39. Chantaje

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Hoy me ha llegado una postal de Nahid

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Hoy me ha llegado una postal de Nahid. En ella me cuenta de forma muy escueta qué tal le va y me dice su número para que charlemos. En cuanto acabo de leer lo que pone, cojo el teléfono y la llamo. Nos tiramos hablando no más de diez minutos, pero me tranquiliza saber que en el nuevo instituto la están tratando bien. Si ya es complicado lidiar con el último curso, no me quiero ni imaginar cómo de duro puede ser cuando encima te cambias de instituto.

Laura me ha llevado al videoclub al lado de la tienda para que me anime un poco. Me ha acompañado a abrir el buzón y me lo he vuelto a encontrar prácticamente vacío. Lo único que me ha sorprendido es distinguir la letra de Nate entre las notas de los demás quejándose de la cantidad de exámenes. Me daba un escueto «gracias» por la carta que le envié.

—¿Qué he hecho mal? No lo entiendo.

—¿De qué hablas ahora?

—Del buzón —le explico a mi amiga mientras la observo ojear las cintas nuevas que han traído.

—Quizá no tengan nada que contar.

—Lo dudo —resoplo—. ¿Al principio tantas y ahora ninguna?

Niego con la cabeza.

—Prueba algo distinto.

—¿Como qué? —pregunto, interesada.

—Si lo de las cartas en la taquilla no ha funcionado, piensa en otra cosa.

—¿Y si en realidad no necesitan mi ayuda?

Me quedo reflexionando durante un rato en aquella posibilidad. La verdad es que, si es cierto, me entristece bastante. Me sentía tan bien teniendo la posibilidad de brindarles mi ayuda, en la medida de lo posible, que ahora no sé qué más hacer. Estoy en blanco.

Jeremy y Kai llegan al rato. Jeremy ha tenido de nuevo entrenamiento y Kai ha ido a recogerle cuando ha salido.

—¿Habéis encontrado algo interesante? —dice Kai, analizando todo lo que Laura ha cogido. Jeremy les ignora y se acerca a saludarme.

—Ayer no pudimos hablar.

—Te fuiste con tus nuevos amigos —contesto en tono burlón, intentando suavizar la tensión. Él se ríe.

—Ahora soy popular —añade y soy yo la que me río, dándole un suave golpe en el brazo.

—No te lo crees ni tú.

Se frota el brazo, haciéndose el ofendido.

—¿Vienes a cenar a casa esta noche? Mi madre ha dejado lasaña en el frigorífico.

El asqueroso sabe qué decir para convencerme. No me puedo resistir a una comida tan rica. Estaría loca si lo hiciera.

—Voy a casa a por la libreta y cenamos juntos.

Jeremy sonríe y de nuevo esas arrugas aparecen. Nos giramos para observar los títulos de la estantería y nuestros dedos se rozan. Siento que el corazón se me va a salir por la boca cuando él intenta entrelazarlos con los míos, pero asustada por cómo reacciona mi cuerpo, meto las manos en los bolsillos y las cierro con fuerza para impedir que todo se vaya a la mierda. Cierro los ojos y doy media vuelta. Es lo mejor. Llegará un punto en el que deje de ser raro todo esto.

El buzón de los secretos © |COMPLETA|Where stories live. Discover now