19. La solución a todos tus problemas

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—Un compañero del instituto se lo contó a todo el mundo y no me pude controlar

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—Un compañero del instituto se lo contó a todo el mundo y no me pude controlar. Después de eso... me convertí en él.

Es en ese momento cuando me mira, pero ya no veo enfado en sus ojos, sino tristeza.

—Lo que no tienes que permitir es que esta mierda te domine —respondo, vaciando la botella delante de él. Aquel verano recuerdo que siempre tenía un vaso con alcohol en la mano, si no era una botella entera—. En el momento en que dejas que esto actúe por ti, estás perdido.

—Es fácil para olvidar.

—Pero cuando se va el efecto, los problemas siguen —insisto sin dejar de mover las piernas para intentar entrar en calor—. Lo que tienes que hacer es ponerles solución.

Mason me mira, esbozando una sonrisa ladeada y resopla. Por un segundo se me olvida el enfado.

—Gracias, Reese.

—Cuídate —añado con resignación dándole una palmada en la espalda.

No quiero ser dura y menos después de lo que me ha contado. Aunque su historia no excusa la manera en la que se ha estado comportando, no puedo evitar sentir pena por él. Al fin y al cabo lo que le lleva a hacer esas cosas es el miedo de ser como la persona que pensaba que era su referente, y eso también tiene que doler; que se caiga la imagen que tenías de tu propio padre y descubras cosas tan feas.

Le pido un taxi y espero a que se marche para volver a casa. Mis padres me preguntan, pero les digo que estábamos hablando de cómo organizar las clases. No creo que sea necesario contarles la verdad, ya que seguro que están al tanto de su situación familiar porque la madre de Jeremy se lo habrá contado.

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He quedado a las cinco de la tarde con Nahid para preparar el trabajo, pero cuando llamo a su casa nadie responde. Vive en la quinta planta de un bloque de pisos. En el descansillo hay un banco, así que me siento a esperar con la suerte de que haya alguien en casa. Llamo de vez en cuando y, tras diez minutos, abren la puerta.

—Siento haber tardado tanto —se disculpa, colocándose el pañuelo. Lleva los ojos pintados de verde y los labios ligeramente enrojecidos. Sé, gracias a Laura, que a Nahid se le da muy bien el maquillaje.

—¡No llegues tarde! —dice un hombre al fondo. Lleva la camisa abierta y tiene el mando de una consola en la mano.

—¿Es tu hermano? —pregunto, procurando que no me escuchen desde dentro. Ella cierra la puerta rápidamente y se coloca la mochila.

—¿Amin? —responde en tono bajo y se le forma una pequeña arruga en la frente al pronunciar su nombre—. No, es el hijo de mi tío.

Me contengo antes de responderla, pero no puedo evitar sentir una intensa presión en el estómago. Bajamos las escaleras a un ritmo bastante acelerado, como si estuviésemos huyendo. Tal vez sea mi impresión.

—Entonces, ¿tu primo?

Ella asiente.

—No es de sangre. Mi tío estuvo casado antes. —murmura. Parece incómoda y, aunque no comprendo a qué se refiere, me da miedo estar presionándola demasiado, por lo que cambio de tema cuando llegamos a la calle.

—¿De qué quieres hablar en el trabajo?

—¿Qué te parece la Guerra de Vietnam?

No me gusta mucho el tema. Lo cierto es que la historia me aburre mucho, así que sea lo que sea, sé que va a ser un tostón.

—¡Vale!

Hemos decidido ir a una cafetería que hay cerca donde Nahid dice que suele ir a hacer las tareas de clase. Parece saber mucho sobre el tema y me sorprende que no hayamos hablado antes, hace que las cosas suenen mucho más interesantes.

Aún no hemos acabado de hacerlo, pero me tengo que ir a la tienda. Cuando estamos pagando nuestras bebidas, me doy cuenta de que una mancha morada asoma por la manga de su jersey. No me hace falta preguntar para saber quién se lo ha hecho y se me revuelve el estómago. Tengo que intentar sonsacarle la confesión. Tal vez así pueda encontrar la manera de ayudarla.

—Vaya moratón tienes —hablo sin saber muy bien cómo empezar, temiendo que se ofenda.

Ella me mira tímida y se baja la manga hasta taparse casi la mano. Pago a la camarera y salimos. La he cagado.

—Me lo hice cocinando el otro día —explica pasados unos minutos—. Se me cayó la olla, menos mal que estaba vacía.

—Qué mala suerte.

Se ríe para restarle importancia y suena convincente. Sin embargo, su sonrisa no se ve reflejada en los ojos. Hay veces que lo que una persona necesita es que le muestren la suficiente confianza para poder expresarse. Sentir que te escuchan te da confianza y escuchar es algo que no muchos pueden hacer.

Llegamos al cruce que separa nuestros caminos y me giro para despedir a mi compañera.

—Me ha gustado pasar la tarde juntas.

No quiero ni debo forzarla. No quiero que se sienta amenazada, pero necesito que sienta que puede confiar en mí.

—Hasta mañana, Reese.

Mientras camino a casa le doy vueltas al tema de las notas y de todo lo que ponen mis compañeros. ¿Cómo puedo hacer para que se sientan protegidos? Si una persona que apenas conozco me preguntara sobre mi mayor secreto, lo primero que haría sería desconfiar. ¿Y si me delata? ¿Y si se lo cuentan a todo el mundo? Si así ocurriera, creo que simplemente me escondería bajo mi cama y esperaría a que lo olvidaran. Pero, ¿y si Nahid es diferente? ¿Y si ella sí quiere que la saquen del agujero en el que está?

—El anonimato... —me digo en voz alta, dando con la clave a la ecuación que he estado planteándome.

Muchas veces las personas temen decir algo en voz alta por miedo a que los demás les juzguen. Si ella desconociera a la persona, si solo se comunicasen por escrito, nadie tendría que enterarse y eso le daría más confianza. Seríamos solamente ella y yo. Nahid solo tendría que contarle su problema a un papel, como ha hecho desde el principio y se sentiría segura.

Cuando llego a la tienda ayudo a mi padre a colocar los productos en su sitio. Algunas personas son tan desorganizadas que cuando cogen algo y deciden que no lo quieren, lo dejan en cualquier sitio. Eso nos da el doble de trabajo.

Después, mi padre me deja en el mostrador para irse a hacer el inventario. Como no hay mucha gente, me pongo manos a la obra con mi nuevo plan. Cojo una hoja y empiezo a escribir la carta que le entregaré a mi compañera de clase. Espero que funcione.


*****

¿Qué habríais hecho en su caso?

¡Nos leemossss! ❤

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El buzón de los secretos © |COMPLETA|Where stories live. Discover now