Capítulo 9.

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Navidad, navidad, que feliz navidad...

Vicent me acompañó al asilo para poder retirar a mi abuela, sería solo durante épocas festivas, pero lo primero que me topé nada más llegar fue a la enfermera que me recibió, tenía una mueca que me decía que algo pasaba, nada bueno, eso era seguro.

—Señorita Kelly, lo siento mucho, pero no creo que sea posible que la señora Beatrice vaya con usted.

—¿Por qué?

—Los últimos exámenes con el neurólogo no han sido del todo buenos. Los episodios donde se desorienta han empezado a ser muy frecuentes y sería peligroso que no cuente con los equipos necesarios o más personas que la ayuden con esto, me ha comentado que vive sola, ¿No?

—Sí... —murmuré.

—¿Por las fechas no verá a más familia que puedan hacerse responsables?

—Es que... Yo no... Mi abuela es la única.

—Ya veo... —Sonrió compasiva. —Si pudiera encontrarse una enfermera personal que la acompañe, tenemos varios contactos...

—¿Cree que encuentre alguien dispuesto a pasar festividades con gente desconocida? Además de que hoy es veinticuatro, ¿Cómo voy a encontrar una en cuestión de horas?

—Lo siento mucho, por eso le pedí que viniera antes...

Bufé al sentir la culpa de no visitarla tan seguido como debería, Vicent solo me miraba preocupado, colocando su mano en mi hombro en señal de apoyo.

—Si es lo mejor para su seguridad está bien, vendré a verla seguido aprovechando que no tengo tanto trabajo... ¿Puedo verla?

Cuando la vi estaba ensimismada en el gran jardín, el asilo donde la tengo es como un hotel cinco estrellas, con talleres para que los viejos se entretengan, un patio enorme con una fuente en medio y una piscina techada. Estaba por llegar a su lado cuando me miró y sonrió, tuve la esperanza de que me reconociera.

—Hola jovencita, ¿en qué puedo ayudarla?

Tuve que tragar en seco, se me encogió un poco el pecho.

—Buen día doña Beatrice. —Vicent se acercó a saludarla.

—Buen día joven.

—Su nieta vino a verla señora Beatrice. —La enfermera le habló cerca del oído.

—¿Mi nieta? —Me miró.

Yo solo forcé una sonrisa. Lento se levantó de su silla de ruedas que usaba de apoyo, se acercó para ver mi rostro.

—¿Yun...? —Me llamó por el apodo que me puso.

—Hola...

—Sí... Ella es... Tiene un ojo verde y otro café, ¿Lo ha visto? —Volteó a ver a la chica.

Siempre que vengo a verla es la rutina donde tienen que recordarle quién soy si ha pasado mucho tiempo -y me sentencio culpable de eso-, luego menciona lo de mis ojos, es un detalle sutil que a menos de tener focos directos sobre mí o estar a cierta distancia no se nota. De pequeña tenía los ojos más claros, ambos terminaron con un color miel, pero solo uno tiene manchas verdes en el centro que no serían tan raros si los tuviera en ambos. Es extraño, pero me alegra que sea algo que no puede olvidar.

Estuvimos unas cuántas horas, pero sabía que Vicent tenía cosas que hacer con su familia así que me despedí con la promesa de volver a verla pronto.

El viaje es de casi dos horas, en medio pasamos por el cementerio donde están Esther y Fani, así que decidimos parar un momento, comprar flores, dejarlas para las respectivas tumbas a las que íbamos a ver.

Después de la tempestad.Where stories live. Discover now