TRES

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La librería estaba aún cerrada cuando Freen llegó. Irin estaba terminando de barrer y de colocar cosas por aquí y por allá mientras Freen se mordía la cara interna de la mejilla con nerviosismo.

-Llegas temprano - dijo Irin observando cómo Freen se paseaba entre las montañas de libros balanceando sus brazos a delante y atrás.

- No tenía nada que hacer en casa, la verdad -

- Ya - dijo la joven chica de pelo castaño.

Irin no se tragaba aquella excusa. Habían sido decenas de horas las que había pasado con Freen en aquella librería. Bueno, Freen estaba allí, sentada leyendo, o escribiendo en alguna de las mesas o sillones que tenían para sus clientes, mientras Irin trabajaba y la observaba con curiosidad. Porque Freen nunca hizo intento alguno de entablar conversación, y eso que Irin sabía que había llegado hacía poco a la ciudad y que no conocía a nadie. A veces se la veía con un chico alto, pero Irin no terminaba de encuadrar en qué tipo de relación estaban. Si algo tenía por seguro era que no eran pareja, pero tampoco parecían simplemente amigos. Trabajar en una librería eran muchas horas de silencio y soledad y es verdad que Irin le prestaba atención a muchos detalles de la gente que pasaba por allí. Pero Freen era realmente un misterio. Aquella chica debía rondar los treinta, su pelo castaño oscuro caía liso sobre su espalda como si no le costara trabajo ninguno lucir perfecto los trescientos sesenta y cinco días del año. A veces llevaba unas gafas de montura transparente que se le solían escurrir por su diminuta nariz cuando pasaba más tiempo de la cuenta con la cabeza inclinada sobre el ordenador. Irin sospechaba que se las ponía menos de lo que las necesitaba, lo que explicaba que, tras varias horas leyendo sin ellas la mayoría de los días, sus ojos estuvieran enrojecidos cuando pasaba por el mostrador a despedirse. Sus ojos. Eso era lo más cautivador de Freen. Eran como dos ventanales gigantes, marrones como los granos del café y según Irin, parecía como si estuvieran a punto de contarte todo por lo que les dolía vivir. Los ojos de Freen; siempre haciendo que quisieras asomarte a ellos.

La presentación del libro se haría allí. Nam había ido a comprar una botella de champagne para celebrar después y quedaron en verse en la librería con más tarde. Era increíble la independencia que podía darle a alguien la app de maps, y Freen agradeció tener esos momentos de soledad previos al evento.

No esperaba que viniera demasiada gente, pero cuando se fue acercando la hora y la librería comenzó a llenarse, una punzada de -¿emoción?- le atravesó el estómago. Eran muchos los clientes habituales de allí, que a lo largo de aquellos dos años habían coincidido con Freen, que poco a poco se fue involucrando en las actividades. En las noches de lectura, en los certámenes de relatos, incluso aceptó alguna noche de muestras de poesía en las que se escondía detrás de su copa de vino intentando aliviar la incómoda sensación de vulnerabilidad de los artistas.

Fue tanto el tiempo que pasó allí que cuando Dew se marchó, Irin le propuso ocupar su puesto y trabajar en la librería. Desde que salió del centro, Freen se había dedicado a escribir algunos artículos, incluso haciendo fotos, y pasaba bastante tiempo en la floristería de Patty, que por casualidades de la vida tenía un negocio en aquella ciudad y aún recordaba a Freen del club de lectura de hacía varios años. Allí fue donde se sintió maravillosamente inspirada para escribir hasta que la mujer decidió jubilarse y cerrar - no sin antes hacerle prometer a Freen que le regalaría un ejemplar firmado de su primera publicación- así que aceptó el trabajo en la librería, como era lógico. Y allí estaba, presentando por fin su libro, después de todo. Cinco libros con cinco dedicatorias especiales para los que de alguna forma le salvaron la vida fueron los primeros en pasar por sus manos, aunque ella sabía que sólo cuatro saldrían de allí aquella noche.

I

Para Heng,

por haberme encontrado siendo oscuridad

y haber fingido verme brillar

para que yo creyera que lo hacía.

II

Para Nam

Que jamás dejó de llamar a mi puerta

ni a mi corazón.

III

Para Irin

que me dio un hogar

cuando me había olvidado de

cómo se volvía a casa

IV

Para Patty

que tus tulipanes regresen siempre

como siempre regresa el agua

V

Para ti

que no te recuerdo

ni tu cara ni tu voz

Pero que te llevo conmigo

ojalá regreses.






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LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora