Capitulo XIII Amar es una Agonía Parte I

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El amor es el sentimiento más atroz que puede generar el corazón humano. Miente quien diga que amar es hermoso. Amar es morir, odiarse a sí mismo y odiar a otros.

Es morir de mil maneras en un solo minuto. Es ser asesinado y suicidarse a la vez. Es aferrarte a tu verdugo para que clave su puñal en tu corazón tantas veces como quiera. Es caer en un completo olvido de sí mismo porque otro llena tus pensamientos. Es dejar la propia existencia a un lado del camino, y seguir como un poseso los pasos de quien significa más que tu vida.

Es odiarse a sí mismo por no ser capaz de hacer tuyo al otro. Por no merecerlo, por no ser más digno de él. Y es odiar, sin duda. Es desear destrozar a cualquiera que parezca cercano a quien amas e intente ocupar un lugar en su corazón. Es quemarse al fragor de los celos, hasta por verle respirando junto a alguien más.

Amar tiene ese aspecto de oscuridad porque se necesita poseer y ser poseído. Cuando no es correspondido, se convierte en angustia, en dolor, en un renegar de la vida porque cada palpitar duele.

Amar también implica un riesgo. El riesgo de ser juzgado por quienes te rodean, si consideran que, por tu amor, no encajas con su manera de entender el mundo. El riesgo a padecer la intolerancia, la maledicencia e incluso la violencia de los que no están dispuestos a aceptar algo que no encaja en sus estrechos e hipócritas esquemas morales. El riesgo de ser un paria y quedarte aislado, viendo como se alejan los que considerabas familia.

En resumen, amar es dejar todo por una persona y dejar tu vida en sus manos. Es entregarte a ti mismo para ganar, a cambio, un cúmulo mayor de preocupaciones, temores y sufrimientos. Porque hasta lo más insignificante que le ocurre a quien amas es trascendental para ti.

Vives constantemente preocupado por esa persona. Sus palabras y gestos se vuelven tan importantes, que hasta lo más pequeño que hace y lo más superfluo que dice se convierte en una ola que arrasa tu cordura. Su enfermedad, sus problemas, sus lágrimas, todo lo que le ocurre, lo que piensa, siente y dice te afecta, te conmociona, te impacta. Estás atrapado por férreas cadenas y no tienes intención de liberarte.

Eso es amar... a cualquier persona. Sin embargo, amar a Maurice es todo eso multiplicado hasta lo intolerable. Si amar es sujetar una rosa, clavándose sus espinas en la palma, amar a Maurice es abrazar un sarmiento.

¿Cómo mover una montaña? ¿Cómo ablandar el granito? ¿Cómo hacer que te ame alguien que es la encarnación de un ideal, que parece un ángel incapaz de sentir pasión humana, que según toda evidencia, no se siente atraído por ti, y ve tu cuerpo con una indiferencia que aterra?

Amar a Maurice significó dejar que él fuera mi centro, mi sol, mi razón de vivir. El problema es que él resultó inabarcable, como agua de mar que se cuela entre los dedos cuando tratas de atraparla.

También implicó correr el riesgo de ser condenado por otros, para quienes dos hombres siendo amantes era como mínimo un pecado. Soportar que nuestros propios parientes se convirtieran en nuestros jueces y ejecutores, que nos quedáramos sin un lugar en este mundo.

Dicho esto, se puede concluir que amar es una locura y amar a Maurice un disparate. No obstante, aún falta algo por considerar.

Amar a otro es exponerse a ser engañado. Es temer que, en el fondo, sus palabras y promesas sean vanas; es dormir con la sospecha bajo la almohada. En cambio, amar a Maurice es saber a ciencia cierta que nunca seré engañado, que me dirá la verdad aunque nos duela. Que hará todo lo posible y luchará contra todo para hacerme feliz. Que dará su vida por mí sin dudarlo. Amar es una agonía ciertamente, mas ser amado por Maurice es una redención.

Así que, poniendo todo en la balanza, amar a Maurice ha sido y será siempre una agonía que ha valido cada gota de sangre que ha derramado mi atormentado corazón. Y este amor me ha hecho pleno. Me impulsó a ser lo mejor que podía ser; a cultivar todas mis potencialidades hasta llegar a ser alguien completo, un ser humano capaz de pararse erguido ante cualquier dificultad y dar un paso adelante. Este amor no me ha regalado la felicidad, me ayudó a engendrarla.

Engendrando el Amanecer IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora