Capítulo 30

2.5K 316 147
                                    

—Wow.

Fue lo único que pudo decir Alice después de haberle contado lo que había platicado con Charlie, yo suspiré cansada.

—¿Qué me recomiendas hacer? — Pregunté con una expresión muy seria, Alice se quedó pensando unos segundos.

Unos muy largos segundos.

—No tengo ni idea — Respondió. —Bueno, ya lo perdonaste ¿No? Solo trata de que las cosas no empeoren, sino que mejoren.

—Sí lo perdoné, pero no es mi amigo, ni lo será — Dije firme, Alice me miró con el ceño fruncido.

—Cassidy, lo amas.

—Y no dejaré de hacerlo si me lo sigues recordando — Dije molesta, Alice me miró con lástima.

—Mejor ya no pensemos en esto, solo te hace más daño — Dijo mientras se levantaba, yo me levanté y nos dirigimos a las gradas, ahí se encontraban Coraline y Anthony.

Al parecer se encontraban charlando, no sé de que, pero no les preste la mínima atención como para poder integrarme a la conversación, yo estaba centrada en mis propios pensamientos. En Charlie ¡No podía dejar de pensar en él! ¿Por qué la vida me odia tanto? ¿Por qué no puedo ser como las personas normales que no tienen ninguna preocupación y no sufren? Oh cierto, porque la vida me odia y puso en mi camino al chico que podías amar y odiar al mismo tiempo: Charlie Franklin.

En la entrada, April se detuvo a saludarme, fue muy amable, yo intenté contestar lo más cortante posible, Charlie solo me había saludado y cada que nuestras miradas chocaban él simplemente sonreía.

Veámosle el lado bueno al asunto, había inventado un sentimiento, ese de odiar y amar al mismo tiempo.

—Cassidy, iremos a la maquina expendedora ¿Vienes? — Preguntó Coraline con una sonrisa, yo negué, mi amiga insistió pero yo volví a negar, así que ellos se fueron dejándome sola.

Cuando estuve completamente sin compañía suspiré, a pesar de que pensé que podría mantener una buena relación con Charlie, muy en el fondo sabía que no lo lograría. Sabía que el coraje seguiría ahí y que querría enterrarle un cuchillo para que muriera...

Bueno, tampoco era para tanto, pero sí lo odiaba.

Seguí sentada en mi lugar viendo a la nada, pensando en todas las cosas locas que han pasado por mi vida. Alguien tomó asiento al lado de mí, volteé para ver quien era y como si la vida me odiara y me quisiera ver sufrir aún más, se trataba de Charlie Franklin el que se había sentado. No hice ninguna expresión.

Ambos nos quedamos en absoluto silencio.

—¿Cómo estás? — Preguntó él rompiendo el silencio que se estaba apoderando del ambiente.

Mal. Estaba muy mal, pero decidí no decir nada, no emitir ningún sonido.

—...Lo entiendo — Dijo él en un suspiro. —No quieres hablar conmigo.

Seguí sin decir nada.

Ni él mencionó nada, miré a Charlie, estaba mirando el suelo, al parecer no había sentido mi mirada debido que no se movió. Suspiré. Verlo me dolía, pensar que hubo un día en el que dijo que él era y sería mío por siempre, pensar que todo eso fue mentira, simplemente me dolía.

—Estoy bien — Mentí. Charlie me miró.

—Yo sé que no — Dijo con un tono cansado, algo triste. —Se nota cuando no estás bien, o al menos yo lo sé notar.

—En serio, estoy bien — Volví a mentir, esta vez con una sonrisa algo fingida, Charlie soltó una risa.

—Cass, definitivamente tienes que practicar con tus sonrisas falsas — Dijo divertido, yo sonreí de lado. —Bueno... cambiando de tema, necesitamos ponernos de acuerdo para tu campaña, me han llegado ciertas ideas que puedan servir.

ImbécilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora