Capítulo 29

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Mientras las ruedas de autobús mordisquean el asfalto con su rítmica monotonía, mi imaginación vuela a un sinfín de escenarios.

A veces mi cabeza crea escenarios muy descabellados, es gracias a esto que ya en mi mente se han reproducido una cantidad impresionante de cosas que podrían llegar a pasar si piso la casa de Darek. Podría ser secuestrada, encerrada en un sótano o terminar sin parte de mis órganos. Aun sabiendo todo esto, he tomado una decisión: iré a su casa.

Las probabilidades de que salga viva de esa casa son muy bajas, es de decirlo; sin embargo, y para mi mala suerte, la curiosidad me está matando.

Conclusión: como quiera, voy a morir.

Una vez escuché la frase "la curiosidad mató al gato", en este caso yo soy el gato e ir a la casa de Darek al final del día puede terminar con mi vida. Pero estoy decidida a ir a esa casa para que me muestre eso tan significativo para él. Ya para este punto estoy pensando muy seriamente en visitar un psicólogo, pero ya será mañana, por ahora trataré de mantenerme con vida.

—Voy a ir a tu casa —digo ya acomodada en el asiento del autobús.

Los nervios palpitan en la boca de mi estómago en el segundo que giro la cabeza por encima del hombro y choco con los ojos de mi compañero de viaje, esos abismos glaciales que me devuelven la mirada.

Darek pasa sus dedos por su pelo ceniza, mechones rebeldes caen por toda su frente en un desorden atrayente, entonces, una sonrisa de medio lado se curva en sus labios.

—Mmm, no esperaba que aceptaras —responde —. Al parecer no te gusta arriesgarte tanto —su tono pesa como una gigantesca roca.

—Claro que me gusta arriesgarme —replico con la voz más firme de lo que en realidad me siento para mis adentros.

Me pregunto si él puede escuchar el tintineo de mi fingida valentía resquebrajándose al tener sus ojos afincados sobre mi rostro. Una vez lo observo negar con la cabeza a la vez que se ríe, entiendo que no cree ni una sola palabra de lo que digo.

—Sí, claro, eres la persona más arriesgada que he conocido en toda mi vida —el sarcasmo impregna su voz.

Parpadeo, por la osadía que tiene de burlarse de mí.

—Todavía tienes que conocerme, Gris. Te sorprenderías de lo arriesgada que soy.

Es obvio que lo que digo es una enorme mentira. La única vez que me he arriesgado en la vida fue cuando, con doce años, en una fiesta, participé en una competencia de baile para ganarme un juego de memoria. Spoiler, perdí. Sin embargo, él no tiene que saber eso.

Él escucha mi respuesta y se toma un momento para procesarla.

—Tal vez tengas razón, debo conocerte mejor.

Por fin le he ganado una, con mentiras, pero ganadora al fin.

Una sonrisa se ensancha en mis labios.

—Pues sí.

Deja de verme por un instante en el que se recarga en el asiento que ocupa.

—Tengo una serpiente como mascota. Si eres tan arriesgada como dices, te encantará conocerla.

El cuero que recubre mi asiento, acoge la tensión que se expande por todo mi cuerpo al escuchar lo que acaba de salir de su boca. Abro tanto los ojos al enfrascar mi interés en su perfil que por un segundo me entra el miedo de que ellos salgan de sus cuencas. Las palabras gorgojean como burbujas en mi garganta sin llegar a formar ni una sola sílaba.

—Una... ¿una...?

—Una serpiente —completa él al fijarse que he olvidado como hablar. Me arroja un vistazo por encima del hombro —. A ella le encanta treparse en los brazos de las personas, felicidades, tú podrás vivir esa experiencia.

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now