11. Recuerdo del pasado

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Por fin he logrado colocar toda mi ropa en el diminuto armario

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Por fin he logrado colocar toda mi ropa en el diminuto armario. Esta habitación es considerablemente más pequeña que la anterior y tengo claro que no va a haber espacio suficiente para todos mis discos y libros.

Me tumbo en el suelo, que es de madera, y observo el techo. Echo de menos mi suave moqueta y mi lámpara con forma de luna. Mi madre me ha prometido que la colgará en cuanto tenga un rato libre, pero las dos sabemos que al final la acabará colgando mi padre.

Después de cenar una pizza que estaba a punto de caducar, mis padres se han marchado a la tienda para hacer inventario. Ahora la tienen a tan solo diez minutos andando en comparación con la larga media hora de la otra casa. El único punto positivo.

Como ya es tarde me pongo mi pijama favorito, el de Garfield, para intentar sentirme como en casa. No puedo escribir porque le dejé la libreta a Jeremy para que leyera mis avances, así que cojo uno de los libros que me han mandado leer en el instituto y me tumbo en el sofá.

—¿Quién es? —pregunto tras escuchar el timbre.

Nadie responde, así que me levanto y me acerco a la puerta. Vuelven a llamar, esta vez golpeando.

—Te dije que vendría y aquí estoy, preciosa. —Es lo primero que dice Mason nada más verme—. ¿Qué haces en pijama?

Le cierro la puerta en las narices y camino de nuevo hasta el sofá. No pienso dejar que me arruine la noche de lectura, eso es sagrado, aunque sea para un trabajo de clase.

Llama otra vez.

—¡Lárgate! —grito.

—Si no abres, tendré que contarle a tu madre lo que pasó con la clase de repaso.

Cierro el libro con odio y me levanto tan enfadada que casi me tropiezo con una de mis zapatillas.

—¿Qué quieres? —pregunto en el tono más borde posible.

Lleva una chaqueta de cuero y unos pantalones ajustados.

—Llevarte a un sitio —dice para luego cogerme de la mano y sacarme de casa. Me intento separar de él, pero tira de mí con tanta fuerza que no soy capaz de detenerle. Llegamos a su moto y me ofrece un casco.

—No voy a ir a ningún sitio contigo.

—Ven y nuestra deuda queda saldada —responde señalándose el ojo que le golpeé. Ya apenas se nota el moratón.

Me quedo mirándole, dudando si hacerle caso y acabar con toda esta tontería o marcharme a casa y volverle a cerrar la puerta en la cara.

—Déjame coger las zapatillas —resoplo y echo a caminar.

Mason no me sigue, pero sé que me observa con atención. Me pongo las botas rojas y cojo la chaqueta que tengo colgada en el perchero de la entrada. No me hace ni pizca de gracia volverme a subir a una moto con él, pero intento no pensar en el incidente del pasado. Me coloco el casco y él me mira con diversión.

El buzón de los secretos © |COMPLETA|Where stories live. Discover now