CINCO

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Olía tal y como Freen lo recordaba. Ese encanto que tienen las floristerías que huele a todas las flores y a la vez a ninguna. Olores mezclados en su cerebro como espirales de colores fundiéndose unas con otras. La campanita que había sobre la puerta y que avisaba de que alguien había entrado tintineó cuando Freen entró en el local y aquel sonido fue como la campana de los puertos cuando veían a los barcos de pescadores regresar de alta mar. Era como volver a casa.

Paseó su mirada por las mesas abarrotadas de flores, las paredes, las estanterías. Todos los muebles blancos y aguamarina desbordantes de color y de herramientas. Las enredaderas llegaban hasta el techo y colgaban por todas partes, y una música suave se escuchaba de fondo, proveniente de la trastienda donde alguien se movía tarareando una canción que Freen no conocía.

Se quitó los cascos y los guardó en el bolsillo de sus vaqueros mientras se acercaba al mostrador. Cada vez la voz que tarareaba era más clara; era una chica. Siguió avanzando hasta rozar la madera con las yemas de los dedos, y dudó un segundo si llamarla o no. No quería asustarla, porque claramente no se había dado cuenta de que alguien había entrado.

-Menos mal que no soy el temible asesino de dependientas de floristerías - susurró Freen para sí barajando la posibilidad de decirle a la chica que pusiera algún tipo de aviso electrónico para la puerta si su intención era la de estar cantando en la trastienda con la puerta principal abierta.

-Em....- Freen dudó- ¿Hola?

La chica no parecía oírla. Seguía cantando, y muy bien además -pensó Freen-

-¿¿HOLA?? - esta vez levantó la voz y entonces la desconocida dejó de cantar a la vez que se escuchó un golpe. Freen escuchó como la chica decía un par de palabrotas en la trastienda mientras salía hacia el mostrador.

La vio avanzar con la cabeza agachada frotándose la parte superior de esta como si se le estuviera saliendo un chichón. Llevaba una camiseta gris sin mangas totalmente manchada de pintura blanca, y unos pantalones excesivamente anchos de chándal con un par de rotos, también manchados de pintura. Se frotaba el pelo castaño claro recogido en un medio moño que dejaba caer algunos mechones delante de su cara.

-Ay perdón, no había oído la campana con la música - dijo la chica mientras se acercaba al mostrador levantando poco a poco la cabeza. - Vaya golpe me he dado tengo las neuronas descolgadas -parecía estar hablando sola - hola qué tal, dime. - se dirigió a Freen por fin

Y ahí fue. Levantó la vista y sus ojos marrones rasgados golpearon a Freen en el pecho como una losa, dejándola sin respiración. ¿Alguna vez habéis estado durmiendo y de pronto os despertáis sintiendo que os caéis? Bueno, pues Freen se había caído desde un octavo.

-¿Estás bien? - dijo la chica preocupada - Estás blanca, ¿quieres sentarte?

- No, no, n....estoy bien no te preocupes - balbuceó Freen sintiéndose como si le faltara el oxígeno en el cerebro.

-¿Seguro? - la chica rodeó el mostrador acercándose a Freen - parece como si te fueras a desmayar -

- Estoy bien - dijo dando un par de pasos hacia atrás.

El gesto no pasó desapercibido para aquella chica llena de pintura que miró a Freen extrañada. Como vio que por ahí no iba a conseguir nada cambió de estrategia.

-Bueno pues dime, ¿en qué te puedo ayudar? - sonrió dejándose caer de forma casual en el mostrador apoyando sus espalda y sus codos. Sus ojos se achinaron y Freen pudo contar tres hoyuelos en su cara, dos en las mejillas y uno debajo del ojo izquierdo. Le temblaron un poco las piernas. Sabía que tenía que contestar algo pronto o la chica llamaría a una ambulancia. O a la policía. No lo tenía muy claro.

LEJOS  DE  ERIS  • FreenBecky •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora