CAPITULO 19

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TABATHA

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Disfruté mucho de esquiar aunque creo que me la pasé rodando y tropezando que cualquier otra cosa. Una cosa importante y que aprecio mucho es que con él no me importa pasar vergüenzas o tener esos pequeños momentos en los que quedo en "ridículo". Hoy en día muchos nos preocupamos de lo que hacemos, decimos y sale la única persona diferente y única a decir que das vergüenza o que deberías de dejar de dar pena.

Cuando tienes una pareja estable y dentro del círculo íntimo lo que podría decirse sana, sabes que no necesitas encláustrate dentro de un bote donde diga perfección absoluta. Porque pasar vergüenza o pasar pena es algo común del ser humano como lo es pasar tristeza o momento de bruta felicidad.

Lo mejor es cuando tienes confianza, cuando no te tienes que cerrar ante esa pareja, ante ese hombre que amas y que incluso seguirá el ritmo de tus locuras porque son felices haciéndolo.

Por eso no me importó caerme un par de veces o atreverme a hacer un ángel en el suelo, moviendo mis brazos y mis piernas. Lo que apliqué para que él hiciera lo mismo fue sencillo, decirle que nos íbamos a divorciar si es que no hacía angelitos en la nieve conmigo y los hizo.

Es así como tienes domada a la bestia.

Después de todo el cansancio, decidimos venir al sauna que ya está preparado para nosotros dos. Me quito la ropa, de antemano me doy una ducha rápida en las regaderas porque quiero quitarme un poco del sudor que traje desde afuera y sobre todo entrar en calor mientras nos traen nuestras toallas, aceites, champagne y esas cosas.

Al salir, seco mi cabello, me envuelvo en la toalla y me adentro al cuarto en el que todavía no se comienza a concentrar el humo hasta que tiran el agua en las piedras para que comience el momento de relajación.

—¿Te la pasaste bien rodando en la montaña, dulzura?

—No estaba rodando, estaba aprendiendo a esquiar.

—Sí, ya lo creo.

Me entrega la copa que disfruto porque el champagne es perfecto para que mi cuerpo se relaje. En el instante que nos encierran, dejo caer mi cabello que estaba sujeto por una toalla, misma que coloco a un lado y él se sienta tan cerca para luego tomarme de las piernas y que suba a su regazo.

—Tabatha, en este mundo la gente es una mierda, en este mundo me queda bastante claro que mucha gente te puede hacer daño.

—¿Y tienes miedo de que me hagan daño?

La duda pinta sus facciones, haciendo que mi corazón se haga pequeño porque creo que en la vida solo dos personas han tenido miedo de que sufra y son mis hermanas. No diré que mis padres se preocupaban o eran tan responsables afectivamente que les preocupaba que me hicieran daño. Ellos me hacían daño.

—Sí, dulzura, tengo miedo de que este mundo jodido te dañe tan solo un poco.

—Por eso estoy aprendiendo a defenderme, descuida, estaré bien.

—Las batallas no solo se dan cuerpo a cuerpo, hay batallas internas, hay gente que se despierta con el jodido pie izquierdo y tiene en mente hacer corajes o joder el día de los demás. —Sus nudillos se deslizan contra mi mejilla—. Sé que tienes que explorar, solo ten en cuenta que cualquier daño que te hagan, pagarán a mi manera y no podrás hacer nada contra eso, porque sabes que así soy.

» No me importa acabar con el mundo entero si te joden la existencia, no me importa si tengo que pelear quince veces al día contra gente que quiere joderte, lo haré, porque vales la pena.

Inocencia malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora