Matar o morir, la decisión equivocada

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Ethan se preparó mentalmente

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Ethan se preparó mentalmente. Concentración, coraje y tranquilidad era lo que necesitaba.

El gran salón del templo estaba lleno de ojos inquisidores, quienes lo juzgarían y le darían el visto bueno como guerrero; pero más importante, era el juicio de su padre. Matar o morir era la consigna, y solo lograría su aceptación manchando sus manos con sangre.

A sus catorce años, era un valioso prospecto para convertirse en el miembro más joven de la Legión, demostrando su supremacía como guerrero, o más bien, la de su padre como maestro.

— ¿Estás listo?—La melodiosa voz de su madre lo sacó de sus pensamientos. Asintió con la cabeza lleno de seguridad y envainó su espada. Si tenía suerte, esa noche se llevaría un trofeo mejor, y no volvería a envainar esa arma—. Tu padre no será benevolente, lo sabes. Peleará a matar, intentará que sea su vida o la tuya la que pague esta noche. No importa lo que te diga o lo que te haya enseñado, no dejes que la ira nuble tu mente —le recomendó con un tono impasible. No tenía deseos de perder a su hijo esa noche, ya fuera porque su vida fuese extinguida, o porque Axel al final lograse inculcarle su torcida filosofía sobre el odio y el poder.

Ethan aún estaba confundido, pero confiaba en que su padre sabía lo que hacía. Esa noche, además de arrebatarle su puesto en la Legión, se adueñaría de "Reil", su espada. Una espada sumamente poderosa que había pasado por generaciones a manos de los primogénitos de su familia. Un espada de sangre como las llamaban; espadas tan poderosas que con el tiempo habían adquirido cierta consciencia y solo podían ser empuñadas por su amo. Si él quería ser el nuevo propietario de Reil, no había más opción que fulminar la vida de su progenitor y adueñarse de ella arrebatándola de su mano inerte.

Ya era la hora, salió al campo de batalla. Los mejores guerreros de las tres naciones unuas estaban ahí, incluyendo a su familia: su madre, y sus dos hermanos menores, quienes lo observaban expectantes, temerosos por lo que fuese a suceder.

Su hermana pequeña gritó su nombre moviéndose inquieta en los brazos de su madre, y su hermano Liaw, le comunicaba con una mirada de indiferencia que lo apoyaba.

Frente a él apareció Axel, su padre, uno de los mejores guerreros de la Legión. Hubiese sido más fácil retar al miembro más débil, pero eso habría sido una muestra de cobardía.

Se puso en posición: matar o morir; esa era la consigna de su padre, a La legión le hubiese bastado con que demostrase mayor habilidad y fuerza, pero eso no era suficiente para Axel.

La pelea empezó sin advertencia. Fugaces como un rayo y ligeros como el viento se elevaron en el aire y chocaron sus espadas.

Los miembros de la Legión se acomodaron en sus asientos, sonriendo con inmensa satisfacción. Ethan era tan fuerte y hábil como Axel presumía.

Movimientos imperceptibles, sonidos de metal friccionando; la fuerza de los dos hombres parecía equiparable.

El muchacho se abstraía del lugar, el ruido, el tiempo... solo él y su contrincante existían. Había visto a su padre pelear tantas veces que conocía de memoria sus movimientos; pero, en contraparte, Axel había entrenado a Ethan desde que era un bebé, conocía mejor que nadie sus debilidades y fortalezas. Ethan era como su madre: razonable, alegre y compasivo.

Se había jurado así mismo que lograría sacar esas debilidades de su hijo. Solo el odio y la ira guerrea debían circular por sus venas, el resto de sentimientos eran obstáculos; y esa noche lo demostraría ante todos, demostraría que habiendo extraído los sentimientos de Ethan, lo había convertido en una magnifica arma letal, el pionero de una nueva generación de unuas. El primero de una generación sanguinaria e implacable.

Ambos ponían todo su empeño, ninguno parecía ceder. Sería una prueba de resistencia si alguno no demostraba supremacía frente al otro. Ethan apretaba la empuñadura de su espada con fuerza, evaluando la situación. Era tan hábil como su padre con la espada, pero como su madre le había enseñado, había otras formas de combate que no requerían de destreza física.

Ya tenía una estrategia en mente.

Esquivó los ataques e intentó alejarse lo más posible. Con extrema agilidad escapó de las estocadas y en un impresionante salto vio a Axel desde la altura.

Imaginando el guerrero mayor que el joven arremetería con su espada, lo esperó listo en una posición defensiva.

La madre del muchacho fue la única que se percató de lo que venía a continuación.

— ¡Abrax!— pronunció el muchacho, guardando su espada y juntando las manos. Enseguida, en sus palmas se formó un cúmulo de energía. Lo que parecía una inofensiva luz rojiza comenzó a crecer, convirtiéndose en una especie de escudo de tamaño superior al cuerpo del guerrero. Causando una fuerte y caliente ventisca, cayó con increíble peso sobre Axel, dejándolo desprotegido y herido en el suelo.

Ethan aterrizó con delicadeza. Reil yacía lejos de la mano de su propietario. Con una mirada llena de ilusión su padre lo observaba acercarse. Ethan lo había vencido, su mayor meta en la vida sería lograda. Esperó el abrazo de la muerte, el cual llegaría gracias al frío metal de la espada de Ethan atravesando su corazón.

Mas no fue así.

Ethan contempló con los ojos muy abiertos la indefensa silueta de su padre. Alzó la espada con manos temblorosas. Sabía lo que debía hacer, pero no quería. El capricho de su padre no era su deseo. Los sentimientos no habían sido arrebatados de su alma como esperaba.

Miró hacia la gente.

Los miembros de la Legión esperaban expectantes. Ethan ya había ganado su puesto con ellos, acabar con Axel no era necesario. Su madre lo observaba con un gesto frío, casi con decepción. Aquella mirada afianzó su decisión.

Envainó su espada y dio media vuelta.

— ¡¿Eso es todo?!— Axel gritó lleno de ira, levantándose con dificultad —. No te entrené para esto. ¡Acaba con mi vida! ¡Apodérate de Reil como es que debes hacerlo!

—Nadie me dice qué hacer. —El muchacho decidió no voltear. Había ganado, no necesitaba más.

—Eres débil Ethan, no importa que me hayas ganado. La compasión causará tu ruina, mientras la mantengas no llegarás a dar lo mejor de ti. Preferiste quedarte en la mediocridad y eso te llevará a tu fin.

Ethan se detuvo a escucharlo, pero en seguida continuó su camino. Él era él, y siendo como era había demostrado ser el guerrero más fuerte de su generación. Su padre estaba equivocado, su madre no. Ese sería el camino que seguiría. Sin embargo, no sería hasta años después que al mirar al pasado y considerar sus acciones, que la duda se sembraría nuevamente, y el camino elegido se mostraría menos prometedor.

Cada decisión, cada acción determina el futuro, y tal vez, su padre había tenido razón, y ese día había tomado la decisión equivocada.

Cada decisión, cada acción determina el futuro, y tal vez, su padre había tenido razón, y ese día había tomado la decisión equivocada

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Bueno, un extra para saber qué pasó con Ethan y su padre. Ya en unos días les subo otro capítulo! Voten y comenten por favor!

El tesoro de Charleen (Foris #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora