Sam #PGP2021

De Mialroga_

104K 14.9K 3.5K

Un viaje a mi vida y a los amores en ella. Los llevaré a un pequeño recorrido en mi vida, a mi pasado, más co... Mais

Antes de...
Dedicatoria
Sinopsis
Introducción
Capítulo 1 - Un final inesperado
Capítulo 2 - Adiós a la Abadía
Capítulo 3 - Un inicio accidentado
Capítulo 4 - La familia siempre unida
Capítulo 5 - Nuestro cinco y seis
Capítulo 6 - Amigas inseparables
Capítulo 7 - Bahías de Huatulco
Capítulo 8 - De amores y bahías
Capítulo 9 - Siempre a tu lado
Capítulo 10 - Monte Albán
Capítulo 11 - Agua de horchata
Capítulo 12 - Mole
Capítulo 13 - Desafinados
Capítulo 14 - Sabor a mí
Capítulo 15 - Hierve el agua, Oaxaca
Capítulo 16 - Hogar, dulce hogar
Capítulo 17 - Gritos, regaños y desacuerdos
Capítulo 18 - Propuesta
Capítulo 19 - Ocho en punto
Capítulo 20 - Viaje Estelar
Capítulo 21 - Películas y hormonas
Capítulo 22 - Noche buena y lejía mental
Capítulo 23 - Muérdago
Capítulo 24 - La magia de las palabras
Capítulo 25 - Ángel
Capítulo 26 - Muñeco de nieve
Capítulo 27 - Casi de año nuevo
Capítulo 28 - Gracias
Capítulo 29 - Anticipación
Capítulo 30 - Querer y merecer
Capítulo 31 - Sin respiración
Capítulo 32 - Segundas intenciones
Capítulo 33 - Reacciones a nuestras acciones
Capítulo 34 - Dejarlo partir
Capítulo 35 - Celos cavernícolas
Capítulo 36 - Quédate
Capítulo 37 - Perfectamente imperfecto
Capítulo 38 - Detén el tiempo
Capítulo 39 - Casi una tormenta
Capítulo 40 - Primera plana
Capítulo 41 - Enfermero particular
Capítulo 42 - Sí
Capítulo 43 - Preparativos
Capítulo 44 - Nuestro
Capítulo 45 - Frío
Capítulo 46 - Golpes
Capítulo 47 - Tiempo
Capítulo 48 - Realidad
Capítulo 49 - Ellos
Capítulo 50 - Agosto en Londres
Capítulo 52 - Sin miedo a vivir
Para ustedes
Pequeño espacio

Capítulo 51 - Lágrimas

1.2K 206 119
De Mialroga_

Dos semanas han pasado desde que llegué a este lugar. La pequeña, pero cómoda habitación que ha sido mi refugio durante todo este tiempo también ha sido testigo de mi ansiedad, y de mis constantes cambios de humor y de la todavía ausencia de lágrimas.

Me he formado una rutina: por las mañanas desayuno, me ejercito, bajo al pequeño café restaurante que forma parte de la casa de Lorelie, la dueña, quien resulta ser una señora mayor tan amable como atenta, luego paseo por las calles, tomando fotografías de aquí y de allá, viendo como los rinconcitos se abarrotan de curiosos turistas que soñaban con visitar la isla; por las tardes hablo con mi familia, les cuento los por menores de mi día, por las noches recorro la isla prácticamente vacía, y a escasos pasos de llegar hasta ese sitio, doy media vuelta y me siento a contemplar su exterior, débilmente iluminado por las luces que la rodean.

Todavía no tengo el valor de entrar ahí, todavía me detengo en sus alrededores, a la espera de sentirme lo suficientemente fuerte para volver a sus entrañas.

A estas horas la marea ya ha bajado, dando la bienvenida a los visitantes que se congregan por el pueblo, a la espera de poder conocer la preciada edificación, sin embargo, hoy ha sido un día particularmente desprovisto de turistas.

Sin darme cuenta, mis pies, que no han parado de moverse, me guían directamente a ella, pago mi entrada de diez euros, la señorita que me recibe parece reconocerme, pues la sorpresa se ve reflejada en su mirada, y por un momento no sabe cómo actuar, pero se recompone al instante.

— Bienvenida —me entrega el boleto, coloco los diez euros frente a ella, niega, devolviéndome el dinero —. Adelante —trago con dificultad, su gesto, aunque amable, no me hace las cosas más sencillas.

— Gracias.

Cojo el dinero y comienzo a subir la escalinata, tomando fotografías del monumento, de los visitantes, y cuando me encuentro frente a la entrada principal, me paralizo. Respiro profundamente antes de continuar, entonces me adentro en ella y descubro que todo es más hermoso de lo que recordaba.

Hago algunas tomas mientras contemplo todo a mi alrededor; todo se ve tan diferente, y al mismo tiempo, todo se nota exactamente igual, aunque hoy no hay flores ni caracolas, hoy no están los elegantes vestidos ni los trajes. Hoy no hay personas luciendo ansiosas y emocionadas. Hoy no hay espectadores, hoy solamente somos la Abadía de Mont Saint-Michel y yo.

Recorro los jardines que en algún momento Gabriel recorrió conmigo y en esta ocasión noto las imperfecciones que hay en cada sitio, imperfecciones que hacen más hermoso este lugar. La primera vez que vi la Abadía me enamoré de ella, y hoy que he vuelto reconozco que ese sentimiento no ha cambiado en absoluto.

No sé exactamente cuánto tiempo me quedo analizando cada pequeño detalle que puedo, pero la noche cae, los turistas se ausentan y cuando uno de los monjes me pide que me retire, lo hago. Desde la distancia vuelvo a contemplarla, ya no parece lejana, ni un mal recuerdo, pero este lugar tiene algo tan especial como mágico, con o sin decoraciones, con o sin personas.

Con o sin él.

Sonrío, dejando detrás a la Abadía, y sintiéndome un poco más ligera, y por tonto que parezca, me siento más valiente, y un poquito más entera.

Me aterraba volver aquí, me aterraba volver a verla, y aunque me tomó mi tiempo, ahora sé que de aterradora no tiene absolutamente nada, todo lo contrario, estar aquí me resulta sumamente pacífico.

Vuelvo a la casa de Lorelie, tomo una ducha calentita y bajo hasta la cocina, de donde brota un exquisito olor a especias y dulce.

— Hoy te ves radiante —me dice apenas me ve.

— Gracias, tú te ves magnífica.

— Cariño, yo siempre luzco magnífica —me rio, porque esta es Lorelie, optimista y modesta hasta la médula.

— ¿Cuál es tu secreto?

— Amor, mi querida Sam, el amor es mi secreto.

Lorelie es una romántica, me recuerda un poco a Terin, un poco a mí.

Me contó su historia de amor, de cómo conoció al hombre de sus sueños, sueños que ella nunca tuvo, pero que, de algún modo, se convirtieron en realidad.

— Ayer por la tarde un grupo de turistas vinieron y me preguntaron por historias de este lugar, les conté algunas que mi abuela me contaba.

— Me encantaría escucharlas.

— Entonces prepararé más chocolate.

Mientras me cuenta las historias, yo la escucho con suma atención. Los lugareños aquí son amables y atentos, y no porque deban serlo, su amabilidad es nacida de sus corazones.

Luego de un rato de historias y recuerdos que colorean cada rincón de la isla, Lorelie me analiza con cautela.

— ¿Qué sucede? —ella parece pensar muy bien sus palabras, y cuando las deja fluir, una pequeña grieta se abre en mi pecho.

— A todos nos rompen el corazón una o dos veces en la vida, pero cuando la persona indicada llega, todas esas heridas quedan en recuerdos, enseñanzas, y fortalezas que antes no imaginamos que necesitábamos —dejo la taza a escasos centímetros de mis labios.

— ¿Por qué siento que ese comentario tiene más significado del que dejas ver? —ella se toma un momento antes de continuar.

— Veo en tus ojos el dolor que cargas, niña hermosa, pero te diré una cosa —trago con dificultad colocando la taza sobre el platito —. El dolor pasa y la vida llega, y cuando menos lo esperas, te vuelve a sorprender. Samanta, deja que la vida pase, deja que las personas entren. No alejes de tu lado a aquellos que realmente te aman.

— Yo no... —me detiene.

— Si alguien llega a tu vida, será cuando menos lo esperes, será cuando menos lo imagines y tal vez cuando menos preparada te sientas, pero si no tomas el riesgo de comenzar de nuevo, entonces no estarás viviendo como te mereces.

Lorelie ha visto mi dolor, y desde el primer día me ha dado lecciones de vida que no pedí, pero que necesitaba. Me ha recordado que amar a quien te ha hecho daño no es malo, que enamorarte es lo máximo, y que nunca se necesitará de alguien para ser feliz; que cuando se es feliz de verdad, entonces compartes esa felicidad con alguien más.

Que cuando te rompen el corazón en mil pedazos, está bien caer, desmoronarte, y sentirte terriblemente mal no es una vergüenza. Que seguir adelante después de aquello cuesta, pero que hay que darlo todo para continuar andando el camino.

— Yo...

— Hola, guapuras —las dos le sonreímos a la recién llegada —. ¿Puedo tener algo de ese chocolate?

— Claro que sí.

Elisee, una bonita turista americana de pelo castaño lacio que llegó huyendo del estrés que le generaba un trabajo que consigo odiar con todo su corazón es otra que también ha recibido lecciones de vida. Ella nos habló de como casi terminó en el hospital debido a la carga laboral que le habían impuesto sobre los hombros. Un día decidió tomar vacaciones, cogió el primer vuelo que pudo. Su viaje la trajo hasta aquí, y aunque no pretende quedarse mucho tiempo en un solo sitio, se dice enamorada de la isla.

A ella también le han roto el corazón.

Durante tres años se desvivió amando a un hombre que nunca la valoró, que nunca la amó, y que lo único que logró fue herirla, día sí, y día también. Ella se cansó de todo, dio vuelta a la página y cuando él se percató de su garrafal error, ya era demasiado tarde.

— Lorelie, ¿es verdad aquello que cuentan sobre la isla? —nuestra anfitriona la ve con curiosidad.

— ¿Qué es lo que dicen? —Elisee revisa a nuestro alrededor, pareciera temer que alguien que no seamos nosotras, escuche lo que tiene que decir.

— Que hace aproximadamente un año se celebraba una gran boda en la Abadía, y que todo se fue el diablo porque uno de los novios huyó de la ceremonia.

La sonrisa en mis labios se desvanece cuando Elisee menciona aquello, el corazón se me acelera y un dolor terrible y agudo me aguijonea el pecho.

— No se sabe exactamente qué ocurrió —agrega Lorelie —, lo único que sabemos es que no se llevó a cabo. Hay quienes dicen que la novia lo dejó, otros dicen que vieron salir al novio y no volvió la vista atrás, pero les diré algo, yo vi a ese hombre —el nudo en mi garganta se fortalece —, y se notaba terriblemente arrepentido.

Escalofríos me recorren el cuerpo entero.

— Se quedó afuera de mi pequeño café, había otro hombre a su lado. Era muy alto, y tenía cara de pocos amigos —arruga la frente —. Max, el novio fugitivo le llamó Max.

Intento llenar mis pulmones de oxígeno, pero cada vez se me hace más y más imposible. Durante mi estancia aquí, nadie ha hecho mención de aquel momento tan amargo de mi vida, hasta ahora.

— El tal Max le preguntó <<¿por qué?>> —aferro mi agarre sobre la taza —, el novio negó, emitió un extraño sonido de ahogo y la única palabra que salió de su boca fue <<miedo>>. Creo que esa palabra parecía tener demasiado significado para ellos, especialmente para Max —Elisee parpadea, y mantiene la boca entre abierta.

— ¿Miedo? ¿Miedo a qué? —Lorelie encoge los hombros.

— No lo dijo, pero el tal Max negó, luciendo decepcionado, y le dijo <<pues esto que acabas de hacerle te ha traído aquello a lo que tanto le has temido>>. Max lo tomó por los hombros y le dijo algo al oído, el novio fugitivo negó de nuevo. El pobre tenía la mirada perdida, pero eso no disminuyó la furia de Max; este dio un paso hacia atrás, fue su turno de negar y lo último que le dijo fue <<entonces no te la mereces>>.

Un zumbido se apodera de mis oídos. No quiero seguir escuchando nada de esto.

— ¿Y qué paso después? —cuestiona Elisse, ansiosa por obtener una respuesta, una que yo deseado por tanto tiempo.

— Otro hombre de pelo negro llegó corriendo hasta donde se encontraban —cierro los ojos con fuerza cuando la imagen de Nathan aparece frente a mis ojos —, pasó la vista del novio a Max y luego jadeó por aire, evidenciado su desesperación, pero al final estrechó al novio con fuerza, y se lo llevó; Max, sin embargo, se quedó otro rato más, contemplando la Abadía, y luego se fue.

— Eso es horrible —agrega Elisee —. ¿Y la novia? Dios, pobrecita, debió ser terrible para ella.

Tengo que salir de aquí, estoy a punto de tener un ataque de pánico.

— Se comentó durante meses, fue un verdadero escándalo, y sobre la novia.

— Tengo que ir afuera —me pongo de pie de manera brusca, tanto que la silla donde me encontraba sentada, caiga al suelo.

— ¿Te encuentras bien?

No, no estoy bien, no quiero seguir escuchando todo esto.

— Yo solamente necesito salir de aquí.

— ¿No quieres saber que pasó después con la novia?

— Ya me sé la historia —hablo sintiendo que las piernas me tiemblan.

— ¿De verdad? —cuestionan al mismo tiempo.

— Sí —trago con dificultad sintiendo una rabia inexplicable colarse por mis venas —. Si quieren el resumen completo, a ella se le rompió algo más que el corazón ese día. Ella estaba rota y al no le importó. Desde ese día, ella no volvió a verlo. Jamás han estado juntos otra vez.

>> Ellos no tuvieron otro baile en la plaza de Oaxaca. Jamás volvieron a ver películas mientras se abrazaban y ella lloraba por lo ridículamente nostálgico del filme. Nunca volvió a llevarla a un viaje estelar. Jamás tuvieron la oportunidad de recorrer el Río Támesis mientras cenaban bajo la lluvia y se hacían confesiones que nunca habían hecho a nadie.

>> Ella no recibió otro beso mientras se encontraban bajo un muérdago. No construyeron otro muñeco de nieve para hacer sonreír a un hombre muy especial. No tuvieron otro paseo en auto para montar a caballo y pasar un rato a solas, cerca de una hermosa cascada.

>> Nunca más tuvieron la oportunidad de gritar <<gracias<< al final del año, o de intercambiar regalos de navidad. No hubo celos cavernícolas, ni se besaron mientras una lluvia de estrellas iluminaba el cielo.

>> Ella no volvió a abrazarlo mientras dormía entre sus brazos, él nunca más volvió a reír por los ridículos pijamas que a ella le gustaba usar. No hubo más besos, no hubo más caricias, no más palabras susurradas después de hacer el amor, no más sonrisas cómplices, no más nada.

Las dos se han quedado mudas, y yo ya no puedo parar.

— Ahora ella está haciendo todo lo posible por salir adelante, ahora ella está luchando por no hundirse. Ella ha perdido sus lágrimas, ella ahora se siente rota, perdida, incompleta.

— Dios —Lorelie se lleva las manos a la boca —, Sam.

— Ahora ella quiere llorar, pero no puede, porque llorar significaría dejar ir el último girón de aquella hermosa relación que tuvo con él, y ella se niega a hacerlo, aunque sabe que él no va a volver, y eso la está matando día a día. Ella... Ella...

Siento que me estoy ahogando, así que salgo corriendo a toda prisa, las escucho gritar a mis espaldas, pero no paro de correr hasta regresar a la Abadía. Me quedo frente a ella, contemplándola, intentando entender qué es lo que tengo que hacer.

Hoy sé que no puedo más, hoy sé que ya no puedo con todo esto.

"Estoy enamorado de ti".

— Basta, basta.

"Quiero desnudarte el alma antes de desnudarte la piel".

— Basta, basta, basta.

"Sé que en este momento no soy digno de ti, pero si me das una oportunidad, una pequeña oportunidad, voy a trabajar tan duro en mí para serlo".

— Ya basta.

"Samanta, ¿me la darías? ¿Me darías una oportunidad para demostrarte cuanto es que te amo?"

— Basta, por favor, solo basta.

"No sé cómo lo has hecho, pero hoy ya te llevo grabada en alma".

— Basta, solo, basta.

"Me has enseñado que el amor es más que compartir suspiros, que el amor se trata de sentir, se trata de vivirlo y seguir adelante. Que el amor se comparte con tu igual".

— Por favor, basta, basta.

"Samanta, sería un verdadero honor si aceptarás ser mi esposa. ¿Te casarías conmigo?"

— Basta, basta, basta.

"Te veo a ti, a lo que somos ahora, a lo que podemos ser en un futuro, y honestamente veo cosas hermosas, sueños hechos realidad".

— Basta, por favor, por favor, ya basta.

Me dejo caer de rodillas intentando frenar los recuerdos, pero estos llegan como una avalancha: incontrolable, arrastrando todo, trayendo de vuelta cada momento, cada sentimiento.

— "No te muevas, llamaré a una ambulancia".

Ya para, para.

"Lo lamento, Sam, te amo, pero... No puedo casarme contigo".

— ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué? ¿Por qué?

"Vamos, Chaparrita, te sostendré".

— Solo dime en qué me equivoqué, solo dime por qué.

"Confía en mí, no vas a caerte".

— Confié en ti, confié tanto en ti.

"Samanta, créeme, fui un desgraciado en mi pasado, pero no soy un cobarde. Si no quisiera estar contigo te lo diría. Yo no te haría daño, no así, no soy ese tipo de hombre".

— Me lastimaste, me lastimaste y no sé por qué lo hiciste. ¿Por qué? Dime, maldita sea. Dime, dime por qué. Solamente quiero un por qué.

"Te amo".

— Dime que no me amas, dime que jamás me amaste, dime que fui un juego y nada más, dime algo.

"Quiero pasar contigo el resto de mi vida".

— Lo que sea, maldita sea, dime algo. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!

Me dejo la garganta en carne viva gritando a todo pulmón una y otra vez las mismas preguntas a respuestas que en este preciso momento deseo con todo mi corazón.

Las quiero, las merezco, las necesito.

Golpeo con fuerza el piso hasta que mis manos duelen, es entonces que algo salado inunda mis papilas gustativas y me detengo cuando la brisa acaricia mi rostro, refrescándolo. Acaricio la zona, en los pulpejos de mis dedos líquido salado brilla.

— Estoy llorando.

Las lágrimas siguen corriendo por mis mejillas, como un río desbordado, una tras otra me acarician la piel.

— Estoy llorando —sonrío —. Dios, estoy llorando, estoy llorando.

Me cubro el rostro y lloro, lloro por todo el dolor que he estado guardando durante meses.

Lloro por cada beso que no volverá a ser.

"Me temo que un beso no va a ser suficiente. Me temo que voy a querer más de ti, hoy y siempre".

Lloro por cada recuerdo, por cada caricia, cada sonrisa. Lloro por cada palabra, por cada te amo.

"Estoy perdidamente enamorado de ti".

Por cada abrazo, por cada lágrima. Lloro por cada momento y no me detengo. Dejo que el llanto me abrace, que me consuele y me consuma. Lloro por el pasado, por el presente, y por un futuro sin él, sin un nosotros. Lloro hasta que no me quedan fuerzas, y cuando logro tomarme un respiro, vuelvo a llorar, y de alguna manera siento como el dolor que me estaba ahogando disminuye de a poco, pero no se extingue por completo, sin embargo, ya no siento que me aprisiona el corazón.

No sé cuánto tiempo pasa antes de que pueda tranquilizarme un poco, y cuando lo hago, un pañuelo blanco aparece sobre mi hombro, lo tomo sin volverme.

— Gracias.

— Y ella lloró, lloró hasta ser libre —Elisse y Loreile se colocan a mi lado, esta última me sonríe con cariño —. Lloró hasta que sintió que el mar que llevaba dentro dejaba de ahogarla, dándole el tan necesitado y merecido respiro.

Le sonrió a ambas, porque aquellas palabras describen con exactitud lo que estoy sintiendo ahora.

— Y ella finalmente lloró —agrego —, pudo llorar y liberar en cada lágrima las dudas, el cansancio, el dolor, el miedo, sus inseguridades. Lloró su dolor, su angustia, su pena. Ella lloró y comenzó a sentirse completa, valiente, más fuerte. Ella finalmente encontró sus lágrimas.

— Entonces, ¿por qué no la ayudamos a encontrar su sonrisa? Una de verdad, en donde no tenga que fingir que todo está bien.

Las dos me tienden la mano y juntas volvemos sobre nuestros pasos, pero antes de hacerlo, vuelvo la vista atrás, y sonrío mientras otra lágrima resbala por mi mejilla.

Y sus lágrimas volvieron a donde siempre han pertenecido, con ella. 

Hubo algo sumamente especial para mí cuando escribí este capítulo en particular, de toda la historia, este fue sin duda alguna mi favorito. 

Gracias totales a todos ustedes por continuar. 

¿Les ha gustado? >>>>

¿Qué han sentido al leerlo? >>>>

¿Esperaban algo así? >>>>


Nos queda un capítulo más. 

Abrazos desde Guanajuato. 


Continue lendo

Você também vai gostar

13.5M 103K 52
© Todos los derechos reservados. Está totalmente prohibida la adaptación o copia de la novela. Obra registrada en Safe Creative bajo el código 15022...
1.3K 63 6
PRESENTARÉ MI LIBRO EN LA FIL GDL 2024 EL 1RO DE DICIEMBRE A LAS 10:00 AM Y EL 3 DE DICIEMBRE A LAS 3:00 PM Tras recibir una llamada en medio de la n...
1M 65.3K 57
-Repítelo otra vez, que no estoy comprendiendo absolutamente nada... Tomo suficiente aire para darle primero una mirada a su hermana y luego a él, si...
4K 380 16
Dame un minuto más y prometo salvarte esta vez