CAPITULO 30

18.8K 1.2K 165
                                    

TABATHA

• • •💍• • •

Mis pies tocan el arena suave y calentita mientras el olor a sal golpea mis fosas nasales. Para la celebración tan solo invertimos dos semanas de organización, lo que me recuerda que fueron la misma cantidad de semanas que tenía en mis manos para preparar mi propia boda.

Hay tantos momentos que me recuerdan a nuestros inicios que me motivan mucho más sin contar que la sensibilidad siempre se hace presente al ir un instante al pasado para ver la evolución que hemos tomado.

Nos colocamos delante de la oficiante de nuestra boda que luce ropas ligeras, joyas y también tatuajes naturales en su cuerpo.

—Tomen las dos velas, cúbranlas con sus manos y vayan conmigo.

Tomo la vela que tiene en una cesta hecha a mano, Vance hace lo mismo y es bastante bonito escuchar como las olas del mar se estrellan contra las piedras. Es estimulante escuchar ese sonido, como es que la marea se emociona por también ser parte de este evento.

—Tomen la cerilla en la otra mano y repitan después de mí —solicita—. Hoy te pido mar que vayas conmigo para limpiar mi cuerpo y permitirme estar en cuerpo y alma ante mi esposa o esposo —me mira a mí—. Te hago participe de este momento único y te agradezco abrirme el camino de la paz y purificación que el mismo mar me ofrece.

Los dos repetimos lo mismo de manera sincronizada, las chicas que son parte de este momento comienzan a rodearnos en un círculo de pétalos y de conchas de mar que volverán a su hábitat cuando el agua arrase con ellas.

En el instante en el que finalizamos encendemos las velas, mismas con las que damos una vuelta y luego nos vamos contra nuestras rodillas para hacer una reverencia ante el mar que nos está permitiendo vivir este momento.

—Esta solicitud no solo se hace con el motivo que la madre tierra y el mar que nos rodea nos acompañen en este día, sino porque hay veces que el mar es envidioso con las mujeres embarazadas —me quedo como piedra. Nadie mencionó que estaba embarazada y no tengo ni panza—, por eso se tiene que pedir permiso para que ni una fuerza de la vida ni la otra colisionen en esta celebración tan hermosa.

Nos levantamos compartiendo una mirada única.

Saben que estoy embarazada.

Apagamos las velas, tomamos nuestras manos y suspiro porque lo que ven mis ojos es divino y no hablo del mar o el arena. Hablo de él, la persona que me sacó de mi casa y tuve miedo. No, no fue porque creyera que me iba a violar, que me iba a tratar como una puta, en todo momento tuve miedo porque creí que el castigo que Carol siempre impuso siguiera la cadena y que nunca podría escapar de ella.

No obstante, no fue así porque desde un inicio me permitió contarle todo lo que había pasado. Esa marca en mi espalda y en mi seno pese a que siempre habría sido un recordatorio de la furia de Carol, se terminó difuminando, terminó quedándose como un vago recuerdo porque él la besó.

Vance besó cada una de mis marcas, besó mis tatuajes de vida como yo besé los suyos de tinta.

—A lo largo de estos años he estado convenciéndome de que soy el hombre más afortunado de la historia —comenta parte de sus votos que no son los comunes en una boda tradicional—. Llevamos en este barco un buen tiempo y te puedo asegurar que nunca he dejado de sentir lo que siento por ti desde que Homer me mostró una foto tuya.

Toma un segundo, corto y preciso.

—Supe desde ese momento que tú eras mía y no solo eso. Supe que por ti compraría el mundo entero si me lo pidieras, sabía que iba a matar y acabar con cuidades enteras si es que te hacían daño o provocaban el resurgir de tus lágrimas —confiesa—. Desde el primer momento en el que te tuve en mis manos me hiciste sentir tanto que te lo agradezco, porque un beso no me iba a curar, tu estadía tan solo me iba a devolver lo que perdí ante el arrebato de mi madre.

Inocencia malvadaWhere stories live. Discover now