Capítulo 20. Sólo hace falta creer.

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DRACO.

-¡Joder!-exclamo enfadado, soltando el libro que tengo entre las manos sobre la mesa. La señora Pince, la bibliotecaria, me mira ceñuda, pero yo la ignoro. Dejo caer la cabeza sobre las manos, y exhalo un suspiro. Esto de buscar está resultando más difícil de lo que creía. Hay montones de libros y no tengo una pista exacta. Me he saltado ya dos horas de clase para venir a la biblioteca. Está anocheciendo. Otro día perdido. Levanto la cabeza y paso una mano por mi pelo rubio, despeinándolo. Bostezo y cierro los ojos, agotado. Ya es Jueves. Tras dos noches incansables de búsqueda, por fin hemos encontrado esa estúpida Piedra. La encontró Theo, para ser exactos, media enterrada entre la tierra y la maleza del claro. Fue un considerable alivio, aunque ahora nos queda lo más difícil: ese conjuro. La próxima noche de luna llena es el Sábado, y nadie sabe con certeza que va a pasar, ni si seremos capaces de encontrar algo en esta montaña de libros. Suspiro.

-¿Draco?

Levanto la cabeza. Es Zabini, que se sienta en una silla a mi lado.

-¿Qué?

-¿Has encontrado algo?

-Nada.-contesto, frustrado-. Creo que vamos a tener que mirar todos estos putos libros.-respondo, haciendo un gesto que abarca todas las estanterías-. ¿Te toca ya, no?

-Si, te relevo. ¿En cuál has quedado?

-Ese de ahí.-respondo, señalando uno encuadernado en negro-. Suerte, Blaise.

-Gracias, Draco. Descansa, tío.

-Lo intentaré.

Salgo rápidamente de la biblioteca, mirando la hora. Son las nueve. Entro en el Gran Comedor. Me siento entre Pansy y Anna, mientras me sirvo directamente el segundo plato.

-¿Cómo ha ido?

-Mal.-digo, cabreado-. Zabini se ha quedado allí.

Ellas no hacen más preguntas, quizá pensando que estoy demasiado cansado para contestar.

Unos quince minutos después, salgo yo solo. Una voz suave me llama por detrás en un susurro.

-¡Draco! ¡Draco!

Me giro. Hermione está media escondida detrás de una estatua. Corro hacia ella.

-¿Estás loca? ¿Y si alguien te viera hablando conmigo?

Ella ignora lo que le digo.

-¿Dónde te has metido estos días? ¡No has vuelto para volver a practicar con tu patronus!

-Estuve ocupado, Hermione.-respondo, evitando su mirada.

-¿Quieres practicar ahora?-pregunta, con la ilusión que es casi palpable en su voz.

Dudo un segundo, mirando alrededor. Los pasillos están desiertos. Bueno, quizá no sea mala idea. Al fin y al cabo, no podré verla después de... De ese día.

-Está bien, vamos. ¡Rápido!

La agarro de la mano y tiro de ella. Caminamos (más bien, corremos) hacia el pasillo del séptimo piso. Se para y da las ya acostumbradas tres vueltas, y la puerta negra aparece en el lugar en el que antes solo había una pared normal y corriente. La sala no cambia, esta chica sí sabe como utilizarla. Por mi mente pasan las imágenes del armario evanescente, de esa sala llena de las cosas más raras que se puedan imaginar y de los mortífagos asaltando Hogwarts. Es algo que nunca olvidaré. Sin embargo, decido apartar ese recuerdo. Dentro de poco, seguramente tendré suficiente ración de maldad y mortífagos para una temporada.

-¿Preparado?-pregunta ella, sacándome como siempre de mis pensamientos.

-Sí, lo estoy.

Ella se aparta unos pasitos hacia atrás, para dejarme más espacio. Me concentro más de lo habitual en el recuerdo, debido al cansancio que tengo encima. Finalmente, consigo visualizar algo mínimamente digno: el día que ambos colgamos el candado en el puente Milvio.

Revive la magia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora