Capítulo XXXV

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Como venía siendo habitual en los últimos días, me desperté con mucha hambre. Alex había preparado el desayuno y mientras se duchaba, yo ataqué sin piedad las tortitas que se amontonaban en el plato.

Cuando bajó, tan solo envuelto con la toalla, la imagen que ofrecía yo era digna de enmarcar: parecía un hámster escondiendo pipas en los mofletes. No me tachéis de loca, esto solo me pasa cuando estoy muy nerviosa por algo, o hay algo que me preocupa; sé que no tendría que volcar mis problemas en la comida, pero es que las tortitas que hace Alex son de cinco estrellas, y más para una glotona como yo.

Me miró y no pudo reprimir una carcajada al ver el plato casi vacío, yo por mi parte acabé de masticar y tragué con el ceño fruncido. Miré el plato y tan solo quedaban dos tortitas, sonreí y dejé el plato.

-¿Tenías hambre?- dijo acercándose a la barra- ¿Cenaste mal?

-Se me cerró un poco el apetito en la cena- dije recordado la charla con Matt- y el postre se me atragantó- omitiendo a Rita en la conversación.

Me rodeó con esos brazos esculpidos en las pocas horas que disponía para dedicar al gimnasio y posó sus manos en la zona baja de mi espalda.

-Estúpido…- dije en un susurró y él sonrió.

…estúpidos ojos, estúpida nariz, estúpidos labios; pero más estúpida yo por enamorarme de él.

Nos besamos cálidamente mientras él se acomodaba entre mis piernas. El taburete en el que estaba sentada nos ofrecía la altura perfecta para que nuestras bocas se juntaran sin el más mínimo esfuerzo.

-Tus labios saben a sirope- dijo mientras los lamía.

Podía notar la erección de Alex sobre la parte interna de mis muslos, hundí los dedos en su pelo y volvimos a dejarnos llevar por un largo y apasionado beso.

La cosa se calentaba y pensé: sexo mañanero. Mi diva interior hizo acto de presencia, había estado en estado de letargo en los últimos meses, yo ya no era la misma.

Deslicé los dedos por su pecho hasta el borde de la toalla, me puse de pie y Alex me apretó contra él. Cogí la toalla y tiré de ella, sosteniéndola con una sola mano.

Alex me miró con las pupilas dilatadas y los labios hinchados, yo alcé una ceja y lo miré de arriba abajo con una sonrisa pícara.

Alcé los tobillos para dejar inocentemente un beso en los labios de Alex y me marché subiendo las escaleras.

Lo miré desde la mitad de mi recorrido y me observaba con cara de asombro.

-Me voy a duchar, si no llegaré tarde a la entrevista que tu- dije recalcando la última palabra- no has evitado que yo hiciera.

Seguí subiendo las escaleras y lo oí al pie de los primeros peldaños.

-No puedes dejarme así- dijo señalando la exuberante erección.

-Te dije que te la devolvería…- y sin más seguí subiendo hacia el vestidor.

Me apiadé de él y le tiré sus calzoncillos, que fueron a caer sobre el sofá.

-Póntelos o ni se te ocurra sentarte en el sofá.

Entré en la ducha muerta de risa y aun cuando me vestía seguía riendo.

Bajé de nuevo ya maquillada, vestida y peinada. Lista para irme estaba preparando mi bolso cuando me percaté de que Alex estaba sentado en el sofá, con los calzoncillos puestos, haciendo zapping.

Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora