Capítulo XXXVI

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Abrí los ojos y me desperecé, alargué la mano pero las sábanas estaban frías. Alex no estaba. Suspiré y acabé de estirarme como un gato.

Fui al baño, me lavé los dientes y me duché. Mientras me secaba el pelo con la toalla me miré en el amplio espejo del baño. Incliné la cabeza y me puse de perfil. Todavía no tenía el vientre abultado, eso me ponía de buen humor.

Me puse un pantalón de traje de color gris y un top rojo ajustado, los zapatos negros y bajé con la chaqueta en la mano.

Alex tampoco estaba en la cocina ni en el salón. Me asomé por el pasillo y vi la puerta de su despacho entornada.

Sigilosamente me asomé y lo vi frotándose la sien con unos papeles en la otra mano, estaba de espaldas a mí vestido con uno de sus pantalones negros y la camisa blanca la llevaba arremangada.

Tenía la mirada perdida en las vistas que le ofrecía el ventanal, tan absorto estaba que no notó mi presencia hasta  que lo rodeé con los brazos por la espalda. Noté sus músculos tensarse y luego de reconocer de quién provenía ese abrazo se relajó.

-No me acostumbro a no encontrarte por las mañanas a mi lado en la cama- dije susurrándole mientras rozaba con mi nariz el lóbulo de su oreja.

-Siempre estoy allí- dijo girándose y mirándome tiernamente- cuando me despierto te miro y pienso que así es como me quiero despertar cada mañana- acarició mi mejilla y le sonreí- Emily te quiero - dijo rozando su nariz contra la mía para después depositar un suave beso en mi frente.

-Te quiero- dije besándolo.

-Lo siento si no te has despertado conmigo- dijo abrazándome.

-No pasa nada- dije y le cogí los papeles que tenía en la mano- ¿Qué es?

-Las gráficas que te dije ayer, el acuerdo con los japoneses- dijo suspirando- por más vueltas que le doy no veo la importancia que le ve mi hermano.

-Haz lo que creas correcto- dije con un nudo en la garganta.

-Menos mal que te tengo a ti para poder librar mi mente de estos aburridos papeles- dijo sonriéndome haciendo que a mí se me derritiera el corazón.

Le cogí la cara con las dos manos y lentamente lo besé. El beso empezó siendo suave y pausado, luego fue substituido por algo apremiante y necesitado, acabó que la boca de Alex y la mía luchaban apasionadamente mientras retrocedíamos hasta la butaca de cuero que había al lado de una mesita auxiliar.

Alex deslizó sus hábiles dedos desde mi espalda, pasando por la curvatura lumbar dónde me estremecí, y se aferró a mi trasero. Alex se sentó en la butaca y yo en su regazo, a horcajadas.

Nuestras lenguas seguían bailando un tango romántico mientras las manos volaban sobre el cuerpo del otro.

-Odio que lleves pantalones- dijo gruñendo.

-Señor Williams se tendrá que aguantar hasta esta noche- dije mientras recuperábamos el aliento con la frente apoyada en la suya.

-No… podré… aguantar- dijo apretándome más y besándome entre palabras.

-Merecerá la pena- dije sonriendo.

-Si me lo dice usted así señorita Green- dijo levantándose y levantándome a pulso.

Lo vi moverse incomodo hasta su escritorio.

-Lo veo incomodo señor Williams- dije reprimiendo la risa.

Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora