Capitulo 11

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Nada como una situación de competición para sacar lo peor de un hombre.., o lo mejor de una mujer.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,
4 de mayo de 1814

Peeta iba silbando mientras caminaban sin ninguna prisa en dirección a la casa, observando de forma furtiva a Katniss cuando ésta no miraba.

Sin duda era una mujer verdaderamente atractiva. No entendía por qué siempre le sorprendía eso. Cada vez que la recordaba, su imagen no estaba a la altura de la realidad cautivadora de su rostro.

Peeta había caído en la misma trampa que el resto de la sociedad: pensar en ella sólo en función de su hermana pequeña. Y Prim era una belleza tan asombrosa y prodigiosa, que cualquiera que se encontrara cerca de ella no podía evitar quedarse en segundo plano. Era difícil, admitió Peeta, mirar a otra persona cuando Prim estaba presente.
Y no obstante...
Frunció el ceño. Y no obstante, no había dedicado ni un vistazo a Prim durante todo el juego.

Pero su mente estaba repleta de imágenes. De Katniss. Katniss doblándose sobre el mazo con el rostro concentrado. Katniss riéndose cuando alguien fallaba un disparo. Katniss vitoreando a Prim cuando su bola atravesaba el aro. Y, por supuesto, Katniss sonriendo con malicia en aquel último segundo antes de enviar la bola volando hasta el lago.

Estaba claro que, aunque no hubiera dedicado ni un vistazo a Prim, había observado mucho a Katniss.
Aquello lo alarmaba.

Volvió a echar una ojeada en su dirección. Esta vez su rostro estaba algo inclinado hacia el cielo, que miraba con ceño fruncido.
— ¿Ocurre algo? —preguntó con cortesía.
—Sólo me preguntaba si va a llover.

Él también alzó la vista.
—De momento, no, imagino.
Katniss asintió despacio con conformidad.
—Detesto la lluvia.

Algo en la expresión de su rostro provocó una risa en Peeta.
—Pues vive en el país equivocado señorita Everdeen.

Se volvió a él con mirada avergonzada.
—No me importa que caiga una lluvia suave. Sólo me disgusta cuando se vuelve violenta.
—Yo siempre he disfrutado bastante con las tormentas eléctricas.

Katniss le lanzó una mirada sorprendida, pero no dijo nada, luego volvió a bajar la mirada al guijarro que iba dando pataditas mientras andaba, de vez en cuando rompía el paso o se apartaba a un lado para poder darle otra patada y mantener la piedra por delante de ella. Había algo encantador y hasta dulce en aquello.

Peeta la miró con curiosidad, olvidándose de apartar la mirada cuando ella se volvió.
— ¿Cree que...? ¿Por qué me mira así? —preguntó.
— ¿Que si creo qué? —respondió él, pasando por alto la segunda pregunta.

Ella formó una línea malhumorada con los labios. Peeta sintió que los suyos le temblaban de ganas de sonreír.
— ¿Se está riendo de mí? —preguntó ella con desconfianza.
Él negó con la cabeza.

Los pies de Katniss se detuvieron.
—Yo creo que sí.
—Le aseguro —contestó él, aunque a él también le sonó como si quisiera reírse— que no me río de usted.
—Miente.
—No... —Tuvo que pararse. Si seguía hablando, sabía que estallaría en carcajadas. Y lo más extraño era que... no tenía ningún motivo.
—Oh, por el amor de Dios —balbuceó Katniss —. ¿Cuál es el problema?

Peeta se hundió contra el tronco de un olmo próximo, todo su cuerpo temblaba con su risa apenas contenida.

Katniss plantó las manos en las caderas, la expresión en su rostro era en parte curiosidad, en parte furia.
— ¿Qué es tan gracioso?
Por fin él cedió a las carcajadas y apenas consiguió encoger los hombros.
—No sé —dijo entre jadeos—. La expresión de su rostro... es...
Él advirtió que ella sonreía. Le encantó que ella sonriera.
—Pues la expresión de su rostro no es que sea demasiado seria, milord — comentó ella.
—Oh, estoy convencido. —Respiró profundamente unas cuantas veces y entonces, cuando estuvo seguro de que había recuperado el control, se enderezó.

El Vizconde LibertinoWhere stories live. Discover now