Capitulo 12

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Un hombre encantador es algo divertido, y un hombre atractivo,por supuesto, es algo digno de contemplar. Pero un hombre de honor... ay, Querido Lector, tras él deberían ir las damas jóvenes.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
2 de mayo de 1814

Katniss no podía

Katniss no podía dormir.

Había estado tumbada en la cama durante casi una hora, y no se podía dormir.

No podía dejar de pensar en la expresión en el rostro de Madge cuando el vizconde había acudido en su rescate. Katniss estaba segura de que su propia expresión fue similar: un poco de asombro, un poco de alegría y un mucho de estar a punto de fundirse sobre el suelo en aquel mismo instante. 

Peeta había estado así de magnífico.

Katniss había pasado todo el día observando a los Mellark, y una cosa tenía en claro: todo lo que había oído sobre Peeta y su devoción por su familia era cierto.

Y aunque no estaba demasiado dispuesta a cambiar su opinión de que era un mujeriego, estaba empezando a comprender que podía ser algo más.

Algo bueno.

Y ese algo precisamente no lo descalificaba como potencial marido para Prim.

¿Por qué tenía que ser agradable? ¿Por qué no podía seguir siendo el libertino superficial que creía al principio? Ahora se trataba de otra persona por completo diferente, alguien por quien ella temía sentir cierto afecto.

Katniss sintió que se sonrojaba incluso en la oscuridad. Tenía que dejar de pensar en Peeta Mellark. .

Tal vez si tuviera algo para leer... Había visto una biblioteca en el primer piso.

Se puso la bata y se fue de puntillas hasta la puerta, con cuidado de no despertar a Prim.

Unos minutos después se encontraba en la biblioteca, inspeccionando los títulos.

-Mmm -murmuró para sí misma mientras sacaba un libro. ¿Debería buscar una novela, que atrapara su imaginación?

Devolvió el libro a su sitio y se deslizó a la siguiente estantería.

Movió la vela un poco hacia la derecha para examinar los libros cuando de repente un relámpago, brillante y por completo inesperado, iluminó la habitación.

De sus pulmones surgió un breve y entrecortado grito, al tiempo que daba un brinco. «Ahora no», suplicó en silencio, «aquí no». Pero toda la habitación explotó con el estruendo sordo de un trueno.

Y luego se hizo de nuevo la oscuridad, dejando a Katniss temblorosa, agarrada con los dedos a la mesa con tal fuerza que las articulaciones se le quedaron trabadas. Detestaba esto. Detestaba el ruido y la luz de los relámpagos, y la tensión en el aire, pero sobre todo detestaba la manera en que se sentía ella. Tan aterrorizada que al final no pudo sentir nada en absoluto.

.

Peeta seguía en su estudio, aprovechando los pocos momentos de soledad para revisar la contabilidad de Aubrey Hall. Dios sabía que su madre iba a tenerle al día siguiente ocupado cada minuto con actividades en las que intentaría emparejarlo con alguien. 

Pero tras una hora, sus párpados empezaron a caerse. Había sido un día largo. Había pasado buena parte de la mañana visitando a arrendatarios e inspeccionando edificios. Una familia necesitaba que le repararan la puerta. Otra tenía problemas para recoger las cosechas y pagar la renta, debido a la pierna rota del padre. Peeta había admirado a bebés recién nacidos y había ayudado a arreglar un techo con goteras. Todo formaba parte de su posición de terrateniente, y a él le encantaba, pero era cansado.

El Vizconde LibertinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora