29: Hablando con un fantasma

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Ivy:

Mientras intentamos dormir Jared me abrazó, no parecía querer dormir, pero lucía muy cansado.

—Duerme Jared… —ordené en un susurro

—No puedo dormir, te ves preocupada, y no descansaré hasta que me lo digas… ¿Qué tanto piensas?

Él también lucía preocupado, pero supongo que contagié mi estado de ánimo.

—Estoy cansada

—Hay algo más… no puedo leer la mente, pero puedo leer tus ojos…

Este hombre me conoce más que yo misma.

—No quería decirte, te ves muy cansado y lo suficientemente estresado, y creí que lo recordabas pero no has dado señal de ello

—¿de qué hablas?

—Mañana desalojarán a todos en el Dessert Passage para comenzar las remodelaciones… Mañana tú y tu madre se quedarán sin trabajo…

Jared:

Ivy tiene razón; lo había olvidado por completo, ella me advirtió sobre la remodelación del Dessert Passage y sobre el desalojo y yo lo olvidé, ahora eso será mañana y… no estoy preparado.

—Jared no lo dije para que te preocuparas más —Ivy me abrazó, con fuerza, sé que soy expresivo pero no creí que tanto se haya denotado mi nerviosismo— te ayudaré en todo. Haré lo que sea por ti

—No te preocupes… le avisaré a mi madre y… mientras tanto podemos hacer dinero en los juegos de azar… —sugerí

Ahora estoy preocupado el doble, encontraron a Ivy y vendrán por ella, la policía o la iglesia, quien sea.

Pero lo que dije bastó para que se tranquilizara un poco y quedara dormida en mis brazos, sin moverme mucho le envié un mensaje de voz a mi madre, sólo le avisé sobre el asunto del Dessert Passage, pero no hubo respuesta y me quedé dormido.

*

No creí que sería tan difícil, soy una persona fuerte, o eso creo, muchas veces trato de ocultar mi debilidad, pero esta vez creo que lo que lo hizo más difícil fueron los clientes, ellos SÍ que estaban molestos, pero por supuesto no eran los únicos, todos los establecimientos tenían su propio público y las personas preguntando por qué no podían entrar, al salir, cuando recogí todas mis cosas, me preguntaron si seguiría con este negocio, a lo que respondí con negación y les agradecí, llené mi auto, con todas las bolas de cristal, botellas, cartas, cajas y más cajas, los muebles los dejé pero los vendería pronto.

Pero lo que más me lastimó fue ver a mi madre, si alguien me enseñó a ser fuerte, a no mostrar debilidad y a no llorar por lo que no vale la pena fue ella, ella era más fuerte que nadie que yo conozca, y cuando la vi sacar todas sus cosas, estaba llorando, destrozada. No pueden juzgarla, es su vida, su trabajo, su pasión, el lugar donde podía estar cómoda con lo que era, y ha estado en ello por 10 años.

La ayudé a dejar sus cosas en mi auto y cuando estuvo libre, antes de que se dé la vuelta para ir por más cosas, la detuve de su brazo y la abracé, afortunadamente estábamos en el estacionamiento en mi lugar reservado, y nadie nos molestaría, abracé a mi madre con tanta fuerza como me fue posible, fue ahí cuando me di cuenta de lo delgada que era, cada día más, su cabello ya no era sedoso como antes, como cuando era niño, ahora estaba seco y quebradizo debido a su edad.

—Mamá sube al auto, iré por tus cosas… —besé lentamente su frente después de que asintiera.

Los Videntes [En edicion]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora