomar su arduo trabajo.

—¿Ya comiste algo? —preguntó Tyron.

—Sí, fui a comer con Hanna —replico con sutileza.

Lo veo arrugar el entrecejo, pero no es problema mío que mi hermano le agraden o no mis amigos.

Deslizo la puerta de cristal, mis animales cual avalancha se lanzan hacia a mí. Siento una lengua húmeda por mi mejilla. Alboroto las orejas de mi perro. Me agacho para tomar en brazos a uno de los gatos que entrecierra sus ojos, yo siempre he creído que esa es su manera de expresar su amor.

Lo dejo de nuevo en el suelo en busca de una escoba y el recogedor para limpiar el patio antes de marcharme. Las condiciones que tengo para mantener a mis animales es tener siempre limpio. Aunque ellos quieren jugar, uno mediano me trae la pelota y la arrojo, dándome tiempo de levantar los desechos, debido a que todos se pelean por ser quien me deba de entregarla.

Al terminar, lavo mis manos con la llave que está afuera, por lo que les lleno el plato de agua. Deslizo la puerta otra vez, quedando perpleja cuando veo a un rubio a lado de la mesa cuadrada.

¿Qué es lo que está haciendo Kent en mi casa?

—¿Hola? —Rasco detrás de mi cabeza con confusión.

Mi pizzera es una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora