8. Desconocidos.

81.2K 3.8K 650
                                    

¡Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Ya llegué, con capítulo nuevo y todo. <: 

AVISO IMPORTANTE: a partir de mañana no tendré Internet debido a algunos asuntos personales -nada grave- pero el caso es que no sé cuando vuelva a tener, puede que sea pasado mañana o hasta dentro de dos semanas, es incierto. Para que si me desaparezco no crean que he muerto. :)

Disfruten. <3

Paul se había decidido por estacionarse en cuanto tuvo la oportunidad, probablemente porque mi aspecto se veía poco estable. Específicamente, me veía como si de un momento a otro pudiera ponerme a llorar o a gritar como desquiciada, y cualquiera de las dos era potencialmente posible.

Mi pecho subía y bajaba con cada segundo, mientras mi cabeza era un remolino por dentro. Mi mente se debatía entre lo real y lo fantasioso. Por una parte, estaba segura de que no podía haberlo simplemente confundido con alguien, Richard Russel había tenido tal impacto en mi vida que confundirlo así de simple era algo imposible. Y por otro lado, la idea de estar volviéndome loca y haberme imaginado a Richard empezaba a hacer un espacio en mi mente, que mientras más vueltas le daba, más profunda se hacía. Y eso me aterraba.

La locura en ese contexto no me agradaba.

Me mordí el labio con fuerza, hasta hacerlo sangrar. El dolor me ayudó a concentrarme.

Lentamente, me giré hacía Paul, que no había mencionado palabra alguna desde que nos habíamos detenido. Él estaba inclinado sobre mí, con ganas de decir algo pero sin el valor para hacerlo.

Estábamos tan cerca, que incluso podía ver mi reflejo en aquellos ojos oscuros tan bonitos que tenía. Lo que vi no me gustó en lo absoluto.

Cerré los ojos y tomé una profunda respiración.

Uno.

Dos.

Tres.

—Estoy bien —murmuré con voz quebrada.

De acuerdo, no lo estaba, en lo absoluto, pero no iba a dejar que mi trauma con Richard afectara a los que se habían quedado ahí para mí. Ese era uno de los objetivos del plan, ¿no? No iba a permitir que apenas que empezaba a ponerlo en marcha ya empezara a fallarme a mí misma.

—¿Gisselle? Pero, acabas de decir que…

—Estoy bien —lo interrumpí, y me volví a mirarlo, reuniendo toda la seguridad de la que era capaz—. Lo juro. —Puse por un segundo mi mano sobre la suya, sólo un segundo—. Además, quedé de llegar al taller antes de las cuatro, así que… ¿Puedes llevarme allá, por favor? No soportaría otra semana sin mi…

Fui interrumpida por el movimiento brusco de manos de Paul. Alzo sus grandes y masculinas manos hacia mi rostro, para tomarlo entre ellas y luego acercar su cara más de lo que ya estaba hacia la mía.

Nos miramos unos segundos, y justo cuando creí que iba a presionar sus labios sobre los míos —no es como si lo estuviera esperando, o quisiera— se alzó un poco más, para finalmente depositar un breve y dulce beso sobre mi frente. Un sencillo beso, nada parecido al estilo de Paul. Era más bien el tipo de contacto parecido a los que me daban mi padre, Eleazar o Chad, no Paul, en definitiva.

Me quedé shockeada un instante.

—Lo superarás, lo harás —me aseguró, sin que yo pudiera hacer otra más que mirarlo.

¿Me decía eso porque él ya sabía todo lo que había pasado? ¿Sabía la verdad acerca de Richard? No, no había manera, seguramente sólo tenía teorías, pero no podía saber la verdad.

Locos y enamorados (EDUI #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora