VIII (PARTE DOS)

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―¿Y? ¿La encontraron? ―le inquirió su mujer con molestia.

Suspiró mientras se quitaba la chaqueta.

―No cariño, no tuvimos suerte. Encima el idiota de Aiden nunca registró a Ann en el sistema, por lo que no pudimos siquiera rastrearla. Sin contar con el hecho de que llamé a la empresa, y nadie me contesta. Mañana presentaré una queja.

―Deberían dejarla, si se fue, por algo será.

―No es así, Tessa, ¿Tienes idea de lo que harán con ella si alguien más la encuentra?

Asintió, y tragó el nudo en la garganta que se formó en ese momento al recordar su pasado.

―Créeme que lo sé Josh.

Miró a su mujer y rápidamente se arrepintió de haber dicho eso. Se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos.

―Lo siento mi amor, no quise... decir eso.

―No quiero hablar de ello...

―No, no lo haremos, no hablaremos de eso.

Se quedaron así por unos segundos más, abrazados, hasta que una idea cruzó por su mente.

―Tessa.

―¿Qué ocurre Josh?

―Tú conocías ya la zona del barrio de Aiden ¿verdad?

Se puso tensa, y se separó de él.

―¿P-Por qué dices eso?

―El lugar donde yo te encontré, estaba muy cerca de allí.

Se abrazó a ella misma, y asintió con la cabeza.

―Sí, pero ya te dije, no quiero hablar de eso, Josh.

―Lo sé amor, lo entiendo. Pero ¿Qué probabilidad hay de que Ann haya terminado allí hay?

―Muy altas ―murmuró.

No esperó un segundo más, fue hasta su chaqueta, y buscó su celular y las llaves de su auto.

―Espera ¿A dónde vas?

―Debo hablar con Aiden, iremos allí.

―No, Josh-

En cuanto el castaño abrió la puerta, se encontró con su amigo muy agitado, se notaba que había corrido.

―Se... se la llevaron ―pronunció con dificultad, apoyándose contra la puerta.

―¿Quién? ¿Cómo lo sabes?

Tomó varias respiraciones profundas y continuó.

―Salí a buscarla. Le pregunté a unos vagabundos, uno de ellos me lo dijo.

―¿Y por qué en vez de venir corriendo hasta aquí no me llamaste?

Rodó los ojos, y se enderezó.

―Le di todo al tipo ese.

―¿Todo? ―preguntó confundido.

―Sí, todo Josh, el celular y mi dinero.

Abrió los ojos sorprendido, aturdido. Ese tipo de ahí no era su amigo.

―o―o―o―o―

―Baja ―ordenó abriendo la puerta del lado de la joven morena.

Bajó con pasos tembloroso, secándose con histeria las lágrimas del rostro.

―Camina, conocerás tu nuevo hogar ―pronunció con una sonrisa, que solo aumentó aún más su temor.

Muñecas de compañíaWhere stories live. Discover now