Capítulo 15. Confesiones.

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DRACO.

Cuando volvemos a tocar el suelo, abro inmediatamente los ojos. No reconozco el lugar en el que estamos. Desde el callejón oscuro en el que nos hemos aparecido, se divisan coches que pasan veloces y personas que caminan con paso firme, adormiladas aún.

-Guarda la varita.

-¿Qué?-respondo, seguro de haber oído mal.

-Guárdala, estamos en el mundo muggle.

-¿Y qué hacemos aquí?

-Ya verás. Sígueme.-responde, con una enigmática sonrisa.

Guardo la varita en el bolsillo de atrás de los vaqueros (ella ya ha hecho lo mismo) y camino a su lado. Atravesamos calles y más calles, cruzándonos con muggles que llevan prisa, que corren en una fría mañana o que caminan sin apuro. Parece que no vamos a parar nunca.

-¿Puedo saber al menos en que país estamos?

Ella me mira y se ríe.

-Estamos en Italia.

-¿Y qué hacemos en Italia?

-No seas impaciente.

Suelto un bufido, y ella se vuelve a reír. Seguimos caminando unos quince minutos más, hasta que  se para.

-Vale, hemos llegado.

Miro alrededor. No hay gente en esta zona. Estamos sobre un puente. Por debajo pasa un río y a nuestro lado hay una farola. Atados entre la farola y una parte del puente hay unas pequeñas cosas doradas y plateadas, que no logro distinguir. Me acerco un poco más. Son candados.

-Este es el puente Milvio, y también tiene su propia historia.-dice mirándome, mientras se apoya contra la farola. Me acerco un poco más a ella.

-¿Cuál es?-pregunto, fijando mis ojos en los cientos de candados allí colgados.

Sus ojos se iluminan brevemente y me mira cuando comienza a hablar.

-Verás, la historia dice que si enganchas aquí un candado con los nombres de dos personas, y tiras la llave al río Tíber, la relación entre ellas jamás se romperá.

-¿Funciona?

-¡Es una leyenda muggle, Draco! No esta al cien por cien asegurado, como en la magia. Y...-su expresión risueña cambia de repente. Se pone seria, dudosa. Incluso parece triste-. Yo... Había pensado que...-se queda a media frase.

La miro con atención. Ella mira fijamente al río que se extiende bajo nuestros pies. Pongo la mano sobre su hombro, mientras me acerco.

-¿Qué habías pensado, Hermione?

Cuando gira la cabeza y me mira, sus ojos marrones están llenos de lágrimas.

-Bueno, había pensado que podríamos poner un candado aquí, porque yo... Yo no quiero separarme de ti, Draco. No así, de esta forma. Porque yo te aprecio, Draco, en serio. Creo... Creo que te quiero.

A estas alturas, las lágrimas corren como mares por sus mejillas. La atraigo hacia mi, abrazándola. Ella llora pegada a mi cuello. La separo un poco, obligándola a que me mire.

-Hermione... Si te soy sincero, yo tampoco quiero separarme, ¿vale? Has sido una agradable compañía estos días, estas semanas. Me has hecho dudar, me has hecho sentir...-ella me mira con atención, clavando en mí sus ojos marrones brillantes, y siento la necesidad de decir lo que pienso-. Pero esto es incorrecto, lo sabes. No podemos ser ni siquiera amigos. Es lo mejor para todos, creeme.-digo, intentando que el sufrimiento no se note en mi voz.

Revive la magia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora