Capítulo 39

3K 315 29
                                    

Drix

El calor que percibía de esta testaruda criatura junto al acelerado golpeteo de su corazón, igual de ruidoso que ella, me impedían separarme de su suave cuerpo, de esa calidez que emana su especie de por sí, pero ella tiene algo que me hace desear permanecer en su toque por un tiempo prolongado antes de regresar a mi fría piel. Aquella sensación estaba yendo por un rumbo peligroso, uno que he estado evitando y ya tengo por entendido que es inútil ignorarlo, quería sentirla más y la suavidad en el interior de su boca no me llenaba por completo. 

Mi mente quedó en blanco... no... más bien se llenó de una sola cosa que impedía el traspaso de otras en este instante, se llenó por completo de su existencia. Existencia a la que quería desafiar hasta hacerla mía y volverme suyo. El enfado de todo lo que había revelado y se había desmoronado en lo que conocía se hicieron a un lado ante el deseo que tenía por esta humana, mi presa, un sentimiento dulce se apresuró en atormentarme al saber que fue ella quien inició este acercamiento.

—Quiero tenerte, quiero que seas mía, quiero volver a escuchar salir de tus suaves labios que eres mi presa Lizzie.

Siseo su nombre con urgencia y un poco de dificultad por la forma en que se pronuncia, pero sé que le gusta por el estremecimiento instantáneo que tuvo su pequeño cuerpo al oírme decirlo. Paseo mi lengua por todo su cuello y ella abre camino levantando su cabeza para que continúe, dejando salir pequeños suspiros al aire que ahora parece haberse silenciado para permitirme oírla solo a ella.

—Estás loco, aún no te perdono, te odio tanto como tú me odias a mí porque desestabilizas lo que ya debo saber y... —jadea y sus manos tocaron mi pecho y abdomen que hasta el agarre sus desafiladas uñas me hacen temblar de la anticipación.

—Me deseas tanto como yo te deseo a ti Lizzie y esa atracción entre nosotros es lo que nos hace pelear por quién domina a quién. Si no es así, dime por qué acabas de iniciar esto —empiezo a decir lo que tenía más que claro al fin.

Esta vez con el rumbo que se habían tornado las cosas quería persuadirla y que también me dijera lo que ambos sabemos, no es justo que solo yo haya descargado todo y una de mis cualidades no es ser piadoso, no en estos casos en los que he fijado un objetivo. Ahora mismo estoy fuera de todo lo que era antes y quiero más que nada llevarla al mismo borde del acantilado en el que ella me puso, anhelo hacerla suspirar mi nombre de la forma en que internamente sé que ella quiere que la lleve a hacerlo. 

—Entonces, dime Lizzie —jugueteo con un pequeño mordisco su oreja y fijo mis ojos en los de ella— ¿Me odias tanto por desearme? o simplemente me odias porque no entiendes lo que sientes.

—¡Ja! —exclama colocando sus manos en mi pecho para alejarnos sin mucha fuerza de por medio, pero de todas formas me mantengo firme— Ni siquiera sé por qué hice esto y... no quiero saberlo. Pero, lo mismo puedo preguntarte, siempre estás diciendo que soy irritante nada más porque no me doblego a tus caprichos como elegir por tu cuenta que yo soy tu presa sin mi consentimiento.

—Eres terriblemente irritante, sí —la acerco más a mí hasta sentir su aliento—. Irritante y testaruda por no aceptar lo que yo puedo oler marcado por la naturaleza de mi mundo, me irritas hasta el punto de hacerme cambiar lo que soy en pensamiento y acción —me acerco a su cuello y aspiro esa dulce fragancia que emana de ella—. Te deseo Lizzie, deseo saborear cada parte de mi presa.

Sus manos parecen flaquear un poco cuando paso mi lengua por la tersa piel de su delicado cuello, pero vuelve apartarme con la mirada furiosa y llena de deseo a su vez. Es tan difícil descifrarla, tan contradictoria, pero también fácil por la reacción de su cuerpo que puedo distinguir.

Renacidos en OrloxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora