¿Crees en los monstruos?

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Narrado por Darek Steiner:

Hay escenarios, momentos y sensaciones que se han quedado grabados a fuego en mis retinas, pero nunca lo había hecho la sonrisa de alguien y eso me afecta más que sentir el poder en mis manos, el calor de la sangre salpicando mi piel y los gritos inarticulados y por demás medrosos que han llegado a mi oído.

—No has hablado ni una sola vez.

Escucho con claridad lo que dice Damien.

Damien y yo compartimos una docena de secretos, y también nos ocultamos uno que otro.

—¿Qué hiciste con el hombre?

—Lo arrojé al pozo.

—¿Lo torturaste antes de hacerlo?

Asiente sin mostrar ni una gota de remordimiento.

—Me conoces, crees que lo dejaría irse ileso.

Observo como el líquido transparente se mueve al darle vueltas al vaso que sostengo en mi mano.

—Claro que no.

Sin verlo, consigo captar el segundo exacto en el que las comisuras de sus labios se elevan como si fueran las oscuras alas de un demonio, formando un arco de puntas salientes y retorcidas.

—Debiste estar presente, lo hubieras disfrutado tanto.

Sin darse cuenta su comentario me hace fantasear con ese momento, y antes de que pueda contenerme, hay imágenes del asqueroso hombre con el rostro ensangrentado mientras que un hilo de sangre desprende de su boca. Casi lo puedo escuchar suplicar por su vida y el sonido de su última exhalación se incrusta en mi oído.

—Ya pude disfrutarlo —digo.

Una risa apenas audible se escabulle de sus labios. Sin dejar de mirarme se acerca a mí y de un solo movimiento me arranca el vaso de agua. Entonces, le da un corto sorbo.

—¿Por qué limpiaste la cabaña? —pregunta al tragar.

Este es un secreto que le estaba ocultando.

Decidimos llamarle "cabaña" al lugar que ha sido escenario de actos que mi abuelo jamás nos perdonaría.

—Alguien sabe de ella.

Sus pupilas sin luz, muertas y turbias, ruedan por todo mi rostro, al principio buscando una muestra de burla en mi expresión, luego una respuesta.

—¿Qué?

—Alguien sabe de la cabaña —repito sin ponerle obstrucción a mi voz.

—¿Quién?

No dejo de mirarlo y por primera vez en todo el tiempo que llevamos siendo cómplices el uno del otro, me gana el silencio, no logro pronunciar palabra.

Damien suspira, pega el vaso contra mi cuerpo y una vez lo agarro, se cruza de brazos para acto seguido pegar su espalda contra el filo de la encimera de la cocina.

—Es la chica que llevaste a mi habitación, ¿cierto? —De pronto, sus facciones se van tiñendo de una extraña emoción, una que conozco muy bien.

—Sí.

—¿Sabe de la cabaña?

—Sí.

—Entonces, hay que... silenciarla.

Enfoco toda mi atención en él. Mi mirada lo amedrenta de tal manera que la seguridad de su rostro desaparece de inmediato.

—Le llegas a tocar un pelo y el próximo funeral será el tuyo —escupo sin una sola pizca de vacilación en la voz.

—Darek...

—Yo me encargaré de eso.

Lo piensa. Se despega del mesón, acercando su rostro al mío.

—Pues, encárgate porque si no lo haces tú, te aseguro que lo haré yo. —Inclina un poco la cabeza al tiempo que el iris de sus ojos en un azul profundo se le dilata dejando a entrever como en su retorcida mente ya se crean escenarios placenteros. —Y sabes como soy, primito.

Retrocedo un paso.

—Ya te hice una advertencia, Damien, no querrás que te haga una segunda.

Me sonríe con complicidad.

—¿Crees en los monstruos? —pregunta, dándole un giro abrupto a nuestra conversación.

Le devuelvo la sonrisa.

—Tienes uno frente a ti.

Compartiendo una mirada que da por terminada nuestra conversación.

Damien y yo somos dos almas perdidas, consumidas por nuestras propias oscuridades. Sin embargo, me pregunto si la sonrisa de alguien ha quedado grabada en su mente, porque en la mía sí. 

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now