42. Tinta permanente

5.8K 820 94
                                    

—¿No os vais a quedar un poco más? —les ruego a Laura y Kai

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

—¿No os vais a quedar un poco más? —les ruego a Laura y Kai.

Riley y Nate se han marchado nada más ver los fuegos artificiales pues, aunque mi amiga se encuentra mucho mejor, se siente muy débil todavía. Por lo visto se llama síndrome de abstinencia.

—Mi madre me mata como llegue tarde otra vez —explica Laura con pesadez.

El día de la fiesta en el instituto llegó una hora más tarde de lo normal. Después de lo que ocurrió con Riley en año nuevo, todas las madres están un poco susceptibles. Es completamente comprensible. Aunque hoy a Jeremy y a mí nos han dado carta blanca por ser un día especial.

—Yo me tengo que ir con ella —se apresura a decir Kai y todos le miramos extrañados.

—¿Lo dices en serio? —insisto dando un paso hacia él. Kai desvía la mirada hacia Jeremy y me vuelve a mirar—. ¿Qué os pasa?

Entonces recuerdo lo que me dijo Jeremy sobre la apuesta que gané y yo toda bondadosa le cedí. Mierda, han tramado algo.

Los acompañamos a la parada del autobús, ya que estamos un poco lejos de sus casas. Laura me llena la cara de besos y, cuando se marchan, Jeremy se levanta de golpe y se coloca frente a mí.

—Bueno, ¿qué? —pregunta con los brazos alzados.

—¿Qué? —contesto, desconcertada por su repentina efusividad.

—¿Me vas a felicitar ya?

—Sabes que estoy en contra de hacerlo antes de la hora —respondo al tiempo que me levanto. Camino lentamente por la calle escuchando sus pasos detrás de mí y miro mi reloj—. Queda una hora.

—Eres dura.

Me río y él me da un pequeño empujón. Hace un poco de frío así que me abrocho la chaqueta hasta arriba y me giro para mirarle. El viento le ha despeinado y ahora parece que tiene cinco años menos. Le sienta bien. ¿Quién diría que somos mayores de edad?

—Venga, te echo una carrera —propongo y sus labios se curvan al instante formando una gran sonrisa.

—¿Hasta la iglesia?

Asiento y, sin dejarme ni un segundo para prepararme, empieza a correr como si no hubiese un mañana. Le sigo como puedo hasta que alcanzo su chaqueta. La agarro con fuerza, lo cual le hace detenerse un poco y recupero la ventaja que había perdido.

—Eso es trampa —se queja casi sin aliento, pero sin dejar de correr.

—No hay reglas —respondo, procurando no reírme. Ahora vamos a la misma velocidad y no puedo perder o se estaría riendo de mí los próximos dieciocho años.

En ese momento, me coge la mano, haciendo que me detenga poco a poco. Una sola mirada me basta para comprender qué es lo que pretende. Me agarro a él con fuerza cuando me coge en brazos y me gira sobre su espalda. Rodeo su cuello con mis brazos y él sujeta mis piernas. Entonces empieza a correr.

El buzón de los secretos © |COMPLETA|Where stories live. Discover now