Capítulo 10

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Los parpadeantes destellos de la pantalla iluminan mi rostro cuando con manos temblorosas lo alzo y leo el contacto que llama.

Damien.

Ese es el nombre que se muestra en la pantalla.

Una vez pongo mi mirada al frente para buscar a Darek me percato que ya es demasiado tarde, y aunque hago mi mayor esfuerzo por esconderme tras un cobertor viejo que cuelga de un mueble antiguo, mis pies se enredan y no me dan tiempo de nada. Ya Darek viene hacia mí como una fiera. Yo, por mi parte, me quedo paralizada en medio de la escasa luz que se escurre por las ventanas. Darek es dueño de mi radar, emergiendo de las sombras. Cada paso que da resuena en el ambiente, colmando mis oídos de un sonido ominoso y amenazante. Su mirada está fija en mí, es siniestra y promete un peligro que me congela la sangre.

Mi corazón late desbocado en mi pecho mientras sus ojos clavan su oscura intensidad en los míos. No consigo apartar la vista, estoy hipnotizada por la amenaza que emana de él. Es como si el mismísimo Satanás se hubiera apoderado de su ser y estuviera a punto de hacerme pagar por haberlo seguido.

Mi instinto me grita que salga corriendo, que corra por mi vida, pero mis pies se niegan a obedecer. Me siento un insecto atrapado en su tela, a merced de todas las preguntas que se formulan en su cabeza.

La casa parece encogerse, como si sus paredes silenciosas quisieran abrazar la escena que se avecina.

Finalmente, él se lanza hacia mí con una rapidez felina. Sigo inmóvil cuando se detiene justo frente a mi cuerpo, a unos escasos milímetros de mí, está tan cerca que intento retroceder, sin embargo, el mueble que tengo a mis espaldas no me lo permite.

—¿Qué mierda haces aquí? —suelta en un gruñido, puedo sentir su aliento mentolado mezclado con el rastro de olor a tabaco acariciando mi rostro.

Me quedo en silencio, aún y cuando quiero articular alguna palabra nada sale de mi boca. Mi pulso se acelera más, hasta el punto de sentir que está a un paso de estallar.

—¿Qué carajo haces aquí? —insiste, con su voz cargada de un rastro de enojo.

Trago saliva, luchando contra el nerviosismo que se adueña de mi interior.

—Yo solo quería...queria darte tu celular —susurro, subiendo la mano en la que tengo apretado su teléfono que no deja de sonar.

De golpe me arrebata el artefacto, descuelga la llamada y responde con un seco: —Más tarde te llamo. —Cuelga y guarda el teléfono en el bolsillo de su pantalón. En ningún momento me pierde de vista.

—Yo... ya me voy —digo en un torpe titubeo que solo deja al descubierto lo asustada que estoy.

—No, no te vas —responde él.

Con mis manos en un manojo de nervios, aprisionadas entre su pecho desnudo y mi cuerpo, inconscientemente dejo que ellas caigan sobre su pecho. El contacto accidental provoca que Darek se tense al instante, pero para mi sorpresa no me aparta. De pronto las yemas de mis dedos rozan la rugosa marca en su piel. Puedo sentir incluso el calor residual de la quemadura bajo mis dedos.

Darek no relaja sus músculos en ningún momento, lo único que hace es recorrer mi semblante con sus escrutadores luceros ámbar. Yo sostengo el aliento y muevo mis dedos al centro de la cicatriz, mientras que mis ojos también bajan hasta lo que mis dedos tocan.

—¿Qué te sucedió? —pregunto sin poder tragarme mi inquietud.

Es cuando estas palabras quedan suspendidas en el aire que comprendo que es lo peor que pude haber preguntado. Darek se separa bruscamente de mi cuerpo. El escenario cambia en un santiamén: la rabia se dibuja en su cara, y noto como sus ojos brillan a través de la oscuridad de las paredes.

No acercarse a DarekWo Geschichten leben. Entdecke jetzt