TREINTA Y SEIS

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Becky se había pasado toda la tarde sentada en los escalones que daban entrada a la casa de su abuela. El entierro había terminado hacía unas horas, y tras despedirse de Patty ya no tenía claro a dónde ir. No había ningún lugar al que llamar hogar, así que fue al único sitio que su corazón identificaba como aquello; aunque sin su abuela aquello ya no era hogar.

Ella entendía que la vida empieza y acaba. Que no somos eternos aunque creamos que sí. Que engañamos a nuestro cerebro cada día para evitar ser plenamente conscientes de que tenemos una fecha de caducidad escrita desde el día que nacemos, y aún así, ningún pensamiento racional hacía que sintiera un ápice de alivio.

Estaba anocheciendo y empezaba a hacer algo de frío, así que se puso la camisa roja de cuadros de su abuela que Patty le había entregado en el cementerio, y se levantó sin tener un rumbo fijo. Solamente empezó a caminar despacio, esperando que sus pasos la llevaran a algún lugar que la hiciera sentir mejor. Llevaba varios minutos caminando cuando llegó al puente. El agua se escuchaba fiera por debajo de aquel enjambre de metal que atravesaba la ciudad y algo en el sonido de río golpeando los hierros bajo sus pies la atrajo hasta la barandilla. - Tal vez no sea tan mala idea después de todo - pensó - Podría haber acabado en cualquier parte, y mira, aquí estoy.-

Su cerebro estaba en modo automático cuando se vio a sí misma pasar las piernas por encima de la barandilla del puente hasta quedar sentada mirando al río. Respiró profundamente un par de veces pensando en qué diría su abuela si la viera. Probablemente le diría que se fuera a casa y que se hiciera un chocolate. Que el chocolate caliente arreglaba prácticamente todos los problemas. Pero a Becky le gustaba el chocolate que hacía su abuela, o Patty en su defecto, porque ese era el chocolate que lo arreglaba todo.

Seguía perdida en sus pensamientos cuando escuchó cómo una bombilla explotaba a uno de los extremos del puente y por unos segundos, el sobresalto le cegó los ojos. Como si hubiera cambiado la frecuencia de su cerebro, incluso el río se escuchaba distinto. Más calmado. Tal vez aquello era una señal de que su corazón también debía calmarse después de explotar. Becky estaba ansiosa por encontrar un significado metafísico a cualquier cosa que le ocurriera, con el fin de encontrar una dirección. Y entonces escuchó una voz.

- Eh...¿hola? - era una chica - ¿estás bien? -

Becky no respondió. Ni siquiera se giró. Realmente no le apetecía tener que darle a nadie explicaciones sobre qué estaba haciendo en aquel puente.

-Oye...¿necesitas ayuda? - insistió la chica - ¿Cómo te llamas? Yo soy Freen, qué tal. - Pero Becky seguía sin saber ni siquiera qué contestarle.

-Me gusta tu camisa. Es muy vintage - continuó la chica, que parecía querer hablar de cualquier cosa.

Si hubiera sido al revés y Becky se hubiera encontrado a alguien en esa misma situación probablemente hubiera tratado de darle conversación para evitar lo inminente, así que no la culpaba. De hecho le producía cierta ternura.

-Era de mi abuela - habló por fin - se la ponía para leer libros de ciencia ficción. -

- ¿Ah sí? - contestó Freen algo sorprendida - No sabía que ahora la gente se pusiera uniformes para leer. Me gusta -

- Díselo a Patty, que fue la que tuvo la idea - Becky sonrió tristemente aún sin girarse.

-¿Y quién es Patty ? - Freen no parecía estar dispuesta a abandonar aquella conversación .

-Su mejor amiga. Y prácticamente, la mía aunque tenga casi ochenta años. - sacudió la cabeza negando mientras sonreía a medias - pero bueno, ella tampoco está aquí así que...

- Bueno, pero imagino que si era tan amiga de tu abuela y tuya como dices, debe quererte mucho ¿no? -

- Supongo - suspiró - aunque no sé de qué me serviría eso en este momento-

Hubo un silencio largo, que Freen solamente deseaba llenar para que la chica no volviera a caer en sus propios pensamientos. - Esto...- comenzó - ¿Cómo te llamas? - sintió la duda de la chica. Como si no quisiera revelar demasiada información sobre sí misma. Después de unos segundos que parecieron horas por fin habló.

- Becky, de Rebecca -

- Yo soy Freen, creo que ya lo he dicho antes pero por asegurarme de que lo sabes -

La chica seguía ahí detrás de ella, y Becky no tenía intención de girarse. No esperaba tener una conversación con una desconocida en aquella situación. Pero una vez más el universo parecía estar haciendo de las suyas.

- Eh...esto. Becky de Rebecca - dijo Freen con cautela - No sé por qué estás ahí así. Imagino que algo habrá pasado, o algo está pasando ahí dentro. Y créeme yo soy la persona menos indicada para dar consejos porque estuve meses saliendo a la calle solo para pasear a mi perro con tal de no encontrarme con mi ex. - Escuchó algo que podría ser la risa de Becky - pero déjame decirte que todo pasa. Que no hay nada que nos destroce hoy que dentro de un tiempo no sea más que un recuerdo. Y estoy segura de que aunque tú no lo creas, la vida sigue ahí-

-No lo sé....- habló Becky aún con la vista puesta en el río - No sé si la vida tal y como está ahora merece la pena -

- Claro que merece la pena - contestó Freen - ¿Y sabes por qué?

- Por qué - dijo Becky girando su cuerpo por fin para encontrarse de frente con los ojos enormes y marrones de Freen que tiritaba en una camiseta de tirantes blanca.

- Porque aún existe el chocolate caliente ¿te apetece uno? - 




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LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Where stories live. Discover now