Capítulo 40

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—Joel y Harold también recibieron cartas —informa Éber. Tras develar esto, pasea su mirada por los rostros de cada uno de nosotros. —Los dos son peones.

—¿Y qué con eso? —inquiere Harold, el cual está sentado a horcajadas en una de las sillas del salón de Artes.

Joel, por su parte, con el dedo medio empuja el puente de las gafas que lo ayudan a ver mejor mientras con extrañeza mira a su alrededor.

—¿Por qué hay tanta gente aquí?

Roxana aparta la mirada de la pantalla de su teléfono para clavarla en el chico que acaba de hablar.

—También te trajeron engañado —ironiza con un toque de diversión.

Él le devuelve la mirada.

—Tengo que ir a la biblioteca, así que dejen de perder el tiempo.

Raquel, con las piernas encima de las de Roxana, se humedece los labios antes de hablar.

—Joel, eres tan nerd que me prende.

Su comentario me hace contener una risa.

—Dios, esto es un castigo —gruñe Isaac.

Como ya es común, todos los que estamos involucrados en esto de las cartas nos reunimos en el salón de Artes. Hoy hemos escogido la hora de almuerzo para poder hablar. Éber antes de entrar dijo que sabía quiénes eran dos de las piezas que restan por conocer; ya sabemos que estas son Harold y Joel. Ahora solo faltan dos.

Lo curioso de conocer que ellos dos son parte de esto es que ambos son demasiado diferentes. Harold siendo capitán del equipo de baloncesto que de vez en cuanto representa a la preparatoria en torneos amistosos fuera del pueblo. Joel, en cambio, siempre inmerso en su propio mundo, viviendo más en las bibliotecas de los alrededores que en su propia casa. Los dos son chicos muy simpáticos si hablamos del físico, aunque si hablamos de personalidad, la de Harold es mucho más llamativa.

Harold cruza los brazos por encima del respaldo de la silla.

—Éber, ¿para qué me dijiste que viniera?

—Para que sepas que estás metido en una partida de ajedrez maldita —Isaac se adelanta a responder.

Guiando la vista a Isaac, Harold arruga el ceño.

—Eso no me dice nada.

—Escúchenme, todos los que estamos aquí recibimos cartas como las que ustedes recibieron —empieza a explicar Éber, ganándose la atención de todos —, cada carta con una pieza de ajedrez y con una especie de nota. Hemos descubierto que quizás seamos un equipo de la partida y...—Sacude la cabeza —, la persona que envió las cartas sea parte del otro equipo.

El rostro de Joel se contrae, al principio en una mueca suspicaz, luego, al distinguir la seriedad en el semblante de las personas que los rodeamos, le gana el desconcierto.

—¿Cada uno de ustedes recibió una carta como la que recibí yo? —cuestiona, incrédulo.

Asentimos en conjunto. Tanto Harold como Joel se asombran al presenciar como cada uno, a excepción de Darek, afirma con la cabeza.

—Esto tiene que ser una maldita broma —sisea Harold.

—¿Qué mierda quieres decir con que el que mandó las cartas es parte del otro equipo? —pregunta Joel, dirigiendo todo su interés a Éber —¿Quién fue el que las mandó?

Éber inhala.

—Joel, si supiera quién las mandó no estaría aquí.

Se hace un breve silencio que es interrumpido por Harold.

No acercarse a DarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora