Adelanto

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Me falta el aire en el segundo en el que, a través de la ventana, Darek encuentra mis ojos. Siento como si una garra helada se me incrustara el corazón. Me mantengo absorta en su mirada por un momento, luego, un impulso que nace desde lo más profundo de mi ser me hace caminar hacia la carta que dejé caer al piso. Tan pronto recojo el papel arrugado, este arde en mi mano, eso no me detiene.

Cada paso que doy me inunda de miedo, aun así consigo salir de la casa. Darek sigue mis movimientos sin inmutarse. Ya estando frente a él, impacto el pedazo de papel en su pecho.

—¿¡Por qué mierda estás haciendo esto!?

Sin dejar de mirarme, con sus ojos siendo dos brasas encendidas, levanta la mano hasta que la pone encima de la mía. El contacto de su piel contra la mía me hace apartar la mano de inmediato. La carta queda debajo de la palma de su mano, entonces le da una ojeada a lo que le he entregado.

—Yo no estoy haciendo nada —su voz apenas es un susurro. Una leve confusión se pinta en su semblante. Da un paso más cerca de mí, invadiendo mi espacio personal, pero yo, en vez de retroceder, lo enfrento con la mirada. Su aroma característico mezclado con el rastro que deja el cigarrillo me invade. Tras recorrer mi rostro con su afilada mirada, vuelve a hablar: —¿Meredith, crees que soy el de las cartas? ¿En serio piensas que te haría pasar por esto?

Respiro agitada.

—¿Qué es lo que quieres? —exijo.

Su expresión se torna seria mientras los ojos se le van oscureciendo.

—Responde a mis preguntas.

Me paro a reflexionar. Él ha sido el único que me ha entendido ni cuando yo misma sé como hacerlo, a pesar de todo lo que se dice de él en el pueblo me ha demostrado que tiene más sentimientos que cualquier otra persona. La realidad me golpea en el estómago, la vergüenza me hace mover la cabeza.

—No lo sé —murmuro —. ¿Por... qué estabas aquí afuera?

—Porque en el teléfono de Leticia encontraron una nota con mi nombre, esa fue la razón por la que me llevaron a la comisaría. Solo quería que habláramos de eso.

Él está aquí, no lo dejaron en prisión. De repente, todo lo demás queda en segundo plano, la emoción de saber que no estará tras las rejas se asienta dentro de mí. Me es imposible contener la felicidad. Las piernas me impulsan hacia él como si fueran resortes y antes de que pueda escapar de mis brazos, la rodeo en un abrazo.

—Te extrañé, gris —digo, pegada a su pecho.

Al principio, su respuesta es tensa. Puedo asegurar que cada uno de sus músculos se contraen bajo mi muestra de afecto. Pero poco a poco me va correspondiendo al ceñir sus brazos sobre mi cuerpo, oigo una exhalación soplar desde sus pulmones

—Primero crees que soy un psicópata y ahora dices que me extrañaste... no hay mucha coherencia en eso.

El calor que emana de su cuerpo me hace acurrucarme aún más en su pecho. Inhalo su aroma al tiempo que cierro los ojos y disfruto de tenerlo cerca.

—Ahorita hablamos de eso, ahora solo apapachame.

Una carcajada profunda resuena en su pecho. Su risa es contagiosa, por ende no puedo reprimir la sonrisa que me aparece en los labios.

—Te dije que no apapacharía a nadie —me recuerda.

—Pues ya lo estás haciendo.

—Sabes los abrazos no son lo mío —comenta, todavía con la risa en la voz. —¿Puedes soltarme? Necesito mi cuerpo.

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now