Capítulo 20

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Isabella presionó sus labios con fuerza y volteó a todos lados tratando de hallar otro argumento mucho más factible para que el cobrizo aceptara hablar con ella a solas. Tardó unos segundos y cuando estaba decidida a hablar nuevamente, el profesor entró al aula.

Estella hizo un ademán con su mano para que Isabella se fuera y esta, con enojo, lo hizo, yendo a su asiento pensando en lo que haría y lo que le diría al cobrizo.

Edward quitó su brazo con lentitud de la rubia, pues tenían que ser solo compañeros de clase en el aula.

El profesor comenzó a explicar la clase, dándoles un tema diferente al que habían estado viendo anteriormente, pero algo que llamó la atención de Estella, y que no pasó desapercibido por la humana, fue que ese día el profesor había dejado ver su cadena con un crucifijo que colgaba de su cuello.

Cuando Estella lo vio, el intenso dolor de cabeza vino a ella. Su cabeza se sentía como si se quemara o como si la estuvieran golpeando por dentro.

Bajó la mirada y una de sus manos fue a su cabeza, como si eso calmara el dolor, aunque no estaba funcionando. Edward se dio cuenta de que algo le pasaba y buscó con su mirada algún indicio de lo que le estuviera pasando a su novia, hasta que dio con el crucifijo que el profesor portaba. Edward había notado que los vampiros tradicionales –como Estella los llamaba– eran muy sensibles a esa efigie.

—¿Quieres salir de aquí? —le preguntó Edward en voz baja, la rubia asintió rápidamente—. Profesor, ¿puedo llevar a Estella a la enfermería?, no se siente muy bien.

El profesor hasta ahora se había dado cuenta del estado en el que se encontraba la chica, así que inmediatamente les dio la salida a ambos vampiros. La chica Swan no había pasado por alto cuando Edward detuvo su mirada en la cadena que colgaba del cuello del profesor, y sentía que eso le podría servir más adelante.

Estella y Edward salieron del salón. Edward la sostuvo de la mano y la dirigió hasta llegar a su Volvo. Con delicadeza la ayudó a subir y después el subió al asiento del piloto.

—¿Te encuentras bien? —el cobrizo no tenía idea de cómo ayudar a la rubia, algo que definitivamente lo frustraba.

Edward le acercó el termo que traían en su auto, el cual contenía el líquido vital de los vampiros, en las últimas semanas se había acostumbrado a estar tomando antes de ir al instituto.

Estella bebió lo que quedaba y soltó un suspiro al sentirse mejor. El dolor de cabeza pasó, pero ella ya no quería regresar a las clases.

Edward acercó su mano a la comisura derecha de Estella, donde había quedado un poco del líquido rojo. La rubia sonrió cuando Edward se llevó el dedo a los labios y lamió lo que había.

Se quedaron viendo directamente a los ojos. Ámbar contra cobre. Sentían como si por un segundo todo se hubiera detenido y solo ellos dos estuvieran –aunque prácticamente sí estaban solos–. Sus rostros se acercaron hasta que sus labios se encontraron rozándose ligeramente. Veían sus labios a punto de juntarse y después regresaban la vista a sus ojos.

Después del momento en el que Isabella los interrumpió, estaba claro que necesitaban besarse, así que no esperaron un segundo más y juntaron sus labios en un beso lento.

Esta vez se sentía diferente. El deseo no dominaba el beso. El beso era lento, tranquilo y lindo. Sus labios se juntaban e iban en sincronía con los sentimientos que sentían y querían demostrar.

Las manos de la rubia fueron a la nuca del cobrizo para atraerlo aún más a ella. Edward pasó sus manos por la cintura de Estella y con delicadeza hizo que se pasara a su asiento, Estella pasó sus piernas a los lados y separaron sus labios por unos segundos.

Una Vampira Diferente «Edward Cullen»Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon