DIECISIETE

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Becky se despertó sin saber muy bien qué hora sería. Con Patty fuera de casa sin hacer ruido en la cocina a las siete de la mañana le era más complicado orientarse. Sabía que era jueves, pero nada más en aquel momento. Tampoco entendía muy bien por qué aquella mujer jubilada y sin ningún tipo de obligación se levantaba antes de que saliera el sol. Ahora se había marchado a visitar a una amiga unos días, que vivía en un pueblo a menos de una hora, y Becky se había quedado sola en aquel piso repleto de flores y de libros.

Desde siempre, el recuerdo que Becky tenía de Patty era ese, las flores y los libros. La anciana ayudaba a su abuela a mantener las flores del jardín de su casa, y Becky solía pasar tiempo con ellas mientras leían algunos de esos libros que compartían en el club de lectura o se encargaban de arrancar las malas hierbas del jardín.

Los primeros libros que Becky tuvo, fueron regalos de Patty. Era una especie de tradición. Cada año por su cumpleaños, Becky recibía un libro diferente. Casi siempre rondando la misma temática, porque la anciana era una fan confesa de la ciencia ficción. En una ocasión en la que estaban las tres sentadas en el jardín de casa de su abuela, Patty le contó que su madre era física, o matemática, o las dos cosas. La verdad es que Becky ya no se acordaba muy bien de aquella historia. Pero recordaba que Patty les contó que su madre era una mujer inteligentísima que se había hecho preguntas sobre el universo que nadie se atrevió en aquella época. Y menos aún siendo mujer. Así que Patty, según contaba ella, creció en una casa llena de apuntes colgados en las paredes, ecuaciones escritas en cualquier parte, y pilas de libros que hablaban sobre agujeros negros y viajes interdimensionales, aunque su madre acabara regentando aquella floristería que más tarde heredaría.

Becky siempre pensó que Patty tenía una imaginación privilegiada y una parte de ella sentía algo de pena por aquella mujer, porque la guerra le quitó casi todo y nunca logró estudiar lo que hubiera querido y sin embargo, ella solita se había encargado de cultivar su cerebro igual que cultivaba sus flores. Y sabía cosas. Cosas extrañas.

Cosas importantes.

Becky se paseó durante un rato por la pequeña biblioteca que la mujer tenía en su piso. Había títulos de todo tipo, aunque como bien sabía Becky, los raros predominaban. Sin embargo, fue uno el que una vez más captó su atención. El libro de Freen estaba colocado en la estantería, y la chica sonrió al instante al reconocerlo. Lo cogió y lo abrió, prestando atención a la dedicatoria que Freen había escrito.

Para Patty

que tus tulipanes regresen siempre

como siempre regresa el agua

-Así que tulipanes - pensó. De pronto visualizó la floristería llena de esas flores, solamente porque se imaginaba que a Freen le gustaría eso. Sus pensamientos estaban algo descontrolados desde la noche anterior, sobre todo porque aún no había recibido ningún mensaje de Freen y muy en el fondo de su ser esperaba un acto impulsivo y esporádico por parte de la chica en el que esta no podía resistirse ni cinco minutos y le escribía nada más salir del ascensor. Pero no fue así, y por más que Becky miraba su teléfono no le llegaba ninguna notificación de Freen.

En cierto modo ella fue la que eligió esa situación. Podría haberle pedido también su número y ahora ser ella la que iniciara una conversación casual. Pero algo le decía que tenía que ser Freen la que tomara la iniciativa en los avances de su relación. - Pero qué relación Becky, qué dices - se reprendió sacudiendo la cabeza mientras volvía a colocar el libro de Freen en la estantería.

Cuando decidió venir a la ciudad sabía que esto podría pasar, pero no contaba con que pasara casi de manera inmediata. Habían pasado un par de años desde que Patty, en su conversación habitual de los miércoles por la tarde, le contara que Freen había entrado en su floristería. Becky no pudo más que sorprenderse ante la magnitud de la casualidad. ¿Qué posibilidades había de que entre todas las ciudades y todas las floristerías del mundo, Freen hubiera ido a parar al mismo sitio que Patty? Becky sabía que se conocían del club de lectura, pero también sabía que después de que Freen desapareciera tras aquella fatídica noche, ellas no habían vuelto a tener contacto. Supuso entonces que las casualidades se arremolinaban en torno a Freen, y es que aún sentía un escalofrío al recordar el día que le contó a Patty lo que pasó en el puente.

Habían pasado muchos meses desde que se vieron por última vez, el día del entierro de la abuela de Becky; meses en los que Patty y ella no habían mantenido contacto alguno. La anciana estaba convencida de que la chica estaba aún enfadada con ella por marcharse, y prefirió darle espacio para que curara sus heridas antes de intentar volver a ponerse en contacto con ella. Y entonces Becky la llamó. Aún escuchaba en su cabeza la voz quebrada y descompuesta de la anciana cuando Becky le narró lo sucedido, y cómo entre el shock y la angustia reparó en el nombre de la chica con la que Becky decía que había hablado en aquel puente.

Freen.

- ¿Freen? ¿una chica morena de pelo largo y ojos enormes con las paletas delanteras un poco más grandes que el resto de los dientes? - preguntó mientras Becky se sorprendía de que Patty guardara en su mente una descripción tan extraña de aquella supuesta desconocida.

-Sí, tal cual la describes, sí. - contestó. Patty se tomó su tiempo para volver a hablar.

- Me parece que estás hablando de Freen, la chica del club de lectura - dijo por fin.

Becky sabía quién era la "chica del club de lectura" porque tanto Patty como su abuela, que aunque debido a su estado de salud de aquella época había coincidido muchas menos veces con ella que Patty, hablaban maravillas de ella. Pero nunca le había puesto cara, y no recordaba que ellas hubieran mencionado alguna vez su nombre. Es verdad que "Freen" era un nombre bastante peculiar, y eso unido a la descripción que le dio la anciana, no dejaba lugar a la duda. Era la misma Freen.

-¿Y tú sabrías cómo encontrarla? - preguntó Becky

- No tengo ni idea, cielo. La última vez que la vi nos despedimos porque ella se marchaba a otra ciudad -

-Es que he intentado encontrarla pero parece como si se la hubiera tragado la tierra -

-No puede haber desaparecido - dijo la anciana extrañada.

- Pues eso parece - sentenció la chica.

Rebecca estaba perdida en sus recuerdos mientras distraída, seguía observando la colección de libros de Patty cuando se dio cuenta de que de uno de ellos sobresalía una postal con la esquina desgastada y una imagen de un campo de flores -Tulipanes- murmuró para sí mientras sacaba el libro presa de la curiosidad.

Querida Patty,

Gracias por enviarme este libro. No es que yo esté demasiado puesta en temas físicos y paranormales, pero me ha gustado mucho. Supongo que tienes razón en lo que dice y siempre hay dos versiones de todo. De las historias, de las situaciones, de los sentimientos, y puede que incluso de las personas. Yo sigo luchando por mejorar, al menos, la mía. Mi promesa de devolvértelo cuando salga de aquí sigue en pie.

Espero que nos veamos pronto.

F.

Becky sonrió pensando en que tal vez fuera verdad que todo lo que rodeaba a Freen fuera una casualidad, o tal vez estuviera orquestado por el destino.

Y el destino una vez más intercediendo, evitó que Becky se percatara de la fecha estampada en el sello del envío.




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LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora