CAPITULO 7

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TABATHA

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Pasaron un par de días en los que vuelvo a tomar mis clases desde casa con profesores especiales que Vance puso a mi cargo. No entiendo la necesidad de hacer algo como eso si estaba en una escuela en la que aprendía todo lo que necesitaba, pero no estoy hasta el momento con la fuerza mental para sumirme en más peleas.

Papá ha estado llamando, mismas llamadas que ninguna de mis hermanas y mucho menos yo tomo porque como dije, no tengo ánimos. Mis energías se han drenado, Reggina vive en el primer piso y Nina en el tercero mientras que nosotros estamos en el quinto y el más alto.

Bajo al menos dos veces para revisar a Nina en el día y Reggina, creo que ella va por las noches porque cuando la salgo a buscar nunca se encuentra en su apartamento.

En el caso de Vance, va por las mañanas y tardes a trabajar aunque siempre está de regreso en la comida, cambió todos los trajes que le jodí, no se molestó, solo me pidió que siguiera con lo de la boda porque tan solo me quedan tres días para que todo se cierre como es debido.

Con un anillo en mi dedo y siendo la esposa de Vance Cane.

Mismo que se adentra cuando las puertas se abren y suelta el saco en la silla que está a mi lado. Tomé el atrevimiento de sentarme en la cabecera para hacer unas tareas que el profesor Virgil Cox me dejó para elaborar y entregar en dos días. Como quise tomar un descanso, en el IPad comencé a valorar unas cuantas opciones para los centros de mesa y esas cosas.

—¿Estudiando?

—Viendo las cosas que me pediste que realizara —empujo el aparato para que consiga visualizar de lo que le hablo—. ¿Todo bien?

—No te veo tan contenta como esperaba.

—Porque no me quería casar en primer lugar —tensa la mandíbula y abre una silla para poder tomar asiento a mi lado—. No tengo nada en tu contra, la verdad es que a penas sé algo sobre ti. Sin embargo, tampoco mentiré en el hecho de que no pensé que me casaría a esta edad y mucho menos ahora, las cosas estaban muy mal como para pensar en algo así.

—Está bien que te haya liberado de tu familia, pero es una pena que no me vaya a echar para atrás en este momento porque no tengo planeado dejarte ir.

—Lo sé, por eso sigo las indicaciones, para evitar que te molestes y al final obtengas lo que quieres.

—Quiero tenerte, eso no es una mentira.

—Está bien.

—¿Qué es lo que sucede, dulzura?

—Nada.

Estrecha sus ojos en mi dirección, no me cree y la verdad es que le he soltado toda la verdad. Desliza sus manos en los bolsillos de su pantalón, de los mismos que saca una caja de terciopelo que pone ante mis ojos y la abro sin dudar como una pequeña niña con curiosidad. Mis labios se tensan en una fina línea, me falla esta vez sonreír con falsedad porque es el anillo.

—Me gustó para ti.

—¿Cuánto te costó?

—Es un anillo que es perfecto para estar en tu dedo, solo mereces saber eso.

—¿Cómo es que tú sabes lo que merezco?

Vuelve a tensar la mandíbula, suspira y se cruza de brazos para luego mirarme directo a los ojos. Pongo la cajita en la mesa y la empujo en su dirección.

—¿Me vas a contar lo que pasa?

—No me pasa nada. —Cuadro los hombros y tamborileo una sola vez los dedos contra el borde de la mesa—. Solo que el tiempo se acorta, las cosas no están bien porque Nina está sanando las heridas y bueno, no creo que esté en todos mis sentidos para estar super contenta por una boda que no fue mi plan.

Inocencia malvadaWhere stories live. Discover now