Cuando falleció mi abuelo, sentí el aroma de su cigarrillo estando sola, sin nadie fumando cerca y a más de 20 kilómetros de donde él estaba, a la misma hora que falleció.
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A causa de una enfermedad, suelo despertarme durante la noche en reiteradas ocasiones, aunque a veces consigo dormir toda la noche. De igual manera, ya estoy acostumbrada a ello y tengo diferentes técnicas para volver a conciliar el sueño. Una de ellas, es implemente cerrar los ojos y quedarme en silencio.Pues bien: una noche, después de despertarme sorpresivamente, cerré los ojos para volver a dormirme, cuando comencé a escuchar pisadas en el pasillo. Pisadas suaves, tranquilas. Ante eso, pensé en que algún familiar se había levantado.Las pisadas siguieron y siguieron. Me extrañaba que ese alguien no regresase a la cama. Hasta que las pisadas se convirtieron en corridas. Alguien corría de un extremo a otro de la casa. En ese instante, se convirtieron en pasos fuertes. Parecía que ese alguien estaba apurado, como si estuviese llegando tarde a algún sitio.Y así como llegó, se fue. Las pisadas desaparecieron sin más. Quizás, después de todo, llegó a su destino.
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Me pasó cuando tenía 7 años, más o menos.Era diciembre de 2004 y mis padres trabajaban hasta tarde, por lo que yo me había quedado con mi abuela en su casa. Alrededor de las 12:30 o 1 de la madrugada, empezaron a escucharse sollozos provenientes de la calle, por ese entonces no había escuchado la leyenda de la Llorona así que me asomé a ver curioso por la ventana. Al asomarme no pude ver nada, todo estaba oscuro, excepto por algunas tenues luces de navidad que algún vecino había olvidado apagar, sin embargo, los sollozos eran cada vez más fuertes y cercanos y hacía cada vez más frío. De repente, apareció mi abuela y me apartó rápidamente de la ventana, luego nos acostamos. Por mucho que le pregunté qué era lo que se escuchaba ella solo me decía que me durmiera. Los días siguientes me evadió el tema, y no fue hasta que crecí y conocí la leyenda de este espectro que ella me dijo lo que pasó esa noche, y que me había apartado de la ventana para no ver a la Llorona y que me enfermera o algo peor.
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Recuerdo que, cuando era niña, viví en las sierras del estado Lara, específicamente en Tamaca del Municipio Iribarren. En esa área solían sembrar y criar ganado (casi siempre que volvía del colegio veía a los pastores de ovejas paseándolas). Recuerdo que, en la estación policial del lugar, a los que les tocaba la guardia nocturna solían decir que veían a un señor altísimo caminando a lo lejos, seguido del clásico silbido que cualquier venezolano reconocería. Una noche que regresaba de una reunión familiar, iba con mi bisabuela de hecho, escuchamos el sonido que emite El Silbón (no lo oímos ni muy lejos ni muy cerca, cosa que nos espantó un poco). Ambas lo reconocimos al instante, y procedimos a acelerar el paso y regresar a nuestro hogar en lo alto de una colina. Debido a mi crianza de campo, estaba increíblemente asustada, mi bisabuela me dijo que no había nada a qué temer, pero que sería mejor no meternos (o encontrarnos) con él.También recuerdo que la gente solía hablar de unos perros grandísimos que se la pasaban por el cementerio en la madrugada, pero eso es otro mito/leyenda del área.Desde que me mudé a Valencia, Carabobo, jamás volví a escuchar algo similar...
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