Capítulo XXVII

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Como cualquier persona mundana no deseaba que el sol saliera y confirmara que era lunes. Pero eso ya no importaba, ya me había despertado a las 5 de la mañana, era incapaz de seguir durmiendo.

El domingo con Alex había consistido en quedarnos en casa y mirar una película postrados en el sofá. Tampoco me importaba eso, era un plan perfecto, quedarse en casa con tu prometido.

Hoy sinceramente no me importaba nada, sentada en el bode de la cama con las piernas cruzadas y tapadas por el plumoso edredón.

Desvié la mirada por encima de mi hombro y vi a Alex aún dormido, deposité de nuevo la vista en el cacharro de plástico y perdí la mirada por la ventana.

¿Cómo puede una persona fiarse de un aparato? Bueno la gente se fía de los airbags, salvan vidas; me fio de la tostadora, parece no tener intenciones de gobernar el mundo, cómo mucho joderte la mañana si te quema las tostadas…

Bajé los pies que entraron en contacto con la mullida alfombra, estiré el brazo y guardé el plástico en el cajón de la mesilla.

Volví a sentarme y taparme las piernas.

¿Por qué llueve? ¿Por qué lloro? ¿Por qué todo?

Alex se removió, apoyé la espalda en el cabecero y lo miré. Cómo si una fuerza en su interior lo obligara, abrió lentamente los ojos y los clavó en mis manos, que reposaban sobre un cojín en mi regazo, dándole vueltas a la alianza.

-Buenos días- musité en un leve susurró.

Él parecía no querer salir del ensueño que lo envolvía, se movió hasta colocar su cabeza en el cojín junto a mi vientre y me abrazó estirando los brazos.

Moví las manos antes de que su cabeza tocara la almohada y las volví a bajar posándolas sobre su pelo y su mejilla.

-Buenos días- gruñó.

Estuve jugueteando con su pelo hasta que el reloj marcó las 7.25, y antes de que sonara el despertador de Alex, me alargué arduamente hasta rozar con la punta de los dedos el reloj y conseguí desactivar la alarma.

Volví a mi posición y respiré hondo, la cabeza de Alex siguió el movimiento mientras volvía a respirar con normalidad.

-Cariño, son las 7.30- dije acariciándole la mejilla.

- ¿Por qué?-dijo ahogadamente contra la almohada.

-Es un fenómeno que ocurre por los movimientos de rotación que sufre la Tierra alrededor del Sol, por eso existe la noche y el día- dije sonriendo.

-Que listilla- dijo estirándose de tal manera que los huesos le crujieron.

-Voy a preparar el desayuno- dije zafándome de su agarre y saliendo  de la cama- está lloviendo- le informé.

No presté atención a los gruñidos de Alex y me dirigí a la cocina, dónde Buster vino a reclamar alimento.

Mientras el café burbujeaba saliendo de la máquina, me quedé absorta esperando que la tostadora escupiera las rebanadas de pan que había introducido. De tal manera estaba sumida en mis pensamientos que no me percaté de la presencia de Alex.

Este me abrazó por la espalda mientras me acariciaba por debajo de la camiseta.

-¿A qué hora te despertaste?- me preguntó mientras yo seguía sin darme la vuelta.

En ese instante, sigilosamente, luché por evitar que las lágrimas que se agrupaban en mis ojos se precipitaran por mi rostro; tarde, dos rebeldes consiguieron escapar, rodar y morir sobre la superficie lisa de la encimera.

Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora