Día Jinks

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Su desesperación pasó de forma fugaz al percatarse que no era ni una fosa profunda ni arenas movedizas, más bien, se trataba de un pequeño estanque de sanguijuelas

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Su desesperación pasó de forma fugaz al percatarse que no era ni una fosa profunda ni arenas movedizas, más bien, se trataba de un pequeño estanque de sanguijuelas. De todas formas decidió jugar a la víctima necesitada. Siempre funcionaba con Emmet, si quería conseguir algo, bastaba con que pusiese su mejor rostro de sufrimiento y aparentase encontrarse en problemas ¿Por qué sería diferente con el guerrero? A los hombres les gustaba jugar al héroe de vez en cuando.

— ¡Ayúdame, me hundo! —Pidió con su mejor actuación.

El joven resopló y miró al cielo denotando sufrimiento, su pacifico día se convertía en el más desesperante e irritante gracias a esa chiquilla, que había comenzado a seguirlo como un perro vagabundo en busca de alimento.

—Sólo es fango, no debe llegarte ni a las rodillas; sal, y mejor apúrate, si las sanguijuelas llegan a tu cabeza, succionarán el poco cerebro que tienes. —Después de darse la vuelta y detenerse un instante a mirarla, se cruzó de brazos, esperando que su deducción se cumpliera.

Cinco segundos más tarde, la muchacha cedió, nada más porque esas viscosas criaturas podían succionarle la sangre hasta dejarla vacía.

— ¡Qué asco!, ¡quítamelas! —gritó moviéndose desesperada y haciendo el intento de retirar a las sanguijuelas de su cabello, rostro y piernas.

Con impaciencia arrancaba a las criaturas de su piel y las lanzaba lejos, dejando una pequeña marca roja, evidencia de que los parásitos disfrutaban de su sangre dulce. El guerrero la contemplaba con una ceja levantada, comenzando a reír quedamente por el ridículo espectáculo que le brindaba la joven. Finalmente se compadeció de ella. Con una mano la levantó cual muñeca de trapo y la sentó de estómago sobre sus rodillas, para quitarle los gusanos que se deleitaban con la sangre de su espalda.

Charleen cruzó los brazos y frunciendo el ceño, dejó que el guerrero se encargase de liberarla de sus nuevos "inquilinos" a tiempo que se reía de ella.

—Así que no eres tan gruñón después de todo, sabes reír —habló molesta.

—Me río cuando algo me parece gracioso, y la desgracia ajena es hilarante. Eso te pasa por fastidiosa y salir a donde no deberías. Si pretendes viajar hasta Ithia mejor consíguete una armadura, y aun así no creo que sobrevivas.

—Nunca me pasan estas cosas ¿de acuerdo? —se quejó—. Solo es mi día jinkx.

— ¿Día jinkx?

—Sí. Una vez al año tengo un día de pésima suerte, en el cual me va mal desde que despierto hasta que me duermo. Hoy es ese día: primero no te encontraba, luego me roban, luego intentan abusarme, cuando finalmente te encuentro te niegas a acompañarme, caigo en una fosa de sanguijuelas y hago el ridículo frente a ti. —Terminó inflando los cachetes, lo que más le molestaba era haber quedado en ridículo, eso no era parte del plan: quedar como una niña idiota y desvalida, lo que más detestaba en el mundo, además de la rutina.

El tesoro de Charleen (Foris #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora