XII. El Jacho

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Lugar: Puerto Rico


El pescador maldito

Dado que Puerto Rico es una isla, familias enteras que habitan las ciudades costeras suelen dedicarse a la pesca, por lo tanto, la mayoría de las leyendas de terror que conforman el folclore de Puerto Rico tienen que ver con pescadores. El Jacho fue un pescador y su historia, probablemente, la más famosa de todas.

La leyenda de El Jacho es una maldición ligada a una familia en particular, de la ciudad de Salinas, muchos lo llaman El Jacho Centeno, atribuyéndole un apellido.

Variadas son las historias que de él se cuentan, sin embargo, a pesar de las muchas versiones, todas concuerdan en un mismo elemento: la cruz quemada y las consecuencias que ello implica.


La leyenda: una condena moral


De entre las diferentes historias, la más difundida nos cuenta que EL Jacho era un pescador que se hizo a la mar en vísperas de un Viernes Santo. Sabiendo que debía volver para la misa de madrugada, entre las cosas que llevó consigo se encontraba un crucifijo.

Pasada la medianoche, y ya entrado el Viernes Santo, comenzó el pescador a tener una buena pesca. En este punto hay dos vertientes de lo que a continuación sucedió: una de ellas dice que, tras consumirse toda la mecha de su lámpara de keroseno y quedar a oscuras, el hombre optó por continuar con la abundante pesca y quemó la cruz para alumbrar las redes mientras subía la carga al bote; la otra versión asegura que fue el mismísimo Diablo quien convenció al pescador de encender la cruz a cambio de tener una excelente pesca, sólo para, finalmente, hundirle la embarcación antes de llegar a la orilla con su abundante ganancia.

El cuerpo jamás fue rescatado del mar. La gente cuenta que es posible verlo envuelto en llamas a lo lejos, desde la cala (punto más profundo de la bahía), saltando desde las aguas hacia monte adentro.

Los vientos de Cuaresma en Puerto Rico son muy fuertes. Comienzan con la Cuaresma y duran hasta un par de semanas después de Semana Santa. Se dice que esta brisa extendió las cenizas de la cruz por toda la isla y que El Jacho no descansará en paz hasta recuperar la última ceniza del crucifijo quemado. Por este motivo es posible verlo a lo largo de la costa sur de Puerto Rico hasta la cordillera central, bien entrada la isla.

El Jacho es así un ejemplo de lo moral y religiosamente reprochable, condenado por sus actuar anticristiano a penar por mar y tierra buscando los restos de aquello que jamás terminará de encontrar. Quemar la cruz constituye para los creyentes un acto horrible de sacrilegio, la profanación de uno de los elementos más representativos del cristianismo (sino el más), y por ello las fuerzas del más allá sentenciaron la muerte del blasfemo y su eterna desdicha.

La intención moralizante y sancionatoria de la leyenda va más allá de quemar una cruz, pues nos muestra que cualquier tipo de acción que violente el dogma cristiano será penada, incluso, podemos decir que trasciende la propia religión, insertándose en el consciente colectivo, allí en donde los principios y valores de la sociedad emanan.


Jacho


El término "jacho" es un vocablo de origen indígena, proveniente de la civilización taína, que se refiere a un trozo de palo de cuaba que se usaba como antorcha para alumbrar o hacer fogatas. En Puerto Rico jacho es una antorcha rústica hecha, generalmente, de madera de tabonuco. Cabe aclarar que la Real Academia Española tiene otro concepto respecto del término "jacho", pero, claramente, el que nos interesa es el que culturalmente forma parte del léxico de la región centroamericana.

Sabiendo el origen del vocablo, no es difícil entender por qué al pescador maldito se lo denominó "El Jacho", pues siempre se presenta rodeado de un aura de fuego de un rojizo intenso.


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El Jacho y la realidad


Mucho podemos decir sobre este terrorífico personaje, pero cuando la historia viene de la propia experiencia se vuelve inevitablemente real, atrapante... encantadora y espeluznante en igual medida.

El abuelito de nuestra querida Auxiliar de Comunidad, LynnS13, es un pescador puertorriqueño de profesión y vocación que, con casi 95 años, ha vivido incontables experiencias, entre ellas, haber visto a El Jacho. Nadie mejor que él, con sus propias palabras, podría ilustrarnos lo que la esencia de El Jacho representa en el folclore boricua:

Yo lo vi una vez, cuando era niño, es una llama roja que se posa sobre las palmas sin quemarlas. Lo vi saltar desde lo que sería hoy en día la entrada de la urbanización hasta el centro de la bahía. Mi madre me dijo que ella creía que eso iba más allá de Dios o el Diablo, "son cosas de la mar -me dijo-, Dios puede perdonar ser pobre y necesitado, pero la mar no perdona cuando alguien toma más de lo que debe. Ser pescador y avaro no es bueno. Toma lo tuyo, deja para los demás y agradece. La mar no perdona".

En los pueblos costeros siempre existió una callada reverencia a las aguas, cuestiones que se mezclan con el temor a Dios para poder expresarlas de manera más aceptable.



¿Has oído hablar de El Jacho? ¿Lo has visto? Coméntanos en la caja de comentarios cualquier experiencia que hayas tenido o escuchado sobre este personaje.

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