VI

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La cena había pasado tranquila, con bromas de Josh, algún que otro gruñido molesto por parte de Aiden, quien obviamente no compartía el buen humor de su amigo, y algunas sonrisas tímidas por parte de Ann.

El joven castaño luego de degustar el postre, se marchó, alegando que pronto volverían a repetir la ocasión, pero en ese caso, en su hogar.

En cuanto Josh se fue, Ann se dispuso a juntar los platos de la mesa.

―¿Qué haces? ―le inquirió el rubio entrando en la cocina.

―Lavaré y acomodaré las cosas sucias.

―Vete a dormir, ya es muy tarde, mañana lo haces.

Estaba por replicar, pero sabía que aquello solo provocaría una discusión innecesaria, sin contar con el hecho de que Aiden odiaba que lo contradijeran.

Dejó todo en el lavado, y pasó por su lado con la cabeza gacha. Fue entonces que él la tomó del brazo, deteniéndola.

―Espera.

―¿Qué pasa?

―Lo siento ―le dijo soltándola.

Ambos se quedaron en el mismo lugar, y sin decir ninguna palabra.

Respiró profundo y asintió con la cabeza.

―Está bien ―pronunció la morena antes de salir de la cocina.

En cuanto ella se fue, suspiró y negó con la cabeza. Aquello no era algo que soliera decir a menudo.

Apagó las luces y también se fue a dormir.

―o―o―o―o―

Bufó con molestia al escuchar la alarma del celular sonar, lo que menos quería era levantarse, se sentía agotado.

Abrió sus ojos, somnoliento, y sintió un suave, pero delicioso, olor a tostadas y café.

Extrañado se sentó en el sofá, y se giró hacia atrás, observando que la luz de la cocina estaba encendida.

―¿Ann? ―la llamó restregándose media cara, poniéndose de pie.

―Buenos días, Aiden ―le dijo ella sonriendo, asomándose por el umbral de la puerta.

―¿Qué haces despierta tan temprano?

―Siempre sales apurado al trabajo, y esta vez, quise prepararte algo para desayunar.

―Sí, siempre salgo apurado porque me levanto sobre la hora.

―Pero quizás... hoy puedas tomarte unos minutos para desayunar ―pronunció bajo.

―O quizás no ―le dijo dándole la espalda.

―Aiden ¿Qué debo hacer para que tú no te molestes conmigo? ―le inquirió afligida.

―Yo no estoy molesto contigo.

Lo siguió por detrás, mientras él se dirigía a su habitación para buscar su traje.

―Tal vez ahora no, pero todo lo que intento hacer, tú siempre dices que estás mal, te enojas, o simplemente no lo valoras.

―Será por el hecho de qué lo que haces, ¿no es nada de lo que yo te haya pedido?

―Solo intento servir para lo que tú me dejaste aquí.

Él no respondió nada, tomó su ropa, y antes de que cerrara la puerta, ella lo detuvo.

―¿Por qué te es tan difícil ser amable?

―No es algo que te importe a ti ―exclamó con molestia, cerrando la puerta.

Muñecas de compañíaWhere stories live. Discover now