20. Oportunidad.

22.8K 1K 459
                                    


FAVOR DE LEER AL FINAL.



El timbre sonó y mi cabeza dio un tirón hacia arriba como si acabaran de soltar un disparo. Parpadeé varias veces mientras manchas borrosas se movían frente a mí y salían apresuradas, como si fuera de vida o muerte.

Me enderecé con la característica pereza de un recién levantado y traté de enfocar la mirada, que no llegó más lejos que la expresión de tristeza y decepción de la dulce y anciana señora Sander, quien claramente no estaba contenta con mi pequeña siesta durante su clase.

Desvié la mirada fingiendo arrepentimiento, el cual era completamente falso, ya que mi cerebro seguía lo suficientemente dormido como para hacerme sentir algo más allá de sueño.

Tallé mis ojos un par de segundos esperando que la manada de alumnos despejara el salón y tomé mis cosas disponiéndome para partir hacia los casilleros.

Las personas pasaban a mi lado, luciendo despreocupadas y eufóricas como siempre ocurría cada vez que acababan las clases por el día. Me sentía adormecida, pero no pude evitar preguntarme si alguna de las personas que me rodeaban estaría pasando por lo mismo que yo, no podía ser la única, ¿o sí?

Todavía adormilada, llegué hasta mi casillero y alcancé a meter todas mis cosas sin que se desparramaran las que ya estaban adentro. Mi casillero era la perfecta representación de lo que era mi vida en esos momentos: un desastre.

Cuando lo cerré, y tal y como pasa en una típica película americana, detrás de la pequeña puerta estaba recargado un chico súper ardiente con una media sonrisa dibujada en su rostro y mirándome como si fuera un pequeño bocadillo.

—Jesús —exclamé ante la sorpresa y despertándome inmediatamente de aquel trance—, Zachary.

—No iba a dejar que te escaparas, Gis —respondió ensanchando su sonrisa que en esos momentos me pareció irritante—. Ven.

—Oye, pero ¿qué...?

Sin preguntar, me tomó de la mano y empezó a caminar rápido, casi arrastrándome ya que sus piernas en comparación de las mías podían recorrer mucho más en menos tiempo. Al principio no tenía idea de a dónde nos dirigíamos, pero conforme seguimos avanzando me percaté que nos dirigíamos al lugar donde nos encontramos por primera vez.

Subimos rápido las escaleras, tomados de la mano y de no haber sido así yo hubiera quedado con la cara estampada en el suelo, y no fue que me soltó hasta que cruzamos la gran y oxidad puerta.

—Puedo caminar sola, gracias —dije cuando alejé mi mano violentamente de él.

—Lo sé, pero tú tienes prisa y yo prometí que sólo serían cinco minutos –me explicó, casi atropellando cada palabras—, y ya sólo me quedan dos y medio.

Lo miré fijamente y descubrí que esa fachada confiada había sido reemplazada por un inminente nerviosismo.

—Bien, pues te escu...—No alcancé a terminar mi frase, puesto que antes de darme cuenta Zachary tenía estampados sus labios contra los míos.

Mi cuerpo enteró estaba en shock, y lo único que sentía eran sus labios moviéndose contra los míos fervientemente, como si no hubiera nada más importante que meter su lengua en mi boca.

Una vez que mi cerebro comprendió de verdad lo que estaba sucediendo, mi mano derecha salió dispara hacia su cara, con tanta ira que me sorprendió que Zachary fuera lo suficientemente veloz para esquivarlo.

Locos y enamorados (EDUI #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora