El juego de Dante

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Charleen corrió tan rápido que sus pulmones ardían

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Charleen corrió tan rápido que sus pulmones ardían. El camino se le hacía largo, demasiado largo y la horrible mirada de ese sujeto no abandonaba su mente.

Se detuvo a tomar aire ¿cuánto faltaba? La música no se escuchaba y con Ethan se había alejado apenas unos metros del baile. Miró a su alrededor y no distinguió el lugar. Era otro parque, uno de los que había visto al llegar, donde se formaban los laberintos. No se explicaba cómo había aparecido a kilómetros de distancia.

Buscó la salida, eso era producto de la magia. Tal vez Ethan la había alejado con algún conjuro. Corrió hacia la entrada del parque, las rejas se cerraron solas. Intentó abrirlas, pero estaban trancadas. Con desesperación sacudió la reja, era demasiado alta para saltarla.

Un ligero sonido metálico sonó a sus espaldas. Extrañada, volteó. Dos horrorosas criaturas la esperaban. Bajo elegantes armaduras reconoció un enorme ojo rojo y piel negra. Eran dragas, unos muy pequeños, del tamaño de un perro.

De entre su ropa sacó una pistola, afortunadamente llevaba una con ella, así como su daga. Sin pensarlo dos veces le disparó a una de ellas, pero la bala chocó contra la armadura de titanio.

Las criaturas parecían furiosas, mas no atacaban de golpe como hacían normalmente los dragas. Daban la escalofriante sensación esperar algo, una orden, que alguien les diese el pie para atacar. Detrás de ellos apareció un guerrero desconocido. Su cabello era castaño oscuro como el de Ethan y sus ojos de un verde intenso. Sus labios formaban una sonrisa maquiavélica y la mantenía fija en la muchacha.

—Hoy vas a jugar con mis mascotas, pequeña. ¿Te gustan los perritos? —Se mofó, sonando cruel y retorcido—. Como necesitan ejercicio te daré ventaja: cinco segundos para que corras. Cinco... —Comenzó.

El corazón de Charleen palpitó con fuerza, el pavor se apoderó de ella. Corrió por puro instinto de supervivencia hacia el laberinto. No había otra opción, ese guerrero sin duda la había llevado ahí para que sus dragas la persiguiesen mientras buscaba escapatoria entre las confusas paredes de matorrales.

—Cero... vayan a comer pequeños. —Terminó la cuenta regresiva y sus mascotas corrieron con impresionante velocidad tras la joven.

 —Terminó la cuenta regresiva y sus mascotas corrieron con impresionante velocidad tras la joven

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El tesoro de Charleen (Foris #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora